jueves, 27 de septiembre de 2007

4. REFERENCIAS A JESUITAS DE ARGENTINA HECHAS POR DARWIN Y FREUD

Introducción

El presente trabajo tiene por objetivo señalar las referencias hechas por Darwin y Freud a dos jesuitas, que trabajaron en territorio argentino: Thomas Falkner y Martin Dobrizhoffer. Se tomarán sus respectivos trabajos y se hará también un pequeño análisis de estas citas.

Referencias de Charles Darwin a Thomas Falkner y a Martin Dobrizhoffer

La única obra que se puede encontrar disponible de Thomas Falkner, o Falconer, es Descripción de la Patagonia y sus partes contiguas de América del sur. Fue escrita en l774, años después de su exilio de l767, y publicada por entregas en distintas revistas de la época. Otra parte de sus testimonios nos llega a través de Of the Patagonians, que no es de su autoría, sino que es un testimonio de terceros. Se ha dicho que publicó también un tratado acerca de plantas con propiedades curativas de América del Sur, pero este trabajo supuesto de tres tomos se ha perdido en el tiempo. Falkner vivió durante treinta años en territorio argentino y parte de su conocimiento se puede notar en la Descripción...
Charles Darwin hace una referencia a esa obra en el libro sobre sus exploraciones en el Beagle, publicado como Viaje de un naturalista alrededor del mundo. En esta obra, haciendo referencia a sus impresiones acerca del territorio de nuestro país, Darwin mezcla conocimientos personales con citas de Falkner y Martin Dobrizhoffer. Este último era también jesuita pero de origen austríaco y había trabajado en las reducciones de aborígenes del Paraguay Antiguo (Paracuaria). En sus memorias del Beagle, Darwin cita a Falkner del siguiente modo:

“Falconer refiere que a un indio se lo entierra allí donde muere, pero que más tarde, sus allegados acumulan sus huesos con todo cuidado para depositarlos cerca de la orilla del mar, cualquiera que sea la distancia que para eso deban recorrer. A mi juicio, se puede comprender el porqué de esa costumbre si se recuerda que antes de la introducción de los caballos en América, esos indios debían llevar poco más o menos el mismo género de vida que los actuales habitantes de Tierra del Fuego, y, por consiguiente, vivirían por lo regular a orillas del mar. El ordinario prejuicio que hace desear dormir el sueño eterno donde reposan los antepasados, hace que los indios errantes conduzcan aún las partes menos perecederas de sus muertos a sus antiguos cementerios, junto a la costa.” (1)

En este fragmento, Darwin se inspira en Falkner y concluye que los indios patagones habrían sido descendientes de aquellos hombres costeros indígenas que, con la llegada del caballo europeo, pudieron instalarse tierra adentro en el desierto. El fragmento original de la obra de Falkner, desde el cual hace sus conjeturas Darwin, es el siguiente

“La inhumación de los muertos y la veneración supersticiosa con que honran a la memoria de ellos son motivo de ceremonias serias. Cuando fallece algún indio, al punto se selecciona una mujer de las más principales entre ellas, con el objeto de que haga del cadáver un esqueleto, y esto se efectúa de la siguiente manera: empiezan por eliminar los intestinos, que se reducen a cenizas, y después separan las carnes de los huesos con la mayor prolijidad posible; enseguida los entierran en el suelo hasta que acaba de pudrirse todo lo que queda de las carnes, o hasta que llega el momento de trasladarlos (cosa que se ha de hacer antes de cumplirse el año del entierro aquel, cuando no antes de los dos meses) al enterratorio propio de los antepasados.” (2)

Matizadas estas referencias a Falkner, Darwin hace otras a Martin Dobrizhoffer. Una de las más notables habla de las variedades de los avestruces criollos, en dos regiones distintas de Sudamérica. Dice Darwin:

“Dobrizhoffer indicaba hace ya mucho tiempo, la existencia de dos clases de avestruces, dijo, en efecto: Debéis saber, además, que la talla y las costumbres de los emús, difieren en los diferentes lugares del país. Los que habitan en las llanuras de Buenos Aires y Tucumán son más grandes y tienen plumas blancas, negras y grises; los que habitan cerca del estrecho de Magallanes son más pequeños y más bonitos, porque sus plumas blancas tienen el extremo negro y recíprocamente.” (3)

La versión de donde Darwin tomó estos datos de Dobrizhoffer, está indicada al pie de la página: es la versión inglesa de Historia de Abipones. Es probable que haya sido la traducción realizada por Rebecca Coleridge, la hija de Samuel Coleridge, importante autor dentro de lo que se conoció en los países de habla inglesa como los “poetas laquistas”, porque vivían en las inmediaciones de los lagos. Un poeta laquista, Robert Southey, ha dejado un poema basado en los escritos de Dobrizhoffer, se llama “A tale of Paraguay”. La fecha de la traducción de Historia de Abipones al inglés, puede coincidir con la fecha en que Darwin leyó a Dobrizhoffer. El texto original de Dobrizhoffer es el siguiente:

“Casi no hay localidad india alguna donde no se encuentren tales avestruces mansas. En lo demás, sus cualidades y tamaño se diferencian también según la región, como ocurre también en los diversos animales, plantas y árboles. Los de los alrededores de Buenos Aires y de Tucumán son los más grandes, negros y gris cenicientos. Los del Estrecho de Magallanes son menos pesados de cuerpos, pero tanto más hermosos, pues sus plumas níveas tienen puntas negras y las (plumas) negras, blancas. Ellos ornarían insignemente los casquetes y sombreros de los europeos. Los españoles estiman altamente los quitasoles hechos con ellas.” (4)

Quizás esta referencia a Dobrizhoffer pueda ser la misma que la aparecida en el siguiente párrafo de El origen de las especies:

“Las llanuras próximas al estrecho de Magallanes están habitadas por una especie de Rhea (avestruz de América), y, al norte, las llanuras de la Plata, por otra especie del mismo género, y no por un verdadero avestruz o un emú como los que viven en África y Australia a la misma latitud.” (5)

Referencias de Sigmund Freud al misionero Dobrizhoffer

En la obra de Freud titulada Tótem y Tabú, publicada en 1913, se encuentra una mención a Martín Dobrizhoffer, teólogo jesuita austríaco que trabajó en una de las misiones del Chaco. En el siglo XVIII, esta región pertenecía al Paraguay histórico. La obra de Martín Dobrizhoffer quedó reflejada en Historia de Abipones, publicada hacia 1784. Su primera edición, en latín, constaba de tres tomos. Luego fue editada en alemán, inglés y recién en 1968 fue traducida al castellano mediante el impulso del padre Guillermo Furlong. La cita de Freud aparece como ejemplo del tabú de la mención de nombres y se puede leer como sigue:

“La prohibición de pronunciar el nombre del muerto es observada generalmente con extraordinario rigor. Ciertas tribus sudamericanas consideran que el pronunciar el nombre de un difunto ante sus familiares supervivientes es infligirles una grave ofensa y aplican al ofensor una pena no menos rigurosa que la señalada para el asesinato. No es fácil de comprender, a primera vista, la razón de la severidad de tal prohibición, pero los peligros enlazados al acto correlativo han hecho nacer una multitud de expedientes muy interesantes y significativos desde diversos puntos de vista (…) Entre los guaycurúes del Paraguay daba el jefe nombres distintos a todos los miembros de la tribu en estas tristes ocasiones y cada individuo respondía en adelante al que le había correspondido sin vacilación alguna, como si lo hubiese llevado siempre. Cuando el difunto llevaba un nombre idéntico al de un animal o un objeto, alguno de estos pueblos juzgaban necesario dar a dicho animal o dicho objeto otro nuevo, con el fin de que nada pudiese recordarles en la conversación al fallecido. De esta costumbre resultan continuas variaciones del vocabulario, que dificultaban extraordinariamente la labor de los misioneros, sobre todo en aquellos pueblos en los que el tabú de los nombres poseía un carácter permanente. Durante los siete años que el misionero Dobrizhoffer pasó entre los abipones del Uruguay, cambiaron por tres veces los nombres del jaguar, el cocodrilo, las espinas y el sacrificio de los animales. Este horror a pronunciar un nombre que perteneció a un difunto se extiende, como en ondas concéntricas, y hace que se evite hablar de todo aquello en lo que el muerto intervino, proceso de supresión que trae consigo la grave consecuencia de privar de tradición y de recuerdos históricos a estos pueblos, dificultando así enormemente la investigación de su historia primitiva. Algunos han adoptado, sin embargo, costumbres compensadoras. Una de ellas consiste en resucitar los nombres de los muertos después de un largo período de duelo, dándolos a los recién nacidos a los cuales se considera entonces como reencarnaciones de aquellos.” (6)

La indicación de pie de página, nos dice que Freud ha tomado estos datos de la obra de James George Frazer, en particular de The Golden Bough (La Rama Dorada). Por lo tanto Freud no lo ha citado directamente de Dobrizhoffer, al que nombra como “el misionero”. Esta pequeña referencia de Freud nos invita a leer la obra de Frazer. La mención hecha por Freud tiene el mismo estilo y forma que la hecha por Frazer a Dobrizhoffer, a quien también llama “el misionero”. En La Rama Dorada, cuya primera versión en inglés data de 1890, se puede leer lo siguiente:

“Una costumbre similar transforma continuamente el lenguaje de los abipones del Paraguay, entre los que sin embargo, cuando es abolida una palabra, nunca vuelve a ser empleada. Palabras nuevas, dice el misionero Dobrizhoffer, nacen de la noche a la manaña como las setas, pues todas las palabras que recuerdan los nombres de los muertos quedan abolidas por proclamación y circuladas otras nuevas en su lugar. La “fabrica” de las palabras nuevas estaba en manos de las ancianas de la tribu y siempre que se ponía en circulación una nueva palabra con su aprobación, la aceptaban de inmediato altos y bajos, sin murmullo y se extendía como un incendio por los campamentos y establecimientos de la tribu. Cualquiera se quedaría atónito, dice el misionero, al ver con cuánta docilidad dan su aquiescencia todas las tribus a la decisión de una bruja arrugada y como las palabras familiares caen instantáneamente fuera de uso y jamás se las vuelve a repetir a pesar del hábito o del olvido. En los siete años que estuvo entre estos indios Dobrizhoffer, la palabra “jaguar” fue cambiada tres veces y las de “caimán”, “espina” y “matanza del ganado” pasaron por esas vicisitudes aunque en menor escala. Como resultado de este hábito, los vocabularios de los misioneros estaban plagados de tachaduras, teniendo que eliminar de continuo las palabras antiguas como obsoletas y colocar las nuevas en su lugar.” (7)

Al no ser una referencia puntual, existe dificultad para buscar la fuente original de donde se toman estos datos. En las ediciones consultadas no figura qué edición de la obra de Dobrizhoffer fue citada. Revisando la obra de Dobrizhoffer, el pasaje que más se parece a lo mencionado por Frazer (y por lo tanto a la hecha por Freud) es la que se lee a continuación.

“Los abipones realizan los ritos relativos al luto según las costumbres recibidas de sus mayores: así, unas parecen estar destinadas a abolir la memoria de los muertos y otras a perpetuarla. Para este fin, se quema en una hoguera pública cualquier utensilio que perteneciera al muerto. En la misma ceremonia mueren, a excepción de los caballos, todas los pequeños animales domésticos que aquel tuviese en vida. Destruyen y arruinan totalmente las casas que habitó, construidas, no sin esfuerzo con tierra y otros materiales.
La viuda, los hijos y los demás compañeros emigran en busca de nuevos refugios. A menudo deben esconderse en alguna casa ajena, ya que carecen de una propia, cuando no debajo de esteras. Sin embargo prefieren tolerar las inclemencias del tiempo que vivir en una casa cómoda aunque un tanto lúgubre por la muerte del jefe de la familia. Pronunciar el nombre del muerto es un verdadero crimen entre los abipones; este hecho era multado a veces con golpes y graves heridas, y el responsable debía pagar con su propia sangre. Recuerdo que algunas veces los mismos borrachos iniciaban cruentísimas luchas y riñas. Cuando tenían que mencionar a un difunto, decían: El varón que ya no existe: Joale, eknam chiskaeca; usando perífrasis de muchas palabras para no citar su nombre. Y si el nombre derivaba de alguna palabra relacionada a un animal o cualquier cosa, enseguida era suprimido por público pregón y sustituido por otro nuevo, inventado por alguna vieja, tal como ya referí al tratar la lengua de los abipones. Así cada año nacen nuevas voces de los nombres de los mismos indios muertos, como los hongos en una sola noche. En los siete años que viví entre ellos el nombre del tigre cambió tres veces; primero se decía Nibirenak, después Apanigebak, y por último Lapriretrae, que significa manchado, de varios colores. Al español lo llamaban primero kamelk, y ahora Rikil. Al cocodrilo, antes Pecue, y depués Kaeperbak.” (8)

En este pasaje aparecen los datos mencionados por Frazer y Freud sobre los siete años que vivió Dobrizhoffer con los abipones, y el cambio en tres ocasiones del nombre del tigre. Esto nos puede indicar que es, efectivamente, el fragmento que tomó Frazer en su cita.

Conclusiones

Las referencias de Freud y Darwin tienen importancia por distintos motivos. Marcan, de alguna manera, el prestigio que tenían los testimonios de Falkner y Dobrizhoffer para todo tipo de análisis etnográfico. También implican que en estas pequeñas referencias se analicen fenómenos netamente argentinos, por parte de estos dos importantes autores que influyeron en psicología.
Como tema aparte, sería muy interesante saber la fecha en que Darwin leyó la obra de Falkner. Si fue antes o después de su viaje en el Beagle. De ser el contacto anterior, podría haberle dado pistas a Darwin para buscar regiones donde se encuentren importantes registros de fósiles. Falkner expresa como él mismo se encuentra sorprendido al encontrar huesos de animales, de tamaño monstruoso, en unos de sus tantos viajes por la Patagonia. Recordemos que Darwin mismo dijo, en el prólogo de El origen de las especies, que la mayor parte de su obra pudo realizarse gracias a los descubrimientos que hizo en América del Sur. La posibilidad de que haya leído Darwin la obra de Falkner antes de su viaje, explicaría el porqué se mostró tan interesado en revisar y profanar tumbas de Araucanos en su paso por el sur; parte misteriosa y un tanto extraña de su proceder. También podría explicar el hecho de que sólo en la provincia de Buenos Aires ingresó tierra adentro.
En cuanto a la cita de Darwin a Dobrizhoffer, es interesante señalar la comparación entre lo que él ha visto y los testimonios de Dobrizhoffer, con relación al avestruz. Darwin llegó a la conclusión de que existen dos tipos distintos de avestruces criollos, según sean de la Patagonia o del Paraguay antiguo (hoy Chaco Argentino). Tal vez esa comparación fue la que lo llevó a escribir ese párrafo oscuro y sin fuentes de El origen de las especies.
Con respecto a la cita de Freud del misionero Dobrizhoffer, no menciona directamente al mismo, sino que lo hace mediante las referencias de Frazer. La obra citada por ambos autores de Dobrizhoffer es Historia de Abipones. Las menciones de Freud son tan oscuras y difusas como las de Frazer, oscuras en el sentido de que no se encuentran referencias precisas de fuentes. Quizás esto pueda explicar toda una serie de imperfecciones, como el hecho que Freud escriba que los Abipones hayan vivido en el Uruguay. Otra explicación posible es que Freud haya citado a Frazer de memoria, sin consultar directamente la fuente. Si fuera este el caso, la similitud entre las palabras Paraguay y Uruguay habría permitido fácilmente esta confusión u olvido en Freud.
El estilo del texto de Frazer quizás indujo a Freud redactarlo del mismo modo, lo que podría entenderse por el hecho de que Totem y Tabú se basó mucho en La Rama Dorada, como lo prueban sus innumerables citas a ella.
En las referencias entre autores se pierden algunos datos y se añaden otros. Por un lado aparece la palabra Uruguay en el texto de Freud. Por otro se van perdiendo ciertas referencias del texto original de Dobrizhoffer, por ejemplo cuando dice que las palabras nuevas crecen como setas. En el texto de Frazer aparece un insólito dato referido al cambio de un nombre, relacionado con una espina que se ha vuelto tabú. A su vez Freud, con la mención a los Abipones, intenta explicar todo un fenómeno tabú que se extiende en Sudamérica, por eso aparecen también los Guaycurúes de la región del Paraguay. Quizás porque Frazer hace extender también este fenómeno a toda la región, abarcada desde la Bahía de Hudson a la Patagonia
Freud intenta explicar porqué los Abipones se rehúsan a usar el nombre de un muerto. Los datos de Freud son tomados de un apartado del libro de Frazer, llamado “Nombres tabuados de muertos”; esta clasificación de Frazer habría influenciado la delimitación del fenómeno que intenta describir Freud. La imperfección de la cita de Freud no desmerece las conclusiones extraídas, ya que habla de un tabú relacionado con la mención de nombres propios que podría darse en distintas partes de Sudamérica. Los datos de Frazer pueden dar lugar a esta conclusión; él mismo cita otro ejemplo en que los Araucanos se niegan a dar a un extraño su nombre propio. En Historia de Abipones, Dobrizhoffer cuenta cómo esos pobladores no se atreven nunca a pronunciar su nombre, algunas mujeres ni siquiera lo tienen y, además, -como lo comentan Freud y Frazer- no dicen nunca el nombre de un muerto y su pronunciación implica un severo castigo.
La obra de Frazer, además de nombrar a los abipones da ejemplos de la vida de araucanos, lules y tonocotes, guaraníes, guaycurúes y aymaras. Freud, siguiendo sus pasos, habla de los guaycurúes del Paraguay y de los Abipones del Uruguay. Hay que mencionar, asimismo, un reconocimiento de Freud a los misioneros: su tarea implica un serio esfuerzo y muchas complicaciones. Este esfuerzo estaba dado por las diferencias de entendimiento en idiomas distintos y la dificultad de las tribus en confiar intimidades a extraños. Todo ello puede influir en la extracción de informaciones falsas y erróneas. Freud mismo se disculpa ante sus errores por una necesidad de condensar material de distintas fuentes y autores, por ello dice que la bibliografía puede no estar bien detallada.
Por último, es un verdadero lujo el hecho de que Freud, en sus referencias a Dobrizhoffer, esté analizando el fenómeno de la prohibición del nombre del tigre criollo. El tigre criollo, se puede decir, que analiza Freud ha despertado todo tipo de emociones y angustias en los primeros habitantes de la República Argentina. Incluso el mismo Darwin casi muere atacado por un tigre criollo, en sus paseos tierra adentro de la provincia de Buenos Aires.

Referencias bibliográficas

- Dobrizhoffer, M. (1784): Historia de Abipones. Tomo I y II. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia, Chaco, 1967.
- Darwin, Ch. (1845): Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Librería el Ateneo. Buenos Aires. 1948.
- Darwin, Ch. (1859): El origen de las especies. Editorial Planeta. 1992. Pág. 476.
- Falkner, T. (1774): Descripción de la Patagonia. Editorial Hachette. Buenos Aires, 1976.
- Frazer, J. (1890): La Rama Dorada. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1974.
- Freud, S. (1996): Obras completas de Sigmund Freud. Biblioteca Nueva. Madrid.

Notas
(1) Darwin, Ch. (1948) Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Librería el Ateneo. Buenos Aires. 1948.
(2) Falkner, T. (1774) Descripción de la Patagonia. Págs. 144 y 145
(3) Darwin, Ch. (1845): Op Cit., Pág. 130.
(4) Dobrizhoffer, M. (1784): Historia de Abipones. Tomo I. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia, Chaco. 1967. Págs. 414 y 415.
(5) Darwin, Ch. (1859): El origen de las especies. Editorial Planeta. 1992. Pág. 476.
(6) Freud, S. (1996): Obras completas de Sigmund Freud. Tomo II. Biblioteca Nueva. Madrid. Págs. 1782-1783.
(7) Frazer, J. (1974): La Rama Dorada. Editorial Fondo de Cultura Económica. México. 1974. Pág.302.
(8) Dobrizhoffer, M. (1784): Historia de Abipones. Tomo II. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia, Chaco. 1968. Págs. 274-275.

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