jueves, 27 de septiembre de 2007

8. LA ORDEN BETHLEMITA

Introducción

Uno de los principales problemas en relación a esta orden religiosa, es que no se pueden encontrar muchas fuentes y registros sobre ella; los que están disponibles no aportan demasiada información. El segundo inconveniente es que quienes han realizado un trabajo histórico, sobre esta orden, llegan a informaciones contradictorias entre sí.
En primer lugar, se puede sugerir lo que el padre Guillermo Furlong dice alrededor de la historización de esta orden:

“Institución hospitalaria e institución de origen americano y de proyecciones ampliamente americanas, fue la de los religiosos bethlemitas. La historia, a lo menos la rioplatense, no ha hecho justicia a esta fundación, ni ha puesto de relieve sus nobilísimos fines, ni ha justipreciado sus relevantes servicios. Ellos fueron magníficos en casi todas las ciudades de América, desde México y Puebla de los Ángeles hasta Buenos Aires y Córdoba, y si la labor de servicio realizada por los bethlemitas fue, en algunas circunstancias, pobre y errada, no puede negarse que las intenciones fueran siempre óptimas y las realizaciones fueron por regla general buenas y hasta excelentes.” (1)


Órdenes religiosas antecedentes a la Orden Bethlemita

La orden religiosa de los Hermanos de San Juan de Dios, fue una de las primeras en atender a los enfermos en los hospitales públicos iniciales de América Latina, entre finales del siglo XVI y todo el siglo XVII. Incluso administraron el primer hospital de la Ciudad de Buenos Aires (Hospital de San Martín de Tours) y también dejaron su huella en la de San Juan.
Esta administración de instituciones asistenciales por órdenes religiosas tuvo un momento culminante y un declive, en el cual los hospitales fueron decayendo en lenta ruina. La labor establecida por la orden citada habría servido como modelo a la Bethlemita, posterior a la orden de San Juan de Dios. Acerca de esta última no existe mucha información disponible.

La base de la orden bethlemítica: el padre Pedro de San José de Bethancourt.

Uno de los primeros datos contradictorios que aparecen, se refieren a la biografía del Padre Pedro de San José de Bethancourt, el iniciador de la orden Bethlemita. Una de las fuentes, el padre Guillermo Furlong, intenta darle un origen noble. Dice que es descendiente del virrey de Canarias, Juan de Berthancourt, que luego se trasladó a Guatemala en 1651 e ingresó a la Orden Jesuita, donde incorporó cierta formación humanística. Luego, alejándose de los jesuitas, atendió personalmente una casa modesta que funcionaba como hospital y, con un grupo inicial de seguidores, formó las bases de la Orden Bethlemita.
Otra referencia, la de Carlos Alberto Mayo, atribuye un origen humilde al religioso Bethancourt. Su padre Amador Gonzáles de la Rosa habría poseído, según una versión, una “hacendura de ovejas” en las Canarias, que acabó perdiendo en un litigio. El rol asignado en la economía familiar habría sido el de pastor. “(...) Muy pronto, la hagiografia piadosamente urdida por franciscanos y bethlemitas acabaría por velar la marginalidad social de Pedro, en un secular esfuerzo por lograr su canonización. Un aspirante a la beatificación en el siglo XVII hispanoamericano, en una sociedad imbuida de valores tradicionales, no podía tener una cuna plebeya; era necesario crearle un linaje que estuviera a la altura de la santidad.” (2). Mayo señala que Pedro de Bethancourt emigró a Guatemala, eligió luego la carrera sacerdotal –para la cual no se demostró bueno en el estudio-, insistiendo más tarde en la Orden Franciscana. Paralelamente se ocupaba de la enseñanza particular y el auxilio sanitario a pobres y humildes, en un lugar que habría comprado él mismo.
La decisión de Pedro de Bethancourt -fundar el Hospicio de Belén para convalecientes- no sólo se habría propuesto llenar un vacío sino también, al parecer, evitar prudentemente toda competencia con la orden de San Juan de Dios. “Establecido en 1655, el Hospital de Bethlen funcionaba en una rústica choza, los convalecientes eran traídos por el propio fundador en sus hombros y allí, en medio de una modesta enfermería, eran atendidos solícitamente por el mismo Pedro, que no vacilaba en limpiar con su lengua las heridas infectadas.” (3). La organización de Pedro de Bethancourt era desautorizada por la orden franciscana y, aparentemente bajo los consejos de un jesuita y de un obispo, aquel decidió romper definitivamente con su pasado franciscano.
Hasta aquí las discrepancias de las dos fuentes: el Padre Furlong y Carlos Mayo. Sin embargo, tienen en común el afirmar que el padre Bethancourt tenía en su pasado cierta formación en una orden religiosa.
Luego, ambos autores coinciden en señalar que la oficialización de la orden del padre Betancourt fue lograda por uno de sus sucesores. El seguidor en cuestión se llamó Pedro Fray Rodrigo de la Cruz. Se sabe de su vida que fue corregidor y gobernador de Costa Rica, de origen noble y que, poco a poco, el padre lo convirtió en miembro de la organización del hospital. Gracias a la tenacidad de Rodrigo de la Cruz, se logró la aprobación de la orden por el Papa Inocencio IX, en 1687.
Con dicho aval, los bethlemitas legitimaron también su particular forma de vestir: un hábito de color pardo, al que agregaban un cinturón de cuero y un medallón colgado en el cuello, que representaba el nacimiento de Jesús en el corral de Belén. Cabe apuntar que la raíz de su nombre, “Bethlen”, es una de las tantas formas idiomáticas de escribir Belén.

Extensión hospitalaria de la Orden Bethlemita en Latinoamérica

A partir de la aprobación papal, la orden fue creciendo en número de integrantes y de hospitales alrededor de Latinoamérica. Luego de establecerse en toda Guatemala fueron solicitados, por su excelente modo de administrar hospitales, en la ciudad de Lima, capital del Virreynato del Perú. Asimismo, fueron llamados más tarde a Buenos Aires en 1726, a causa de dos pestes que se sucedieron en una sola década. Arribaron de Lima en 1748, a más de veinte años de haberse solicitado su presencia. En 1762 ya se encontraban en la ciudad de Córdoba y en 1763 en Mendoza. Luego se extenderían, finalmente, a Montevideo.

Forma de administración y estatutos bethlemitas

Los reglamentos de la Orden Bethlemita, pueden darnos una idea de la forma en que desarrollaban sus tareas y sus modos de organización. El pasado de las órdenes religiosas les era claro a los Bethlemitas, hasta en sus propias reglamentaciones.

“Fue elevada a religión, solamen(te) se lo concedió según, y en la forma que se había hecho con la Hospitalidad de S(n) Juan de Dios, y está prevenido en la Ley Quinta.” (4).

La ayuda hospitalaria incluía a aquellos que no fueran a pedir ayuda a la institución. Esto puede leerse en lo siguiente

“Hospitalidad en todo género de enfermedades aunque fueran contagiosas y con la obligación de llevar los Religiosos en sus hombros a los enfermos a los Hospitales, y servirlos, y asistirlos en su curación, aunque fueren infieles.” (5)

Los hospitales bethlemitas fueron unos de los primeros que abordaron la locura, y llama particularmente la atención el siguiente párrafo de sus estatutos.

“3. Por que la soledad ordinariamen(te) y por mas acompañada con delirio causa grande melancolía, y aun desesperanz(s) Ordenamos y mandamos (...) para que de entre los dias de la semana en la reclusión a la hora y dia que el Prelado le señalase, y por el tiempo de una hora a aconsejar y consolar al que estuviere recluzo: a quien se dedicara con todo esmero llevando prevenidos exemplos, y amonestaciones Santas no le es permitido hallí a conversaciones ossiosas o pláticas impertinentes, ni menos declarar al recluzo lo que de el (...) Se Dispone, antes si en eso le biene afligido, le daría Esperanzas de que los prelados husarían de misericordia con él.
4. El que cuidase de la Carcel, procure con amor y Caridad atender a los que allí hubieren socorriéndoles en lo necesario, no disminuyendo la racion, ni aumentándoles la penitencia, mas de aquello que en las Actas previenen. Y si lo contrario hubieze sea castiugado con lo mismo a que hizo padecer a su Hermano. Pongase algunos libros en que divierta el tiempo, para que de ella saque algun fructo que le aproveche, cuidese tener limpia la oficina de la penitenciaria, sacando los vasos todos los dias a sus horas, havise al Prelado si se sintiere que el preso este enfermo para que se le acuda a él remedio.
5. Tenga entendido, y este siempre en el conocimiento de que no ai presso que no desee, verse libre, y que en tanto que esta allí, no piensa en otra cosa, por todos los medios posibles, y que aun muchas veses intenta los imposibles; si el recluso pidiese que le llamen a el Prelado no deje de avisarle luego, quien (aunque no llame) de ve (...) algunas vezes, para ver si executa lo que ordena; Y si acasso el que cuidare dispensasse, o no a explicarse a el reo las Penitencias y mortificaciones que justamente estan impuestas por sentencia del Prelado, o de nuestras actas, sera castigado con la pena de Culpa grave, por faltar a la justicia distributiva que pide el horden Secular , de la correccion y castigo de las Culpas. Ysi allaze que el o otro qualquiera de los nuestros, ayudasen o facilitasen la fuga del religioso presso, averiguado de suerte que sea convenido en Juizio, el co operante, o haia indicios graves, contra el que lo hicieze, sera castigado con la misma pena que merecia el reo, que hizo la fuga, o con otros a arbitrio del General, y sus Difinidores, según la sirscunstancias. ”(6)

En contradicción con las anteriores resoluciones caritativas, la distancia de siglos hace grosera la siguiente descripción de la aceptación a un novicio.

“Dijo que a la madre la conoce desde niño, su nombre es Maria y natural de Villa del Lujan, y conoció a los Padres (...) abuelos del pretendiente, que vista y trato como que eran sus besinos, que lo tiene p(r) hijo legitimo a los tales y que como tal lo crían y confian y que los tiene por gente limpia libres de toda sangre como mulatos, negros e Indios, ni ha oido desir cosa encontrario.” (7)

El mismo criterio anterior puede aplicarse al siguiente párrafo.

“Se ha constituido con el afin principal de que los miserables indios (que por su inútil genio, y aplicación viven en perpetua pobreza, y sin algun abrigo o reparo) tengan el de la hospitalidad de que tanto necesitan en sus enfermedades.”(8)

El “factor indígena” también puede leerse a continuación:

“Se previene q(e) en todas las villas, y lugares de la America se funden Hospitales, así p(a) los españoles q(e) desvalidos en tierra extraña no tienen casa propia, ni recurso en sus enfermedades, como p(a) los miserables Indios, cuya curación, conservación, y cuidado, es el primer gravamen de mi R(l) conciencia, aun mas q(e) la construcción de los templos materiales.” (9)

Descripciones de hospitales bethlemíticos

El hospital de San Martín de Tours, el más antiguo de Buenos Aires, empezó a ser administrado por los Bethlemitas desde 1748, fecha en la que se instalaron en la ciudad. Una de las primeras medidas fue el cambio de nombre del establecimiento, por el de Hospital-Convento de Santa Catalina de Buenos Aires. Sobre las descripciones de su estado tenemos lo siguiente:

“Este año, hacido tan abundante de enfermos que ni aun en las tarimas cavían. Poniéndolos lo mejor que se les podia en el suelo de la unica sala que hay en los colchones y demas (...) pues no solo concurren de los enfermos de esta ciudad sino que tambien vienen muchos de los que hay en (...) provincias a buscar su refugio en dicho hospicio, y no por eso dejan de admitirlos pues el que entra diciendo que esta enfermo sea q(n) se fuere la procuración acoje para dar el alivio.” (10)

La relación tiene por fecha el mes de noviembre de 1779. La falta de camas y el uso del suelo también se encuentran en:

“(...) les ponen para su alivio sobre telas y cueros en el suelo lo que manifiesta la mucha necesidad que tiene ese Hospital de atención de enfermerias con todo lo demas que es conciso deste ministerio y aun la capilla o Iglesia adonde se celebra el santo sacrificio de la misa es tan antigua y atribuida a su primera fundación que sino se renueva en vreve tiempo parece que amenasa venirse del cielo.”(11)

Y en relación a la descripción sobre el tipo de alimentos administrados en el Hospital de Santa Catalina:

“La sopa es agua sin substancia de carne, las camas están sin aseo, el farmacéutico falta con frecuencia, el capellán es negligente, las salas sin luz, puesto que las velas se apagan a las 10, no hay vacinillas para los enfermos, etc. El hecho es que los religiosos bethlemitas descuidaban sin justificativo alguno válido, sus deberes como directores y como enfermeros.” (l2)

Contra todas las nocivas noticias acerca de los bethlemitas se puede citar -en defensa de los hermanos religiosos- el testimonio de un cirujano de renombre, José Capdevila, refiriéndose a un anónimo hermano bethlemita del hospital, en 1779:

“No le han limitado las facultades en recetas, quanto habia conveniente tanto en lo que mira ala medicina como a los alimentos (...) de enfermedades incurables, contagiosas.” (13)

En relación a los conocimientos médicos y medidas de un hermano Bethlemita, escribía Capdevila:

“Que puso el cumplimiento perfecto de tanta caridad, buscando las conveniencias, y preocupaciones para que no se contagien de aquellas enfermedades sospechosas de thísicas.” (14)

Información sobre los encargados del hospital bethlemítico

Sobre los encargados del hospital se puede decir que, en los comienzos, los bethlemitas eran en su inmensa mayoría de origen español. Del grupo inicial, la mayoría eran españoles dedicados al comercio, a la milicia y había también expertos en cirugía, medicina y farmacia.
Luego se fue agregando la población criolla en la orden, acrecentada después de la Revolución de Mayo. La falta de solicitantes hacia el final de la orden en Buenos Aires, en 1824, hizo que se admitiera a un analfabeto para desarrollar, lógicamente, tareas menores.
Los primeros bethlemitas que arribaron de Lima fueron Agustín de Santa Cruz, Gregorio de Bethlem, Ascencio de la Concepción, Baltasar del Rosario y Fray Agustín de San José, que fue el Prelado.

El primer Hospital para incurables, locos y contagiosos en Buenos Aires

El hacinamiento de enfermos en el hospital de Santa Catalina, requería de que se tomara alguna medida al respecto:

“(...) Parece demasiado la estrechez de la casa hospitalaria que hoy tienen los reverendos Padres para los muchos enfermos que concurren y concurriran asi de la ciudad y campiña como de la tropa navios, presidiarios, que siendo varias las enfermedades, y no habiendo otro Hospital se necesita distincion de salas Ya para los contagiosos como los moribundos, los de mal galico y los presos que siendo mas por causa de fuga con grillos se necesita custodia, y pueden causar (...) a los demas enfermos. De todo lo cual deducen la necesidad de la nueva ovra.” (15)

Una de las primeras medidas fue el de concederles a los bethlemitas otra sede. Se les asignó un terreno que había pertenecido a los jesuitas, hasta su expulsión de 1767. Instalaron su hospital en el solar sito en la intersección de las calles Humberto Primo y Balcarce y fue llamado Hospital de la Residencia. Los bethlemitas se mudaron allí hacia l806. En este establecimiento eran atendidos los enfermos admitidos en el hospital de Santa Catalina, derivados al tercer día de internación.
Otro terreno asignado a los bethlemitas, en los mismos años, fue el que se llamó posteriormente las Lomas de la Convalescencia. Este lugar había sido también de los jesuitas y allí funcionó el Hospital para incurables, locos y contagiosos. Llamativamente, el asentamiento de esta institución para locos -entre otros destinatarios- coincide con el de los futuros “neuropsiquiátricos” Braulio Moyano y José T. Borda.
Al parecer, los hospitales bethlemitas tenían la organización siguiente: se iban derivando los pacientes de hospital en hospital según las enfermedades. En el primero se asistían las urgencias, en el segundo las enfermedades con internación temporal y en el tercero, el de locos e incurables, las enfermedades más susceptibles de prolongación en el tiempo. Quienes padecían las enfermedades más graves se encontraban, de este modo, en una disposición espacial de lejanía en la ciudad, al modo de las cuarentenas.
Se conoce un volumen de la orden bethlemita, que se encuentra en la Sala de Tesoro de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, y se titula Libro de gastos general para el hospital de locos, incurables y contagiosos", con fecha de 1809. Lamentablemente, la información que contiene este registro es sólo sobre gastos generales, de comida y refacciones de este pequeño instituto. No hay ningún nombre sobre alguna persona detenida como loco o denominación de ese estilo.
En el Hospital de Belén, segundo instituto fundado por los bethlemitas, sí se ubica algún indicio que pueda indicar la presencia de la locura, entre los pacientes atendidos.

“JUNIO DE 1818
En 9 entregaron de casas del estado a cuenta
por los originados por el dementado Caymon
en el primer tercio del año $ 75”

Este tipo de información se encuentra en el Libro de Procuración que da principio en el 1 de enero de 1817, escrito con últimas anotaciones en julio de 1822. Mes a mes figura el gasto causado por el “dementado Caymon”, sobre el que debe enfatizarse su pago por el estado.
En este Libro de Procuración, también se encuentra otro dato de interés:

“JUNIO DE 1822

En 30 por 31 dias (...) de un criado loco de
Dr Franco Herrero en el año 1814 $ 23,2”

Para darnos una idea de cómo era la vida de los locos en estos hospitales, reproducimos un poco extensamente una descripción del hospital bethlemítico de Montevideo.

“Hasta el año 26 ingresaron ocho dementes, cinco hombres y tres mujeres, entre malos e inofensivos. Los furiosos estaban en 3 o 4 calabozos construidos expresamente en el segundo patio, y los mansos sueltos, ocupados en el servicio de limpieza. Entre estos últimos figuraban el conocido Perico siete y el gordote Nicolás, pobrecillos, con quienes tenían que hacer los muchachos cuando salían a la calle. Perico y Nicolás eran los destinados a palanquera, los mata-tigres, a la muralla, y allá iban cruzando el hueco con él, a la costa del Fuerte de San José a descargarlos, comiendo un pedazo de pan, pidiendo un cigarro y tirando algún manotón a los diablillos que los toreaban.
Pobres locos mansos, ¡y que estomago! En un par por tres, al menor descuido de los enfermeros, se comían los cataplasmas.
Sucedió una vez, que habiéndose hecho la autopsia de un cadáver, se dispuso utilizarlo para formar un esqueleto humano. Y allá fue por partes a un cadáver para cocerse y extraer limpios los huesos. Y quien dice a ustedes, que en un descuido en la cocina, se apodera uno de los locos de una pierna a medio cocer, sacándola del caldero, y se mete en un rincón a comerla. Vaya un bocado exquisito. Cosa de loco. Bien puede uno imaginarse lo que sucedería cuando lo descubrieron con la presa del cocido horripilante, y la felpa que le propinaron los guardianes, por aquello de “el loco por la pena es cuerdo”. Cuando los facultativos Gutiérrez y Vizcarra lo supieron, dicen que se hacían cruces. ¡Quien había de pensarlo!
Pasamos a los del encierro. Con esos no había que jugar. Estaban libres de masticarse las cataplasmas y las piernas humanas del caldero, pero las pobrecitas y pobrecitos enjaulados, excitaban la compasión bajo otro aspecto. Recordamos a tres infelices mujeres de las alienadas, encerradas en su celda, sin mas aire ni luz que la que podía darles la rejilla de la puerta donde a veces aparecían, y sin mas lecho que algunas jergas o restos de colchón donde se sentaban a comer el triste zoquete, teniendo por compañeros a los ratones. Hubo una que los había domesticado, compartiendo con ellos el alimento.”(16)

También en relación a la locura, y más que nada citando fuentes originales de los mismos bethlemitas, en los datos siguientes se pueden comprobar los conocimientos que manejaban algunos de los hermanos de la orden, para este caso en la ciudad de Córdoba, en el hospital San Roque.

“ENERO DE 1762

Item a una niña virtuosa y pobre que vivía en la casa
del alcalde Moyano, en varios colirios para unas llagas
de la garganta y otros gargarismos. $ 15

Item a una señora tía del doctor Urtubez, le curé una
pasión histérica que estaba muy deplorada, duró su
curación muchos días, y los medicamentos importaron. $ 22,6


FEBRERO DE 1762

Item en la casa del señor cura rector Gegena, a una
pobre libre, hidrópica, la estuve curando y se gastó $ 10,6

Item a un a pobre señora junto al noviciado, de
varios síntomas así histéricos, como llagas, la curé
y se gastaron $ 16,3

Item a otra señora junto a la compañía de un dolor
pleurítico, complicado, sanó y se gastó en medicamentos $ 21,6” (17)


El hermano bethlemita que redactó este informe de gastos, debe haber sido uno de los más formados en medicina, cirugía y farmacia. Cabe resaltar la enfermedad llamada “pasión histérica” y los “síntomas histéricos”, términos de uso no muy frecuente en aquellos años.



Conclusiones

Es interesante remarcar que la obra de los hermanos bethlemitas estuvo signada por ciertas características económicas, de la ciudad en cuestión, y que, si bien hay testimonios precisos acerca de la ineficiencia en la atención del hospital, la creación de nuevas sedes fue la medida más común para solucionar todo tipo de inconvenientes.
En segundo lugar, el hecho de que hayan manejado cierto tipo de lenguaje -que les permitía hablar, por ejemplo, de pasión histérica- implicaría una disposición y preparación para atender todo tipo de enfermedades. La creación de tres hospitales, donde el de más peligrosidad para la población estaba lo más lejos posible de la ciudad (Lomas de la Convalecencia, en Buenos Aires), indicaría la existencia de cierta organización, en la cual no era dejado todo al libre azar. Esta misma situación se repitió en la ciudad de Córdoba, donde atendían primeramente en el Hospital de San Roque, y luego tuvieron otro establecimiento para convalecientes. En cuanto a la adquisición de terrenos, entre otros aspectos, destaquemos que la orden bethlemítica habría sido beneficiada con la expulsión de la orden jesuita, de la cual heredaron ciertos bienes, con los cuales instalaron nuevos hospitales. Cabe mencionar que el hospital de la ciudad de Lima, también tenía una organización que lo dividía en partes. en el siglo XVII, siendo en su momento una de las ciudades mas prósperas de la época y una de las más organizadas. La estructrura característica de tres hospitales, sucede en el preciso momento en que Buenos Aires intenta independizarse de una de sus ciudades madre, en este caso Lima.
Por otra parte, en las críticas se enfatiza la falta de apoyo económico sufrida por los establecimientos y las dificultades para equipar adecuadamente las instalaciones, pero puede decirse que, con poco presupuesto, los hermanos bethlemitas lograron una tarea encomiable.
Por último, si bien la orden dejó de funcionar en los hospitales de Buenos Aires hacia 1824, su modo de administración hospitalaria sigue presente, en tanto los principales asilos para alienados del país funcionan hoy en el solar del Hospital de locos e incurables.

Referencias bibliográficas

- Archivo General de la Nación. IX. 33-1-15.
- Archivo General de la Nación. IX. 7-2-4.
- Cueto, O.; Comadrán Ruiz, J.; Ceverino de Rodríguez, V.; Romano, A.; Marigliano, C. (1991): La Ciudad de Mendoza, su historia a través de cinto temas. Fundación Banco de Boston. Buenos Aires.
- Espasa Universal Ilustrada Europeo Americana (1991). Tomo 8. Espasa Calpe S.A. Madrid.
- Furlong, G. (1969): Historia Social y Cultural del Río de la Plata (1536-1810). Tipográfica Editora Argentina (TEA). Buenos Aires.
- Guerrino, A. (1982): La Psiquiatría Argentina. Editorial Cuatro. Buenos Aires.
- Hipócrates. (1990): Tratados Hipocráticos I. Editorial Gredos. Madrid.
- Libro de gastos general para el hospital de locos, incurables y contagiosos. (1809): Sala de Tesoro de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires.
- Libro de Curaciones de Pobres y gastos de Botica en ellos (1762). Convento de San Roque, Córdoba.
- Libro de Procuración que da principio en el 1 de enero de 1817. (1822): Archivo General de la Nación. Buenos Aires.
- Maroni, J. (1971): El Alto de San Pedro. Parroquias de la Concepción y de San Telmo. Cuadernos de Buenos Aires. N° XXXIX. Buenos Aires
- Mayo, C. (1991): Los Betlemitas en Buenos Aires: Convento, Economía y Sociedad (1748-1822). Publicaciones de la Excma Diputación Provincial de Sevilla. Sevilla.
- Pages Larraya, F. (1995): Barroco Africano. En Seminario de Antropología Psiquiátrica. Buenos Aires.

Citas
(1) Furlong, G. (1969): Historia Social y Cultural del Río de la Plata (1536-1810). Tipográfica Editora Argentina (TEA), Buenos Aires. Tomo II. Pág. 200.
(2) Mayo, C. (1991): Los Betlemitas en Buenos Aires: Convento, Economía y Sociedad.(1748-1822). Publicaciones de la Excma Diputación Provincial de Sevilla. Sevilla. Pág. 28.
(3) Mayo, C.; Op cit. Pág. 29.
(4) Archivo General de la Nación (AGN). IX. 33-1-15. Pág. 6ª.
(5) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 2.
(6) AGN. IX. 7-2-4
(7) AGN. IX. 7-2-4
(8) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 5
(9) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 6
(10) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 34.
(11) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 35b.
(12) Furlong, G. Op cit. Pág. 194.
(13) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 30.
(14) AGN. IX. 33-1-15. Pág. 39.
(15) AGN. IX. 33-1-15. Págs. 42-43.
(16) Pages Larraya, F. (1995): Barroco Africano. En Seminario de Antropología Psiquiátrica. Buenos Aires. Pág. 69-70.
(17) Furlong, G.; Op cit., Pág. 203.

2 comentarios:

Udinestar dijo...

solamente quisiera corregir cuando se refieren fundador de la Orden Bethlemita como Padre, esto es un error ya que El Santo Hermano Pedro de San Jose de Betancourt fue Terciario Franciscano, esto quiere decir que era laico pues pertenecia a la tercera orden seglar franciscana y no sacerdote como lo refiere

gracias!

paola dijo...

excelente. Muchas gracias