jueves, 27 de septiembre de 2007

6. CONSIDERACIONES SOBRE LA LICANTROPÍA EN NARRATIVAS INDÍGENAS ARGENTINAS ACTUALES

Introducción

El presente trabajo está basado en algunas consideraciones extraídas de las lecturas de narraciones orales indígenas, en la República Argentina. Sobre una recurrencia en esos relatos, la transformación de personas en animales –licantropía o metamorfosis-, se intenta establecer una relación entre las narrativas indígenas y ciertas conceptualizaciones de la Psiquiatría y la Psicología.
La licantropía, desde el idioma griego, tiene su raíz en la palabra lykántropos, en la cual lykos significa “lobo” y anthropos “hombre”. En este caso, la palabra connota la presencia de un ser con cualidades mezcladas de animales y hombres. Por otra parte, cabe señalar que “licantropía” tiene como término de significado próximo a “metamorfosis”, e incluso que se han usado ambas palabras indistintamente.

La licantropía o metamorfosis desde ciertas narrativas indígenas actuales

En primer lugar, los relatos citados a continuación tienen en común la transformación del ser humano en animal. En segundo lugar, estas narraciones intentarían una interpretación sobre los motivos de ciertos comportamientos animales, quizás también el de explicar el origen de una clase determinada de ellos. Finalmente, en tercer lugar, la transformación del ser humano en animal está quizás relacionada a una burla o evitación de reglas grupales, e incluye en todos los casos citados, un castigo.
Se tomarán cuatro narrativas orales indígenas argentinas, en relación a la licantropía.

a) Transformación de una mujer en el ave cauquén:

Este relato procede de una tradición oral Alacalufe, población que habita en la Tierra del Fuego. El texto ha sido obtenido de un trabajo de Fernando Pagés Larraya, titulado Textos de tradición oral Alacalufe. Esta tradición oral trata el caso de una mujer que, con la desaprobación de su familia, toma como pareja a un lobo.

“Un lobo se puso a vivir con una mujer. El lobo era verdadero lobo, la mujer era persona. Ella lo llevó a su casa. Lo presentó a sus padres y hermanos. A ellos no les gustó pues le causaba miedo, pero ella no les hizo caso e insistió en que se quedara. Un día salió la mujer a mariscar y dejó a su esposo al cuidado de su madre. Aprovechando que ella no estaba, el hermano le dijo al padre que podían matarlo, ya que era feo y hediondo. Acordaron hacerlo antes de que ella regresara y así lo hicieron, luego lo descuartizaron.
La hija, que se había quedado preocupada, regresó y descubrió manchas de sangre, dándose cuenta de lo que habían hecho con su esposo. Quedó sola y finalmente se convirtió en cauquén. (1)”

La transformación en animal de una mujer, en este caso el ave cauquén, se produce luego de la muerte de su esposo, una relación desaprobada por su familia.

b) Transformación de un niño en el pájaro carpintero:

Este relato se toma de una tradición oral Ona, población situada en zonas de Tierra del Fuego, en la región más austral de la República Argentina.
En este texto se habla de una mujer que posee cualidades superiores a lo común, las que luego se descubren como aparentes y resultado de las pertenecientes a su hijo. El mismo tiene la propiedad de convertirse en hombre y posee un pene de dimensiones extraordinarias. Además, el niño prodigio mantiene a menudo relaciones sexuales con su madre. Cuando el padre del niño descubre esta relación, castiga al hijo cortándole el pene. Posteriormente al castigo, el niño se transforma en pájaro.

“Había una vez una mujer que todos los días se dirigía al bosque en busca de alimento, llevando en la espalda, dentro de una bolsa de cuero, a su pequeño hijo. Siempre regresaba cargada de abundantes hongos y frutos, y nadie se explicaba como una mujer con un bebé podía ser -sin lugar a dudas- la mejor recolectora.
En realidad, sucedía que el niño tenía la facultad de convertirse en hombre cuando su madre lo sacaba de la bolsa, de modo que podía trepar a los árboles más altos y elegir los mejores hongos, que iba lanzando a la mujer desde las alturas.
Una vez que ella, como siempre, se agachó a recoger del suelo uno de los frutos, el hijo, que la miraba trepado a la copa de un quindó, sintió surgir en él un deseo irreprimible por su madre. Entonces le gritó que guardara el fruto entre sus piernas, lo cual logró despertar la voluptuosidad de la mujer, hasta el punto de que olvidó que se trataba de su propio hijo y se dejó poseer sobre el suelo del musgo. Después, el hombre se introdujo de nuevo en la bolsa donde volvió a ser un bebé.
El tiempo iba pasando mientras continuaban las expediciones al bosque, donde madre e hijo se convertían en amantes y del cual ella volvía cargada de frutos.
Las otras mujeres del clan estaban intrigadas. Cuando le preguntaban a la joven madre por su exitoso método de recolección, ella decía que había aprendido a distinguir los árboles más prolíficos y que se trepaba a ellos en vez de contentarse con lo que estaba a su alcance. Pero sus compañeras desconfiaron de que una mujer cargada con un bebé pudiera hacer lo que contaba, y un día la siguieron secretamente hasta el bosque. Allí vieron con asombro cómo el bebé salía de la bolsa transformado en hombre y yacía con su madre. Espantados volvieron al campamento a contarle al padre del niño la escena que habían presenciado. El hombre no quiso creer lo que escuchaba, pero sospechó de su mujer al advertir que ante él nunca sacaba el bebé del morral. De modo que al día siguiente la acompañó hasta la espesura y le preguntó con dureza porqué no dejaba al niño en la choza como lo hacían las demás mujeres, a lo que ella respondió que su hijo era muy pequeño todavía. Entonces el padre rasgó el cuero de la bolsa de un solo cuchillazo y el niño cayó al suelo. El hombre vio, asombradísimo, el enorme miembro viril de su hijo y, horrorizado, volvió a alzar su cuchillo y se lo cortó.
Dicen que la criatura, al quedar sola en el suelo, tomó con los dientes el miembro amputado, que enseguida se transformó en un pico poderoso del que salía una lengua intensamente roja. Así, poco a poco el niño se convirtió en pájaro carpintero, esa ave que permanece mucho tiempo aferrada a los árboles, martillando los troncos en busca de alimento.” (2)

La transformación en animal se produce luego de haber sido descubierto el secreto de la mujer. Su hijo, después de transformarse muchas veces en hombre, luego del castigo se muda en pájaro carpintero de manera definitiva, y es condenado a habitar las copas de los árboles.

c) Transformación de dos personas en el oso hormiguero y la chuña:

El tercer ejemplo es tomado de una tradición oral Iojwaha o Chorote. A diferencia de los anteriores este relato es tomado de la zona norte del país, específicamente la región del Chaco Salteño. La narración incluye a dos hermanos de distinto sexo, que se quedan a vivir solos en un lugar de donde todos han huido a causa de un incendio.

“En aquel tiempo de los antiguos, por el lado del norte había empezado un incendio que, pese al viento que tenía la misma dirección, vino avanzando despacio hacia el sur, permitiendo escapar a la gente que vino pechando y pechando hacia estos lugares.
Cuando llegaron a este río, el Pilcomayo, todos lo cruzaron para continuar rumbo al sur, menos un joven que se quedó sólo con su hermana donde están esas barrancas altas, sobre la orilla de enfrente.
Tres días más tarde, ese muchacho empezó a mantener relaciones sexuales con su propia hermana como si fuera la esposa.
Cuando ese gran fuego estaba por alcanzarlos, él cavó un pozo en el medio del monte y, al llegar a unos tres metros de profundidad, fue a la orilla a juntar barro para llevarlo adentro.
Entonces, se metió con la hermana en el hoyo, lo tapó bien por encima y siguieron yaciendo juntos tranquilamente.
Cuando los alcanzó el incendio, él se dio cuenta porque el humo entraba al pozo a través de las raíces de los árboles. Entonces cubrió inmediatamente, con barro, los agujeros por donde venía el humo. Al rato llegó otra ola de fuego y, antes de que el pozo se llenara de humo, volvió a sellar los agujeros.
Se quedaron ahí adentro durante unos cinco o seis días. A cabo de los cuales, el joven agarró una varilla y la empujó hacia arriba para ver si podía salir. Cuando sintió que no quemaba, se dio cuenta que el incendio había pasado y recién entonces se decidió a salir.
Al salir, como el humo no le permitía ver nada, se echó con la frente bien apoyada sobre el suelo. Pasado un rato miró hacia el monte percatándose, sorprendido, que no había quedado ni un sólo árbol. ¡Todo era puro campo pelado! Mientras miraba en distintas direcciones e intentaba incorporarse, notó que ya no tenía cuerpo de hombre y, al rato, disparó sobre el campo convertido en hónikiu, la chuña.
Desde el pozo su esposa, que era la hermana, lo oyó cantar como esa ave y entonces también ella salió. Y mientras miraba el campo quemado, se cambió en soóla, el oso hormiguero.
Y así siguieron en adelante: el hombre como chuña y la mujer como oso hormiguero, cada uno por su lado y separados para siempre.” (3)

La transformación en animal se concreta luego de haber mantenido relaciones sexuales, en contra de las reglas de su grupo. Ello acontece inmediatamente antes de que el fuego los alcanzara y durante el incendio, cuando todos los miembros de la comunidad habían huido, dejándolos solos. No mueren quemados, pero terminan transformándose en animales.

d) Transformación de dos hermanos en tigres (jaguares o pumas):

El ejemplo a considerar es de una tradición oral Ishir o Chamacoco. Esta población vive cerca del Chaco Paraguayo, al norte de la República Argentina. En esta ocasión se habla de las vicisitudes que pasa toda una familia. Un hijo queda paralizado al contemplar el sexo desnudo de su madre, la que para curarlo accede a tener intercambio sexual con él. El padre intenta luego matar a su hijo y al hermano. Finalmente, los hermanos se convierten en tigres.

“Cuando cayó ese aguacero, su madre cubrió con una estera al joven que parecía dormir boca arriba. Mientras la tiraba, se abrió el taparrabos y el hijo pudo verle el sexo, vérselo muy bien.
Desde es momento el joven no quiso comer más. Pasaban los días y no comía nada; le traían miel, palmitos y nada, no quería nada. Lloraba tirado en su cama, recordaba el sexo de su madre y no podía pensar en otra cosa. Al fin le dijo a la mujer que quería comer harina de algarrobo, de la que ella guardaba en el monte, y su padre salió para traerla. Cuando quedaron solos, preguntó a su hijo porqué se negaba a comer.
- ¿Mi hijo, por qué no quiere comer? ¿Qué necesita que está siempre llorando? ¡Dígame que necesita, que yo se lo voy a dar!
- Mamá. Yo he visto su sexo y desde entonces me quiero acostar con usted.
- ¡Y bueno, acuéstese nomás para que quede tranquilo! ¡Está bien!
Y así el hijo tuvo sexo con su madre. Después de ello comió todo lo que había. Cuando llegó el padre, ella dijo que el joven ya estaba bien, que había ido de balde a buscar esa harina de algarrobo. Ahí el padre calculó, adivinó, supo que lo que pasaba no era por la comida. Adivinó que ese joven ya había tenido sexo con su mamá.
“Mi hijo ya consiguió lo que necesitaba. Por eso no llora más y está con gozo”, pensaba el hombre.
Pasó bastante tiempo de eso. Una vez el padre dijo de ir a buscar pescado, y llevó con él a su hijo menor y el mayor quedó ahí. Cuando encontraron donde había anguilas, el padre le dio un ajlebuk, un palo-cavador, al chico y le dijo que cavara para sacar una anguila que había abajo. Cuando el pozo llegaba hasta su cintura, él mandó que volviera y que buscara a su hermano mayor, para que continuara cavando más abajo. En la toldería, su madre le encomendó que no dejara que su hermano trabajara demasiado; recién había salido del Tobísh, el lugar donde se iniciaban los jóvenes, y no debía ensuciarse. Cuando de nuevo encontraron a su papá, le dijo al mayor:
-Aquí hay una anguila que no puedo sacar, no consigo agarrarla por las agallas. ¡Entrá un poco a probar vos!
Entró el joven pero no había anguila ahí, era un pozo vacío nomás. Pero cuando entró, el hombre lo agarró por las piernas y lo dio vuelta en el pozo, con la cabeza hacia abajo, y en seguida lo tapó. Al menor le había dicho que se fuera, pero él vio bien lo que había pasado. Entonces su padre también lo dejó allí y se fue; dejó a sus dos hijos ahí, al muerto y al menor.
El hijo menor no quiso abandonar a su hermano. Lloró junto a él hasta que amaneció, y al día siguiente ya no le quedaba voz para seguir llorando.
Ya los tuyuyú, las cigüeñas, querían bajar ahí para comer pescado y no podían porque había un niño estorbando. Después bajó la cigüeña y le preguntó que hacía. El chico quiso contestarle, pero estaba sofocado por el llanto y su garganta estaba cerrada. Sólo pudo hacerle una seña de que ahí habían hecho un pozo y habían matado al otro. No lo pudo entender el tuyuyú. Entonces mandó venir a todas las garzas, a todas las aves de lo alto para que vieran qué era lo que necesitaba ése. Todas las aves llegaron, pero tampoco pudieron entender lo que ese muchacho estaba diciendo con sus señas.
- ¡Llamen a Kaáze, el caraú! –dijo un ave. Y cuando llego Kaáze siguió hablando: -¡Aquí hay un chico que no nos puede decir qué le pasa! ¡A ver si usted lo puede curar!
Entonces Kaáze trajo un caracol de agua grande, de esos redondos con tapa abajo; sacó lo de adentro y se lo hizo tragar al niño. Lo tragó, pero tampoco pudo hablar. Volvió a darle más carne del caracol, y entonces ahí ya pudo hablar bien.
- Mi hermano está aquí abajo. Mi padre lo mató y lo puso aquí enterrado.
Las aves dijeron que enseguida lo iban a salvar y empezaron a sacar el barro con sus pies. El muerto ya estaba hinchado, podrido, pero ellos empezaron a curarle, a procurar darle algún poder para vivir. Todas las aves procuraron salvarlo y lo lograron. Al fin pudo sentarse y hablar con su hermano.
- ¿Por qué estamos aquí?
- Papá te mató, te trajo acá y te mató. Pero mediante estos tuyuyú y estas garzas te curaste de nuevo.
Así supo él todo lo que había pasado. Enseguida todos los tuyuyú les hablaron a los dos jóvenes.
- ¿Ustedes no querrían esta forma de pájaro para convertirse –los tuyuyú querían que se cambiaran en aves- así podrían volar también?
- No, no queremos –contestó el mayor-. Porque si ustedes nos forman como animales, los otros nos matarían y comerían nuestra carne.
- Pero, también hay elepiót, jaguares por ahí. ¡Y esos no se comen!
- Eso sí, esos no se comen. Y si nos convertimos como esos, podríamos ir más tranquilos entonces.
Ahí las aves del cielo les dieron su poder. Los soplaron, y los dos hermanos salieron como dos elepiót.” (4)

La transformación en animal se produce luego de la muerte. También se incluye que uno de los transformados en tigre ha tenido una enfermedad y que se curó teniendo una relación sexual con su madre.
En los cuatro relatos existe una recurrencia: los protagonistas cometen una falta y a continuación se convierten en animales. Esto es: se produce una licantropía o metamorfosis.


La psiquiatría y su descripción de la licantropía

Desde los orígenes de la medicina, la licantropía era tomada como un diagnóstico elaborado por charlatanes y magos. En el siglo V antes de Cristo, Hipócrates nos dice en Sobre la enfermedad sagrada lo siguiente: “(…) los hombres que carecen de un medio de vida se las ingenian y se inventan muchos y varios trucos en cualquier asunto y, en esta enfermedad, achacándole la culpa a un dios en cada manifestación de la dolencia. Porque no inculpan a uno solo, sino a varios. Con que si uno imita a una cabra, o si ruge y sufre convulsiones por el lado derecho, dicen que la responsable es la madre de los dioses. Si grita de modo más fuerte y más agudo, lo asimilan a un caballo y afirman que el responsable es Poseidón. Si se le escapa algún excremento, lo que sucede muchas veces a los que están dominados por la enfermedad, se le aplica el sobrenombre de la diosa Enodia; pero si es más repetido y menudo, como los pájaros, el de Apolo Nomio. Si echa espuma por la boca y da coces, Ares tiene la culpa. Los que tienen terrores nocturnos, espantos y delirios, y dan saltos de la cama y se escapan fuera de sus casas, dicen que sufren ataques de Hécate y asaltos de los héroes. Recurren a justificaciones y a conjuros, y realizan una acción muy impía y sacrílega a mi parecer.” (5). Hipócrates critica que las enfermedades sean asimiladas a animales y relacionadas inmediatamente con ciertos dioses.
Sorano, médico romano del siglo I de nuestra era, nos habla de pacientes que sufren de manía (“locura” en griego): “Los ataques son continuos, o bien separados por intervalos durante los cuales los pacientes ignoran completamente la agitación por la que han pasado y a veces conservan un vago conocimiento de lo que ha ocurrido; el paciente puede imaginar que ha tomado otra forma que la suya; uno se cree a sí mismo un gorrión, un gallo o un vaso de barro; otro, un buen orador o actor, sosteniendo gravemente una caña e imaginando que lleva el cetro del mundo; otros gritan como niños y piden que se les lleve en brazos o se creen a sí mismos un grano de mostaza y tiemblan continuamente por temor a ser comidos por una gallina; algunos hasta se niegan a orinar por temor a provocar un nuevo diluvio” (6). En este punto, Sorano asocia la licantropía con la manía (locura griega).
Areteo de Capadocia, entre los siglos I y II de nuestra era, nos dice refiriéndose a la melancolía grave: “Si la enfermedad se vuelve más imperiosa, entonces el enfermo odia, evita los lugares concurridos por los hombres, se entrega a varias lamentaciones, se queja de la vida y desea morir. En muchos casos esto da lugar a la insensibilidad y a la insensatez. Se despreocupan de todo o se olvidan de ellos mismos y viven la vida de animales inferiores” (7). En este caso, se asocia el modo de vida de los melancólicos con formas de vida propias de animales.
Y en el siglo II después de Cristo, Galeno afirma: “Los melancólicos están siempre invadidos por temores, pero las imágenes fantásticas no se presentan a ellos siempre de la misma manera. Así, uno de ellos se imaginaba estar hecho de conchillas y, en consecuencia, evitaba a todos los caminantes por miedo a ser aplastado. Otro, viendo que los gallos batían sus alas antes de cantar, imitaba la voz de estos animales y golpeaba sus flancos con los brazos. Otro sospechaba que Atlas, fatigado del peso del mundo que soporta, podría desprenderse de su pesado fardo y de esta manera aplastarse, al mismo tiempo que podría hacer perecer a todos. Miles de ideas semejantes atraviesan su espíritu.” (8) En este cuadro, Galeno asocia nuevamente la locura (en este caso la de forma melancólica) con la transformación en un gallo.
Ya en el momento de la Modernidad, Francois de Boisser de Sauvages de la Croix (1706-1777) describe dos cuadros clínicos que relacionan la locura y la licantropía. Uno es la melancolía “hippanthropica” y el otro la melancolía “zooantrópica”. La descripción del segundo es la siguiente: “todas las niñas de un convento estaban atacadas de una singular melancolía en ciertos días y en ciertas horas determinadas; durante el acceso, las jóvenes se creían gatas y formaban un concierto miálico” (9). Es de importancia remarcar que este cuadro licantrópico es diferenciado en sus formas en la misma modernidad, por lo cual vemos que ha tenido continuidad en el tiempo.
Griesinger, en 1845, en su libro Patología y Terapéutica de las enfermedades mentales, nos describe el siguiente cuadro clínico: “Una joven melancólica a la cual he observado, vio una cabeza de cerdo que salía de un espejo y se acercaba hacia ella: a partir de ese momento ella creyó durante mucho tiempo que se había convertido en un cerdo.” (10). En este caso, la licantropía se produce por la visión de un animal y la sucesiva creencia en la transformación en el mismo. Nuevamente, la licantropía se relaciona con la locura de forma melancólica.
Por último, acercándonos a la actualidad en psiquiatría, tomaremos a Henry Ey. En su Tratado de Psiquiatría, la transformación en otro ser nos estaría hablando de fenómenos en el terreno de las psicosis. Los observables antes señalados en relación a la licantropía, se encuentran dentro de los cuadros de psicosis confusionales, de psicosis delirantes (en sus forma aguda y crónica) y, por último, de psicosis esquizofrénicas. Ey escribe, al referirse al cuadro clínico de psicosis confusional, lo siguiente: “Es también frecuente que las escenas oníricas sean terroríficas y estén constituidas por experiencias alucinatorias visuales, en las que suceden espantosas peripecias, en que aparecen caras sangrantes de monstruos, bestias feroces o repugnantes (zoopsias), llamas, etc.” (11) En relación a las psicosis esquizofrénicas, la licantropía estaría incluida entre las vivencias de despersonalización. Dice el psiquiatra que “muy a menudo la extrañeza más o menos insólita o terrorífica se vive en la esfera del cuerpo o del pensamiento, y los enfermos se lamentan de ser transformados, metamorfoseados. En efecto, el síndrome de despersonalización es particularmente frecuente e importante en la evolución de estas psicosis. El proceso esquizofrénico marca con su sello especial este nivel del delirio (ya que la despersonalización se encuentra también fuera de la esquizofrenia, por ejemplo en la histeria, en ciertas intoxicaciones, en ciertas psicosis agudas, etc). Le confiere un acento fantástico o barroco, expresándose a través de un lenguaje a menudo ambiguo, abstracto, extraño y contradictorio: “mi alma es una hoja” (12). La licantropía en el tratado de Henry Ey quizás esté representada en el Síndrome de Despersonalización. Esta clasificación se sigue usando hoy en día.
Puede pensarse, entonces, que para los desarrollos psiquiátricos la licantropía estaría íntimamente ligada a la locura, en sus diferentes formas



La psicología y la licantropía

En el terreno de estudios de psicología, podríamos tomar los aportes del psicoanálisis en relación a ciertos aspectos de la licantropía, si bien este concepto no ha sido trabajado puntualmente.
En Tótem y tabú, podemos decir que Sigmund Freud relaciona el animal tótem con un sustituto de la figura paterna. También algo a considerar, en la relación del psicoanálisis con la licantropía, es que en los historiales de Freud aparecen animales ocupando lugares centrales en el entramado de las neurosis. De esta manera, en el historial clínico titulado Análisis de una fobia de un niño de cinco años, aparece toda una problemática del síntoma en torno a la fobia, recaída sobre el animal caballo. Con el mismo criterio, en otros análisis estudiados en extenso por el maestro de Viena –ejemplos: El hombre de los Lobos y El hombre de las ratas- desde los mismos títulos se indica una relación entre las neurosis y los animales mencionados.
En el terreno etimológico de la palabra “psicología”, esta se desdoblaría en dos vertientes. Se puede decir que tiene su raíz griega en la palabra “psyché”, que significa “alma”, y “logos”, traducida como “tratado o cuerpo teórico”. En el libro Los Complejos y el Inconciente, Carl Gustav Jung escribe: “La palabra griega Psyché significa también, como es sabido, mariposa.” (13). La confusión del alma con un insecto está presente en la misma etimología de la palabra psyché y, más precisamente, se confunde el alma con un insecto de gran predisposición a la metamorfosis.
Con esta consideración de psyché, Jaques Lacan dice en su Seminario 8 que “Psique está alada con alas de mariposa. Poseo objetos alejandrinos en los que psique está representada bajo aspectos diversos y a menudo provista de alas de mariposa, que en este caso son el signo de la inmortalidad del alma. Ustedes conocen las fases de la metamorfosis que experimenta la mariposa, o sea, que primero nace en estado de oruga, de larva, luego se envuelve en esa especie de tumba, de sarcófago, cuya forma recordará a la momia, y vive ahí hasta que vuelve a la luz del día bajo una forma gloriosa. La temática de la mariposa como significativa de la inmortalidad del alma había aparecido ya en la antigüedad y no sólo en las religiones diversamente periféricas. Ha sido utilizada incluso en la religión cristiana como simbólica de la inmortalidad del alma, y todavía se usa.” (14). Lo dicho por Lacan sigue en la misma línea de Jung.
Es importante destacar que en los casos clínicos psicoanalíticos, si bien sólo tienen un siglo de existencia, aún existe intacta la aparición de animales vinculada a la neurosis.
Por último, en referencia al psicoanálisis, es importante señalar que las metamorfosis anteriormente citadas, están en íntima relación con la prohibición de ciertas relaciones sexuales por las leyes del incesto, correspondientes a distintas culturas.

Conclusiones

En el desarrollo anterior se intenta establecer una posible conexión entre estilos narrativos indígenas, contemporáneos argentinos, y ciertas conceptualizaciones psiquiátricas y Psicológicas.
El hecho de que en las narraciones indígenas aparezca un cambio abrupto en la trama y emerja un elemento injustificado, como lo es la transformación de hombres en animales, puede ser tomado como un modo o estilo de terminar una narración oral. La intención de este trabajo, al establecer una conexión con la psiquiatría y la psicología, es la de marcar que, en los relatos indígenas argentinos, en ese lugar adonde aparece la transformación en animal dicha metamorfosis puede interpretarse -o tal vez traducirse- como la instalación de un cuadro depresivo o excitador, pero que tiene de cualquier forma elementos nocivos y perjudiciales. Para seguir estableciendo relaciones, podría interpretarse este rasgo de la narración indígena argentina con conceptualizaciones del psiquiatra Karl Jaspers: allí donde se produce la licantropía en una narrativa, es el lugar en donde Jaspers situaría la necesidad de ejercer cierta explicación. En este lugar es donde se produce un quiebre, algo que no puede ser comprendido y necesita ser explicado.
Para concluir, y a modo de síntesis, se puede decir que donde, desde un pensamiento occidental, se esperaría la aparición de sensaciones de angustia y desesperación -y quizás la muerte-, surge la licantropía. Por ello, podría establecerse que en los relatos el lector debe interpretar la licantropía como una forma de aparición de la angustia y, quizás más precisamente, de la muerte.

Referencias bibliográficas

- Cantini, A. (1988): Leyendas de la Tierra del Fuego. Editorial Planeta. 1998.
- Chase-Sardi, M., Siffredi, A., Cordeu, E. (1992) El gateo de los nuestros: Narrativa Erótica indígena del Gran Chaco. Ediciones del Sol. Buenos Aires.
- Ey, H., Bernard, P., Brissett, Ch. (1980): Tratado de Psiquiatría. Masón Editores. Barcelona.
- Freud, S. (1996): Obras Completas. Tomo I, II y III. Biblioteca Nueva.
- Griesinger, W.(1997): Patología y Terapéutica de las enfermedades mentales. Segunda parte. Editorial Polemos. Buenos Aires.
- Hipócrates (1990): Tratados Hipocráticos I. Editorial Gredos. Madrid.
- Jung, C. (1994): Los Complejos y el Inconsciente. Ediciones Altaya. Madrid.
- Lacan, J. (1988):El Seminario de Jacques Lacan. Libro 8. Ediciones Paidós. Buenos Aires-Barcelona-México.
- Pagés Larraya, F. (1985): Textos de la tradición oral Alacalufe. Mitológicas. Revista del Centro Argentino de Etnología Americano (CAEA), N° 1, Buenos Aires.
- Pichón Riviere, E. (1980): La Psiquiatría , una nueva problemática. Del Psicoanálisis a la Psicología Social. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires.

Citas

(1) Pagés Larraya, F. (1985): Textos de la tradición oral Alacalufe. Mitológicas, en Revista del Centro Argentino de Etnología Americano (CAEA), N° 1, Buenos Aires.1985. Pág. 40.
(2) Cantini, A. (1998): Leyendas de la Tierra del Fuego. Editorial Planeta. Págs. 162-163.
(3) Chase-Sardi, M., Siffredi, A. Cordeu, E. 1992) El gateo de los nuestros: Narrativa Erótica indígena del Gran Chaco”. Ediciones del Sol. Buenos Aires. Págs. 131-132.
(4) Chase-Sardi, M., Siffredi, A. Cordeu, E.: Op. Cit., Págs. 229-235.
(5) Hipócrates. (1990): Tratados Hipocráticos I. Editorial Gredos. Madrid. Págs. 403-404
(6) Pichón Riviere, E..(1980): La Psiquiatría , una nueva problemática. Del Psicoanálisis a la Psicología Social. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. Págs. 180-181.
(7) Pichón Riviere, E., Op. Cit. Pág. 179.
(8) Pichón Riviere, E. Op. Cit. Pág. 182.
(9) Pichón Riviere, E. Op. Cit. Pág. 186.
(10) Griesinger, W. (1997): Patología y Terapéutica de las enfermedades mentales. Editorial Polemos. Buenos Aires. Segunda Parte. Págs. 83-84.
(11) Ey, H., Bernard, P., Brissett, Ch. (1980) Tratado de Psiquiatría. Masón Editores. Barcelona. Pág. 280.
(12) Ey, H., Bernand, P, Brissett, Ch.: Op. Cit. Pág. 514.
(13) Jung, C. (1994): Los Complejos y el Inconsciente. Ediciones Altaya, Madrid. Págs. 20-21.
(14) Lacan, J. (1988): El Seminario de Jacques Lacan, Libro 8. Ediciones Paidós. Buenos Aires-Barcelona-México. Págs. 256-257.

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