martes, 26 de octubre de 2010

Borrador para Ana Fernandez

 jueves, 12 de julio de 2007 09:39:33
 p.m.prof Ana Fernandez:

le envio un trabajo en word, si lo abre el mismo se explica.
dejeme comentarle que mis padres son lo que se conoce tradicionalmente como"cabecitas negras", migrantes del interior del pais durante los años 60.
siempre que se ha hablado sobre las personas de clase baja, cuando se lo ha hecho se lo ha hecho en terminos denigrantes o en todo caso tendiendo una mano misera.
todos los trabajos de investigacion que realizo intentan vengar simbolicamente todo ataque hacia la clase baja o pobre.
dentro de las investigaciones sobre clase baja, uno de los dardos mas comunes a tirar es hacia la mujer de clase pobre. Siempre he observado esta actitud con el mas profundo repudio.
supongo que me he cansado de estar un tanto dormido y empezar a devolver un par de gentilezas.
me ha interesado el tema del matriarcado, pero en estudios sobre genero esta palabra tiene una mala connotacion. No obstante ello, el tema del matriarcado me interesa y la tematica que contiene el word que le adjunto toca el tema de un modo tangencial.
le agradezco mucho si lee el word que adjunto y si es que tiene algun comentario para hacerme


viernes, 13 de julio de 2007 12:52:12 p.m.


Estimado Ramón. He leído con mucho interés su "borrador". Me parece que va muy bien.Efectivamente tanto la medicina como las ciencias sociales, la psicología, el psicoanálisis suelen operar desde lecturas de clase que desamparan a las mujeres, por genero y por clase, pero también por etnia,clase etaria (adolescentes pobres embarazadas) etc.
Trabajos como el suyo ayudaran a poner en visibilidad estas discriminaciones.
Adelante!
Cordialmente
Ana F.

Sigue a continuación el borrador enviado hacia Ana Fernandez:

Prof Ana Fernandez:

Les escribo este material en Word, sabiendo que si no lo hago de este modo ahora, quizas después no pueda hacerlo nuevamente, por distracción o por cualquier nueva ocupación.
Me llama particularmente la atención el tema que la mujer haya sido tan denigrada a nivel histórico, y ni hablar cuando se suma a ello que sea pobre o madre.
Escribo esto, no para resaltar supuestas bondades, sino mas que nada para revindicar la figura de la mujer de clase baja, pobre.
Simplemente me inspira a escribir esto el hecho de que la mujer pobre sea tan atacada, incluso por mujeres que intentan defenderla.
La mujer pobre puede ser doblemente ilusoria, en tanto despierta compasión, miedo o directamente terror. Supongo que se la toma como mayor exponente de mujer=madre.
La figura de mujer-madre-adolescente produce una fuerte repelencia hacia la salud mental o psíquica en trabajadores de salud, sean psicólogos, médicos u otra profesión.
La figura de mujer-madre-adolescente siempre esta asociada a una población de fuerte riesgo o vulnerabilidad psicosocial a cualquier enfermedad.
Pero ¿es tan frágil la mujer de clase baja? ¿es la mujer pobre tan vulnerable como lo intentan demostrar tantos artículos científicos?
Para empezar, empiezo a citar un estudio sabio de Graciela Zaldua.

En otros casos, se relaciona en forma directa la presencia de un indicador de riesgo con carencias e imposibilidades internas de los padres, principalmente de orden materno:
Ej ”hay muchos indicadores, uno el que te decía, la falta de alarma de la madre, es catastrófico, quizás el peor de todos, porque se le va a morir el nene y no se va a dar cuenta, va a estar esperando en la sala de espera. Nos pasó. Esperando dos horas en la sala de espera sin preguntar: “mire, doctor, el nene está así ¿lo puede atender? Lo peor es eso, porque cuando los padres tienen alto índice de alarma te lo traen enseguida, entonces, antes de que la enfermedad se haga grave vos lo ves, prevenís y, si hace falta, lo dejas internado. Te da tiempo, sino no” (Hospital General, Conurbano)(…)
Las características o acciones de la población mas reconocidas como favorecedoras de las salud por parte de los profesionales son las relacionadas con el seguimiento y la adherencia a los tratamientos: “fidelidad al tratamiento, “que la madre tenga confianza y venga a contar”.
Ej “favorece la salud que las madres vengan a hacer los controles periódicos, que sean obedientes en cuanto a las indicaciones, que sean atentas, que escuchen los consejos, que vienen al consultorio de niños sanos en forma periódica” (hospital general. CABA)(…)
La construcción del riesgo involucra la figura del culpable y adquiere forma moralizante; las familias, en particular las madres, son responsables por las situaciones de riesgo cotidiano en las que el niño/a se encuentra inmerso. (1)

Esta construcción de la mujer pobre como vulnerable quizás sea construcción de la mujer de clase alta o media hacia la mujer pobre.
Ahora: ¿no hay forma alguna de revindicar a la mujer pobre?
Creo que una de las formas por las cuales puede revindicarse es trabajando el tema mujer pobre-bruja.
Citando a un texto suyo, copio lo siguiente:

Por otra parte ¿porque las brujas fueron mayoritariamente mujeres? Al mismo tiempo ¿que características tenían quienes eran así conceptuadas? En el marco de las luchas religiosas antes mencionadas y con una representación del sexo femenino tan amenazantes, no es difícil imaginar que el confinamiento y la destrucción de mujeres sirvió para expiar diversas situaciones de origen político, económico, social y psicologico que atemorizaban a gobernantes y pobladores
En cuanto a los rasgos que tipificaban a las brujas, sin dudad, eran aquellos que las mostraban distintas de “las buenas mujeres”.eran en su mayoría mujeres pobres provenientes del medio rural, por fuera del sistema de alianzas matrimoniales. Su comportamiento resultaba “especial” tanto en lo referente a sus ocupaciones, como en sus practicas sexuales (uso indebido de practicas sexuales fuera del matrimonio) y su inserción productiva (por fuera de la vida domestica familiar) En lo referente a sus ocupaciones eran magas, parteras, sanadoras; tenían a su cargo la medicina de los “sectores populares”. Poseían importantes conocimientos de plantas, hierbas, traumatología, obstetricia, psicología, etcétera.
Fueron perseguidas, junto con los sanadores moros y judios, a partir del siglo XIII cuando la Iglesia comenzó a hegemonizar para sus hombres de clase alta el ejercicio de esta profesión para lo cual se volvió imprescindible monopolizar la enseñanza del arte de curar en los claustros universitarios, y excluir y perseguir a los sanadores populares. Se crean entonces, dos medicinas: una de cristianos cultos “masculina” en estrecha alianza con la ley y con Dios; la otra, perteneciente a la magia, la hechicería y la superstición “femenina”, que asistían a la gente pobre, pero que las leyes y la Iglesia persiguieron y condenaron bajo la acusación de herejía. Los médicos del primer grupo decidieron sobre el destino de muchas mujeres cuanto tuvieron que dirimir como expertos, a pedidos del Santo Oficio, que enfermedades estaban provocadas por medios naturales y, por lo tanto, eran obra del demonio. Aquí, sin duda deben de haber perecido muchas histerias victimas de sus conversiones y anestesias.
Por otra parte, las brujas, lejos de operar aisladas, formaban grupos con alto espíritu de cuerpo, lograban vivir autonomamente, dedicándose a actividades no domesticas y lo que era peor aun, eran mujeres que poseían un cierto saber. Todo esto desafiaba las bases mismas del lugar que en sociedad habían asignado a las mujeres
En los albores del siglo XVIII, los discursos medicos comienzan a reemplazar el termino “bruja” por el de “enferma mental”, afirmándose que las brujas, en realidad, padecían de histeria, paranoia, demencia senil, epilepsia o melancolía. Un mito sucedía a otro, pero quedaba oculto el entramado que fue generando la caza de brujas, como también la inserción social que, como médicos populares, estas tenían. Sin duda, las hogueras recibieron muchas histericas y pocas pobres -al mismo tiempo que todo tipo de opositor político y religioso- pero no porque las brujas y herejes fueran enfermos mentales, sino porque todos ellos eran una parte de la marginalidad siempre amenazante para los sectores de poder
Entrelazamiento recurrentes, microfísicamente reduplicado de las “espirales del sexo, saber y poder”.(2)

He copiado este fragmento de su libro con intención de relacionarlo con citas posteriores que voy a hacer. Me interesa remarcar que las brujas tenían trabajo de magas, parteras y sanadoras. También me interesa remarcar que poseían un cierto saber

Así las cosas, pero volviendo un poco mas atrás en el tiempo, solo hacia el siglo XVIII los médicos varones van a tocar el cuerpo de las mujeres ingresando estas como pacientes “directas” en al acto medico. De todos modos, la asistencia médica se circunscribió, por mucho tiempo, casi con exclusividad a los partos. Por supuesto, este avance de los médicos de las “luces” en detrimento de las comadronas trajo innumerables alivios a las mujeres: comenzaron a disminuir las mujeres por parto, se volvieron cada vez mas frecuentes las operaciones cesarias, etcétera.
Pero si se observan las cosas desde otro lugar, puede decirse que este cambio en las prácticas medicas es parte de un cambio estratégico dentro de un dispositivo mucho mas amplio, a partir del cual dicha profesionalidad se inscribe de otra manera, porque otra es la demanda que el cuerpo social realiza a los médicos con respecto a las mujeres. La progresiva medicalización de las mujeres forma parte de un cambio de estrategia biopolítica por lo cual, en el escenario del capitulo naciente, mentalidades y costumbres van girando desde un derroche hacia la economía de los cuerpos.(3)

Me interesa señalar de este párrafo suyo la competencia entre medicina y comadronas.
Esta misma pelea se da en argentina hacia fines del siglo XVIII. Miguel Gorman, fundador del Protomedicato de Buenos Aires, habla del discurso de comadronas –o sea, el curanderismo-

Gentes vulgares del país, opuestos a médicos y vecinos de boticas, entregándose con mas facilidad a aquella clase de empíricos, que reducen su ciencia a cuatro yerbas, otros tantos a emplastos aplicados a su antojo en varias apartes del cuerpo, y algunas recetas mal compuestas, y peor indicadas que llaman remedios caseros con que piensan curar todas las enfermedades que se conocen, y reducen ellas a empacho, ictericia negra, mal de frío o de calor, y otras cosas que se curan con ensalmos ,y con la vista, llegando a tal extremo la ceguedad que aun cuando se sujeta a medico, no ha de faltar el charlatán que apruebe o no la curación.(4)

El jesuita Martin Dobrizhoffer se refiere sobre las hechiceras entre los abipones del Chaco argentino hacia finales del siglo XVIII

Hay una multitud de mujeres hechiceras mas numerosas que los mosquitos de Egipto, que ni podría nombrar ni contar. (5)

Sobre las mujeres hechiceras, Martin Dobrizhoffer dirá:

Con los cabellos esparcidos por los hombros, con el pecho y las espaldas desnudos, llevan una piel o manto colgado de la cinturas. El aspecto del rostro y de los ojos inspira mas que tristeza, terror. Vuelven el rostro salpicado de estigmas a uno y otro lado. Mentalmente imagínate a las Ménades o furias salpigias, tal como las pinta la antiguedad.(6)

Puede suponerse que una de las mujeres mas viejas era la mas venerable:

Para tranquilidad y preparar los ánimos, se encomienda a las hechiceras la tarea de consultar , de acuerdo a la costumbre del demonio su abuelo, sobre lo que hay que temer u hacer. A primer hora de la noche se reunen en la choza mas grande el coro de viejas; la principal entre ellas, mas venerable por las arrugas y canas, con dos grandes timbales, y con intervalo de cuatro tonos que llaman arpegio, los pulsa produciendo disonancias, y lanzando un mugido terrible; y, con aquel rito de lamentarse con gritos estridentes, no se que profecía pronuncia sin ton ni son(...)
En eso llega la noche. Al amanecer, de todas partes concurren a la choza de las viejas como el oráculo de Delfos. Uno por uno entregan a las cantoras regalos. Todos preguntan con avidez cuales fueron las predicciones de su abuelo. Las respuestas de las viejas siempre son ambiguas y de doble sentido, de modo que con cualquier cosa que sobrevenga, parezca que han predicho la verdad. Una vez fue consultando el demonio en distintas chozas por distintas mujeres. Estas aseguraban pertinazmente que el enemigo llegaría al amanecer; aquellas lo negaban obstinadamente. Sobrevino una cruenta riña por la opinión de aquellas mujeres y sus oráculos; se pasó de las pablaras a los hechos; no es raro que la discusión termine con puños, uñas y pies.(7)

El saber sobre las enfermedades de las “viejas” produce que se las consulte constantemente:

El vulgo considera que lo hechiceros arrojan tanto a la muerte como a la enfermedad. Un trágico acontecimiento demostrará sin lugar a esta tanta persuación. En la ciudad de San Jeronimo un abipón (se llamaba Ychohake), hinchado por el recuerdo de sus crímenes y la celebridad de su hermano el cacique Ycholay, era consumido por una lenta infección. No se le había ocurrido atribuirlo a los humores nocivos, sino a que algún hechicero le había infundido la enfermedad: resolvía esa idea noche y día en su inseguro espíritu. Consultadas las viejas sobre el particular le anunciaban que el autor de la enfermedad es Napakainehim, toba de origen. Y sin tardanza el enfermo que consultaba sobre su vida, decreta la muerte del toba. A primera hora de la noche lo ataca mientras dormía en su tugurio. A punta de hierro de la lanza fácilmente de cuatro dedos de ancho, se clava profundamente en el cuerpo, atraviesa el costado izquierdo por el violento golpe, y roto dos costillas, abre completamente la espalda como un puñal. Acuden a las voces del herido, pero el asesino ya desapareció. Bañado en sangre perforada por tres heridas, al mirarlo pensamos que moriría allí mismo. Las circunstancias avisan que si no lo transportamos a nuestro tempo ha de ser golpeado nuevamente si vuelve el atacante. Por este consejo lo llevamos a nuestra casa. En el camino, escurriéndose de las manos de los que los levaban cae a tierra con nuevo y mayor peligro, ya que era grande y pesado. Como el lugar donde fue colocado carecía de puerta y traba, los abipones lo defendieron con pieles de toro, para que no volviera Ychiohake a consumar su crimen. Y en verdad, como lo presagiaron los indios, al cabo de media hora, se presentó provisto de un puñal para acelerar la muerte del moribundo. Pero repelido enérgicamente por el padre Jose Brigniel que entonces era mi compañero, comprendió que el asunto estaba acabado. El herido (que en aquel tiempo era catecúmeno) fue bautizado sin demora. (8)

Sin embargo, el saber de las viejas tiene su contracara:

¿Negaría alguno de nosotros que la causa de la muerte fue la herida de la lanza? Los abipones lo niegan y vociferan en publico que su compañero fue muerto por artes mágicas. Surgidas las consultas acerca de la muerte, la sospecha viene a parar en una vieja, célebre por sus artificios; el miedo y fundamento de la sospeche fue un melón que hacía poco le fue negado al muerto. Los ánimos de todos se enardecieron en contra de la vieja, y ¿qué no tientan y buscan para vengar el crimen? La vi en la plaza rodeándola una terrible multitud, como una rueda, con golpes en todo el cuerpo; y como la creyere delirante, poco falto para que me acercara a hablarle. Pero los abipones presentes me dijeron: “cuidate, padre, de dirigir una sola palabra a este buena mujer; con ese circulo que formamos se morirá la vieja que apuro la muerte del joven”. “¡fuera estas viejas fabulas!”, respondí airado, “¡que solo sirven para engañaros y para matar a hechiceras!” pero fue en vano; fui rechazado por los rústicos bárbaros. Así, quienes son mas locos, parecen tener mas juicio que los demas. Para confirmar este asunto, oye ya cosas mas funestas.
En la colonia de San Fernando, un yaaukaniga, celebre por su prosapia y por su familia militar entre los suyos, sufría terriblemente por la muerte precoz de una hijita suya; yo la había conocido y desde su nacimiento fue débil y enfermiza. Sin embargo, todos pensaron con él que la causa de la muerte había sido algún veneno; las insensatas viejas lo dijeron y él creyó que una india extranjera esposa de un abipón conocía el modo de preparar el veneno. Enfurecido por el dolor de la injuria e impotente en su deseo de venganza, acercándose de noche acometido a la inocente mujer que estaba desprevenida. Le clavó la lanza con fuerza por la espalda, cuando estaba sentado junto al fuego en el suelo con su hija. De tal modo que la punta del hierro salió por medio del pecho así asesinaría al mismo tiempo a la madre y a la hijas que amantaba. La mujer era de edad mediana, mas obesa que las demás y de busto abundantísimo. nadaba en su sangre que manaba abundantemente de todas sus venas como una fuente(…)
La gran herida era untada cada día con grasa de gallina, y se le aplicaban también hojas de col (que llamamos col dulce) en pocos días cicatrizó y tal modo que fuera de esa cicatriz, no sufrió ninguna incomodidad, ni dolor.(9)

Nuevamente, la mujer hechicera vuelve a aparecer en la siguiente cita:

Y no crean que se acabo la historia sobre la enfermedad y el delirio de Ychohake. Con las mismas y otras nuevas molestias de su enfermedad, siempre estaba trastornado por la idea de que le habían dado un veneno. Algunas meses después empezó a pensar que la causa de su debilidad era una mujer sospechosa de conocimientos mágicos. A eso del mediodía la ataco con su hacha, intentado cortarle la cabeza; esquivado el puñal, le cortó la mandíbula izquierda de modo que la oreja le caía sobre el pecho, adherida solo por la piel; y la sangre brotó copiosa en el pecho sobre el niño que tenía dormido. El agresor se alejo por temor al pueblo que acudía; casi no había lagrimas por el cruel espectáculo; casi no había lagrimas para el cruel espectáculo. De ningún modo es posible castigar al ímpio. Busqué todos los medios para socorrer al espíritu de la mujer. Teníamos un negro algo conocedor de la ciencia medica. Le ordené que cosiera a la cabeza en tres lugares, la mandíbula le colgaba con la oreja; la mujer no emitió ni un gemido y los demás se horrorizaban, por su aspecto. La herida, lavada con vino caliente y ungida con sebo de gallina, fue vendada con mucho cuidado, con una tela embebida en una cocción de algunas hierbas. Como no encontré en seguida vendas con que vendarla, tomé un cinturón con él que me ceñía. Ordené que toda esa tarde ya la noche siguiente fuera vigilada por abipones de confianza para que no sufriera algún nuevo peligro. Aquel indio anhelaba con todas su fuerzas y sus deseos tanto su propia salud, como la muerte de la mujer. Pero anticipándome al peligro ya que no podría esconder a la miserable, una vez que se le curaron rápidamente las heridas fue trasladada a escondidas a la ciudad de San Fernando. Parecía que la fuga había sido realizada por inspiración divina; pues el cacique Ycholay, quién por aquel tiempo estaba ausente de la ciudad, fue hecho sabedor por nosotros de las atrocidades de su hermano Ychohake, y le rogamos que volviera lo mas ponto para detener a su hermano. Contesto que volvería al otro día; pero no para detener a su hermano sino para matar a aquella mujer infame, por sus artes mágicas, ya que estimaba que debía ser temida por todos y en verdad hubiera realizado sin duda lo que amenazaba, siempre tenaz en otras cosas, si la mujer hubiera estado en la ciudad. Años después, cuando deambulaban esparcidos por los campos aquí, y allá, echo fuera de su choza a algunas mujeres que juzgó sospechosas; y mató con una lanza a la mayoría de ellas para que no la engañaran. ¡Qh! el hermano semejante a su hermano, Ychoalay a Ychohake, como un huevo a otro huevo.(10)

La mujer anciana que enferma también se encuentra en el siguiente caso clinico de principios del siglo XX. El caso es registrado por Alejandro Korn en la ciudad de la Plata.

P.R. es un jornalero analfabeto. Oriundo del medio día de Italia, de 52 años de edad, de constitución robusta. Presenta una calvicie incipiente, su fisonomía es tosca, su mandíbula in ferior bien desarrollada, su dentadura de un desgaste bien avanzado. Las pupilas se hallan contraídas, el corazón da ochenta latidos por minutos. En su conformación anatómica no se observa ninguna anomalía notable, si no ha de considerarse como tal el poco desarrollo del prepucio que no cubre el glande.
El padre, ebrio consetudinario. Le hacia objeto de malos tratamientos, motivo por el cual abandono su país natal y dejo de usar el apellido paterno. Un tío materno era loco. Durante su niñez R. se resistió a frecuentar la escuela, a pesar de vivir próximo a la misma. Ha abusado algunas veces de las bebidas alcohólicas y se ha entregado con frecuencia al onanismo. Permanece soltero
En los 27 años de su permanencia en el país ha trabajado en la capital de la Republica y en numerosos Partidos del sur y oeste de la provincia. En el partido de Dolores es donde ha pasado un periodo mas largo, pero siempre en ocupaciones ambulantes, sin radicarse de una manera fija, ni constituir un hogar. Por fin se traslado a otro punto porque siempre le perseguía la desgracia.
Dos veces ha sido victima de traumatismo. Conserva en la mano derecha una cicatriz, que dice provenir de una herida ocasionada con una botella. En el muslo derecho se halla otra cicatriz producida por una bala de revolver, que aun permanece en los tejidos próximos a la rodilla. A consecuencia de esta ultima herida permaneció año y medio sin trabajo. Ambas lesiones se las causo el mismo por imprudencia.
Ha padecido también mucho tiempo en la cadera y muslo izquierdo, de dolores neurálgicos, que califica de traumatismos y que dice haber curado con una coraza de mataco. Es este un procedimiento popular sobre cuya eficacia no es necesario insistir, pero que da la medida de la instrucción de los individuos en los cuales ejerce una acción sugestiva. En esa época. Según sus propias palabras, ganaba justamente lo necesario para pagar al medico y a la botica.
En todo el transcurso de su vida ha padecido de cefalalgias, tan violentas y tenaces, que durante quince días o un mes, le obligaba a interrumpir sus obligaciones. En estos trances recurría a la aplicación de sanguijuelas o se hacia practicar sangrías, terapéutica que es casi tan eficaz como la coraza del mataco. En ambos brazos presenta cicatrices de numerosas sangrías. Padece por fin de prurito anal.
Los dos últimos años de su vida merecen especial mención.
Trabajaba como peón en una estancia del Partido del General Pintos, donde una señora, que es bruja y curandera, le hizo daño en el mate cocido. A consecuencia de esto le sobrevinieron una serie de males, sobre todo erupciones de la piel, dolor de cabeza e insomio. Para combatirlos se aplicó sanguijuelas, se untaba todo el cuerpo con grasa y se levantaba de noche a tomar baños en el agua, escarchada por ser invierno.
La señora mencionada le hacia objeto aun de otras persecuciones. De noche tenia que dormir encerrado, con las puertas trancadas, pues sin esta precaución, le hubieran hecho desaparecer, como a otro quintero, que estuvo antes de él en la estancia. Así, se limitaban a golpearle la puerta y a hacerle ruido en el techo de hierro de su habitación. Sin embargo cuando cansado de estas provocaciones salía, no hallaba a nadie. Una noche llego hasta descargar un arma de fuego, contra estos perturbadores de su descanso. Querían hacerle creer que estos rumores eran ocasionados por espíritus, pero él bien sabe que la verdadera causante era su enemiga. En esa época también tuvo varios ensueños con advertencia del peligro que corría. El no cree en las ánimas, pero los ensueños suelen ser ciertos y él mismo ha presenciado el caso, de enloquecerse un hombre por haberse hecho un maleficio al arado.
De cuanto le ocurría. R. se quejó al alcalde del cuartel, quien no le hizo caso. Así es que, a pasar de hallarse muy satisfecho de su patrón y ganar 50 pesos al mes, pasóse a otro establecimiento, donde solo le pagaban 45, únicamente para substraerse a las acechanzas y a la malquerencia de que era objeto. Desgraciadamente no mejoró con este cambio, porque un compañero de trabajo y de habitación, probablemente volvió a hacerle daño, esta vez en el café. Volvieron a atarearle los dolores de cabeza y desesperado de tanto padecer, dispuso suicidarse con una mezcla de trementina con polvos hormiguicidas. Esta pócima, que tomó al acostarse solo le produjo violentos cólicos, que le despertaron y victima entonces de un violento impulso agresivo asaltó al peón S.T y le infiere alrededor de treinta heridas, que le ocasionaron la muerte de este.
No había mediado ningún altercado. Consumado el hecho R. se quita la ropa manchada de sangre, se viste, sale de la habitación teatro del suceso y se entrega sin resistencia alguna.
Este crimen no se explica por ninguno de los motivos comunes. De todas las declaraciones se desprende, que no existe el móvil del interés, ni el propósito de la venganza. El delito ha sido realizado, es cierto, de noche, pero antes testigos, sin precaución alguna para ocultarlo o para facilitar la fuga del criminal y este resulta ser un individuo de buenos antecedentes, que jamás parece haber incurrido ni en una simple contravención y que antes del crimen intenta envenenarse. Llevado luego ante las autoridades sumariantes, confiesa sin reticencias y por toda explicación hace la historia de sus enfermedades y se manifiesta victima del daño.
Trasladado R. por orden de V.S a este manicomio he podido someterlo a mi observación. Es un hombre tranquilo, sumiso, que esquiva con desconfianza al trato de las gentes, se aisla voluntariamente, no habla si no se le pregunta, pero interrogado contesta con naturalidad y sencillez. Una vez que hube merecido su confianza, abandono toda actitud reticente y aun se volvió locuaz y verboso, para referirme la serie de desgracias que ha soportado en la vida, muy especialmente las persecuciones de que le hizo víctima aquella señora, en el penúltimo punto donde trabajo. Goza de buen apetito: la única queja que me formuló fue sobre la escasez de su ración, que hubo de ser aumentada. En cambio me pidió que lo hiciera trabajar. Al parecer duerme tranquilo, pero siempre refiere ensueños que dice haber tenido.
Se lamenta de su continua desgracia y fácilmente le asoman las lágrimas a los ojos. Preguntado que haría si llegara a salir en libertad, dijo que trabajaría un año hasta reunir la cantidad necesaria para regresar a Italia, porque deseaba irse de este país, donde le iba tan mal. Sin embargo abriga poca esperanza de poder realizar este propósito; se inclina a creer que lo han de fusilar y que quizás hayan intervenido testigos falsos en su proceso. Así que considera mejor haber muerto y no esta lejos de repetir su tentativa de suicidio.
A mi juicio el caso de P.R no ofrece mayor dificultad. En rigor bastaría leer la declaración que el examinado prestó ante V.S. para formar opinión. Pero el estudio de los antecedentes, el examen directo del procesado y la naturaleza del delito cometido, todo ello concuerda para arribar al mismo diagnóstico. Se trata de un caso de locura progresiva sistematizada, que debe calificarse como un delirio de las persecuciones, desarrollado sobre la base de una neurosis hipocondríaca, expresión esta a su vez de un estado de degeneración congénito.
La hipocondría, que en apariencia es una preocupación excesiva sobre el estado de nuestro organismo y suele degenerar en una aprehensión que nos simula enfermedades graves, es en el fondo una perversión de la sensibilidad, que magnifica las impresiones orgánicas, en virtud de la cual se da una trascendencia y se atribuye a una importancia excesiva aun a las afecciones mas sencillas o nimias. Semejante estado, que cuando es grave se acompaña con una profunda depresión psíquica, complica con frecuencia otras formas de enajenación, con especialidad a la melancolía. Pero cuando se desarrolla en sujetos predispuestos por una degeneración orgánica a menudo precede a las grandes vesanias, que luego adquieren la forma sistematizada. Esa que a través de una evolución muy lenta los enfermos se persuaden por fin, que una causa oculta y misteriosa determinan sus males.
En un medio social ignorante esta causa resulta ser un maleficio como el daño, en el cual creen nuestros paisanos y que tienen sus analogías con las supersticiones de otros pueblos, en particular los del sur de Italia. Hay que distinguir empero la superstición en si, que solo causa ignorancia y de la cual participan también personas sanas y su empleo como elementos del delirio en las locuras sistematizas, al mismo titulo con que alienados de mayor cultura imaginan influencias eléctricas, conspiraciones masónicas, intrigas políticas, etc. Es que todo cerebro, aun en sus extravíos, solo trabaja con el material intelectual que posee.
En el caso que motiva este informe la evolución del proceso patológico se presenta con tan transparente claridad, que no puedo renunciar a recapitularlo, aun a riesgo de incurrir en redundancias.
Nace P.R. con una tara hereditaria considerable, pues acumula las consecuencias del alcoholismo del padre y de la locura de sus antecesores maternos. En la niñez resulta refractario a ola enseñanza y a la disciplina escolar. Mas tarde, con o sin razón, se considera maltratado y victima de la injusticia paterna. No solo emigra sino que cambia de nombre. En nuestro país lleva una vida errante, recorre esta provincia de un extremo a otro, no fija su residencia ni constituye un hogar. Las enfermedades reales y supuestas le persiguen, sobre todo las neuralgias, de manera que siempre se halla preocupado de su salud, a pesar de que en realidad posee un organismo fuerte y vigoroso. Accidentes casuales contribuyen a fomentar aun mas esta tendencia hipocondríaca, que se acentúa con los años, hasta que por ultimo le sugiere una explicación de la desgracia que lo aflige. Dado su nivel intelectual en realidad no habría sino una explicación posible: “le han hecho un daño” y una vez en este camino no tarda en desarrollar y sistematizar la idea concebida. El daño forzosamente debía habérsele hecho en el mate –esto es de rigor- y su autora había de ser la mujer encargada de prepararle el desayuno. Ahora sobrevienen también las alucinaciones del oído que lo confirman en su extravío y se apercibe de que la gente lo desdeña, se burlan de él, cuchichean en su presencia y traman su perdición. En vano, con la lógica consiguiente, cambia de lugar para evadirse de estas influencias maléficas, porque no se trata ya de una superstición, sino de un delirio. Bien pronto vuelve a encontrarse en las mismas condiciones y personifica en otro sujeto el origen de sus males persistentes. Desesperado resuelve suicidarse, lo intenta sin éxito y arrebatodo en un acceso impulsivo mata a su supuesto verdugo.
Concluyo señor Juez:
1) Que P.R. padece de enajenación mental, bajo la forma del delirio de las persecuciones.
2) Que el delito por el cual se le procesa fue cometido bajo el imperio de esta afección psíquica.
Devuelvo adjuntos los autos que V.S. se sirvió remitirme. (11)

El daño presente en el mate, hecho por una hechicera también esta presente en el siguiente caso clínico de 1926:

Dignos de tener en cuenta son los casos de locura que desde los aborígenes hasta nuestros días, se dicen provocados mediante las practicas de la brujería, unos producidos por sustancias venenosas y otros, la mayoría, por la sugestión del hechicero.
Recordamos haber asistió hace algunos meses, a una mujer joven, procedente de un apartado lugar de Burruyacú, que nos fue traída a nuestra consulta –afectada de un delirio persecutorio progresivo y sistemático, objetivado en una vieja que tiene fama de saber hacer facturas y hechizos- que decía ella y sus parientes con convicción, que había sido “embrujada” tomando un mate que le brindara su malehechora.
Interesante era observar el espanto, las alucinaciones al oído y a la vista de la pobre delirante, quien, victima de las sugestión, recordaba a los neuróticos de angustia que producen lastima.(12).

Finalmente, la poética de Jose Hernandez describe el daño hecho en el mate por una mujer viuda:

tuve recelos y miedos y me receto que hincao otra vez que consulté
pero al fin me disolvi en un trapo de la viuda su saber estraordinario
hice coraje y me fui frente a una planta de ruda recibió bien su salario
donde el adivino estaba hiciera mis oraciones y me recetó aquel pillo
y por ver si me curaba diciendo:”No tengas duda que me colgase tres grillos
cuanto llevaba le di esto cura las pasiones” ensartaos como rosario.89
(..)
Me puse al contar mis penas Me recetó otra ocasión
Mas colorado que un tomate que comiera abrojo chico
Y se me añudo el gaznate el remedio no me esplico
Cuando dijo el ermitaño mas, por desechar el mal
“hermano , le han hecho daño al ñudo en un abrojal
y se lo han hecho en un mate” fui a ensangrentarme el hocico
(...)
“Debes maldecir”, me dijo Y con tanta medicina
“ a todo tus conocidos” me parecía que sanaba
ansina el que te ha ofendido por momentos me aliviaba
pronto estará al descubierto un poco a mi padecer
y deben de ser maldecidos mas si la viuda encontraba
tanto vivos como muertos volvía la pasión a arder

(13)



Conclusiones finales

Una de las intenciones de este trabajo escrito –que es una versión borrador- era la de remarcar el saber que tienen mujeres pobres. Este saber esta ligado a prácticas de curanderismo.
Otra de las muchas intensiones también fue mostrar –a través de casos clinicos- que este saber de curanderismo es criticado por el conocimiento medico, al modo de saber ficticio.
Finalmente, intento remarcar a través de estos casos atribuidos a curanderas mujeres, el poder que este implica. Este poder esta en completa contraposición a aquella fragilidad que se sostiene en muchos discursos de la mujer pobre. Me refiero a ese discurso que iguala a la mujer pobre con mujer-madre-adolescente, predispuesta a ser población de riesgo en múltiples enfermedades.

Referencias bibliográficas

(1) Gaillard, paula. Zaldua, graciela. Estudio de la representaciones sociales y prácticas relativas a las intervenciones tempranas en trabajadores de la salud de hospitales públicos.
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(5) Dobrizhoffer, Martín s.j.. Historia de los Abipones.. volumen 2, 1969 . Universidad Nacional del Nordeste. Facultad de humanidades. Departamento de historia. Resistencia. Chaco. pagina 92
(6)dobrizhoffer,m.op.cit. tomo 2. pagina 279
(7)dobrizhoffer,m.op.cit tomo 2. pagina 82-3
(8)dobrizhoffer,m.op.cit tomo 1
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(11) Korn, Alejandro. Informes médicos forenses. La Plata. 1902.pag 49-56
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Bibliografía.

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Catalán, Emilio. La brujeria penada...
Hernandez, Jose. La vuelta de Martín Fierro. Cámara Argentina de Papeleras, librerías y afines.1997. Buenos Aires.

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