jueves, 27 de septiembre de 2007

7. LA IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON LOS ANIMALES, EJEMPLIFICADA A TRAVÉS DE NOMBRES Y APELLIDOS

Introducción
El presente trabajo tiene el propósito de hablar de la importante relación entre el hombre y los animales, tomando como ejemplo los nombres y apellidos, para ello se efectuará un cierto recorrido histórico.
Dicho vínculo se trabajará a partir de siete temáticas organizadoras. En las mismas se mostrará que muchos nombres y apellidos -de los más antiguos, puede decirse- provienen de los vocablos utilizados para referirse a animales o hierbas, lo que sucede en casi todos los idiomas. Particularmente, se tratará la relación entre el hombre y los animales respecto de la historia argentina, en sus características específicas.

1. Enfermedades

Las primeras connotaciones de los nombres usados para las enfermedades, referirían a algunos seres vivos perjudiciales como las alimañas, plagas o parásitos. Es así que la palabra “peste” puede tener esa misma connotación. Por otra parte, antiguamente las enfermedades estaban íntimamente relacionadas con el peligro de muerte.
Desde la medicina clásica, Hipócrates decía que las afecciones con síntomas que implicaran la creencia en la transformación en animal eran diagnosticadas, por los charlatanes y embusteros, como males de dioses. Tomando a las elaboraciones filosóficas, leemos que lo animal y lo vegetal son parte del alma. De hecho, según Aristóteles el alma tiene tres partes: vegetativa, sensitiva e intelectiva. La primera es común a todos los seres vivos, la segunda corresponde a los animales y la tercera es propia del hombre. También dirá Aristóteles que el útero femenino “corre”, si está enfermo, de un lugar a otro como un animal. Lacan trabaja a Aristóteles en este sentido y dice: “Aristóteles da ya de la histérica una teoría basada en el hecho de que el útero era un animalito que vivía en el interior del cuerpo de la mujer, y que cuando no se le daba de comer se revolvía con impúdica fuerza. Está claro que tomo este ejemplo porque no quiero tomar otro mucho más evidente, el órgano sexual masculino, que no necesita de teórico alguno para llamar la atención con sus resurgimientos.” (1). Más cerca en el tiempo y con relación a la locura, Emmanuel Kant afirma que la hipocondría es una enfermedad de “grillos en la cabeza”.
En territorio argentino, las prácticas de curanderismo del Tucumán del siglo XVIII giran en torno al sapo, la araña y los reptiles pequeños. Paralelamente, las representaciones de la muerte o de los dioses aluden a ciertos animales depredadores (el tigre) o “mansos” (el avestruz criollo o suri). Los curanderos argentinos históricos, tan combatidos desde distintos discursos oficiales, generalmente sacaban una araña o reptil de la zona enferma, con los cuales estos animales estaban en una equivalencia de enfermedad-animal. El curandero sacaba o arrancaba una araña de la zona enferma; al sacar este insecto se curaba el dolor o la enfermedad.
En las leyendas populares de origen cristiano, lo siniestro ocurre en animales domésticos, por ejemplo en la historia del “familiar”, perro guardían tucumano diabólico, y en la del gato negro común atinente a la personificación del diablo.

2. Religiones

Los primeros dioses, según podemos llegar a afirmar, fueron plantas y animales de gran tamaño o de alguna cualidad envidiable: elefantes, búhos, tigres o serpientes. La imagen de Dios convertido en animal, puede verse incluso en la tradición judeo-cristiana. Jorge Luis Borges afirma que en el Génesis del Antiguo Testamento, Dios es identificado con un elefante (Behemoth en hebreo). El autor escribe que “Behemoth es palabra hebrea, que es como decir bestia y al juicio común de todos sus doctores significa el elephante, llamado así por su desaforada grandeza, que siendo un animal vale por muchos” (2). Jesucristo ha sido ampliamente identificado con el cordero sacrificial.

3. Bestiarios

Según Fernando Pages Larraya, en el siglo II se inició, en Alejandría, la tradición de bestiarios con autores anónimos. En estos libros se simbolizaba a través de animales la relación entre el bien y el mal, incógnitas espirituales con alegorías extrañas y herméticas. Fueron autores de bestiarios Felipe de Thaum, en el siglo XII, Pedro de Picardía y Guillermo de Normandía, en el siglo XIII.
Refiriéndose al bestiario anglosajón, Borges señala que “se han conservado sólo dos capítulos. Y estos capítulos son curiosos porque se refieren a la pantera y a la ballena. Y la pantera es, asombrosamente, un símbolo de Cristo.” (3)

4. Locura

Quizás una de las formas más antiguas de la locura fue su modo licantrópico, la transformación del hombre en animal. Podría haber sido despertada por la enorme admiración que siente el hombre hacia algunos de ellos. Desde los tratados médicos más antiguos hasta el tratado de psiquiatría de Henry Ey, el hombre se ha “transformado” en ave, oso, cerdo, lobo, tigre, perro y gato, incluso hasta de modo colectivo. En elaboraciones “psiquiátricas” anteriores, la licantropía aparece generalmente más ligada a la melancolía, aunque no deja de aparecer durante la manía.
En las formas tribales, es muy común ver cómo los hombres se visten como animales y esto se encuentra también en pinturas rupestres. Es quizás la licantropía una de las prácticas más antiguas y uno de los modos de veneración al animal.
En Argentina, la licantropía histórica está en relación a prácticas shamánicas, vinculadas a los tigres o los suris (avestruces criollos). Aparece ya desde el siglo III después de Cristo, en el límite entre las provincias de La Rioja y Catamarca. La marca del tigre marcó el pasado argentino. Esto quedó excelentemente ejemplificado en el “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento, al identificarse allí al tigre de los llanos con la barbarie. Las mujeres brujas en Tucumán se apellidaban “Vira”, tal como el nombre de una planta. La locura en guaraní se llama “curupí”, al igual que una planta con propiedades astringentes usadas en un ritual, por el cual se conoce a cierto grupo antropológico como partícipe de la “Cultura del Paricá”.

5. Sueños

Es interesante relacionar a los animales con ciertos tipos de sueños angustiantes. Lacan dice en el Seminario 4 lo siguiente: “El caballo es un tema más bien rico en la mitología, las leyendas, los cuentos de hadas, es lo más constante, incluso lo más opaco de la temática onírica. La pesadilla se llama nightmare, o sea caballo de la noche. Todo el libro del señor Jones se centra en esto. No nos muestra que no es por casualidad que el caballo de noche es tan solo la aparición angustiante de la bruja nocturna, que el caballo, mare, sustituye a la bruja” (4).
Borges tiene una idea parecida referida al caballo de la noche. Nos dice: “Creo que según los etimólogos ingleses “nightmare” no significa originalmente “yegua de la noche”, creo que “nightmare” puede ser o fábula de la noche, ya que la pesadilla es una ficción de las horas de la noche, o sino demonio de la noche, y en alemán la palabra “Alp” corresponde a un modo antiguo de decir elfo, es decir, todo esto equivaldría a la idea del demonio, del súcubo, y en griego la palabra es muy hermosa también: “efialtes”, que es el demonio que causa la pesadilla. Se entiende que ese demonio se acuesta, oprime el vientre de quien está durmiendo y le da la pesadilla. De modo que tendríamos una idea parecida: “nightmare”, “Alp”y “efialtes” también, la idea de un demonio.” (5)

6. Apellidos

El historiador Enrique Gandia, hablando sobre apellidos antiguos nos dice: “Por lo general, en Australia, Nueva Zelandia, Guinea, Africa Meridional, China y en todos los pueblos de la civilización retardada, a los recién nacidos suele darse nombres de plantas, de animales o de objetos que llamen la atención de los padres o que recuerden cualquier circunstancia”. (6)
Generalmente, los nombres de animales y hierbas son los más antiguos apellidos que surgieron. Luego, en la modernidad propiamente dicha, empezaron a aparecer los apellidos relacionado con oficios. Como ejemplos de estos últimos puede citarse a Smith, “herrero” en inglés, y Kauffman, “comerciante” en alemán. Finalmente, los apellidos indígenas más importantes refieren al tigre, al suri y al búho, grandes animales admirados por tribus indígenas argentinas.

7. Nombres

Claude Levi-Strauss sostiene que cada miembro de una familia tenía un nombre personal, que era una parte que conformaba el nombre entero de la misma. En El pensamiento salvaje, Levi-Strauss nos dice: “los nombres individuales correspondían a miembros o a partes del animal. Ya sea que la denominación colectiva proceda de una idea del animal concebida en el más alto nivel de la generalidad, y que las denominaciones individuales correspondan a una de sus predicaciones en el tiempo o en el espacio; perro-que-ladra, bisonte-encolerizado, ya sea, por último, a una combinación de los dos procedimientos: ojos-resplandecientes-del-oso. En la relación así enunciada, el animal puede ser sujeto o predicado; el-pez-mueve-la cola, la marea-arrastra-a-los-cangrejos, etc. Cualquiera que sea el procedimiento utilizado (y lo más frecuente es encontrarlos yuxtapuestos) el nombre propio evoca un aspecto parcial del ser individual, absolutamente y a título particular, en esas sociedades en las que el individuo recibe un nuevo nombre en cada momento importante de su vida.” (7)
El nombre personal de cada individuo, según George James Frazer, era ocultado a extranjeros en el caso de los patagónicos araucanos. “Los araucanos difícilmente dan su nombre a una persona extraña, pues temen que de hacerlo adquiera poder sobrenatural sobre ellos. En cierta ocasión, un forastero que ignoraba estas supersticiones le pidió su nombre a un araucano y éste le respondió: “Yo no tengo ninguno.” (8) Esto pueda, quizás, parecerse al fragmento del antiguo testamento en que Moisés le pregunta el nombre a Dios y él contesta: “Yo soy el que soy”. Según Martín Buber, esto fue interpretado como que Dios podría pensar que si yo le digo a un hombre mi verdadero nombre, estoy en su poder, porque si uno sabe el nombre de alguien lo domina.
Los Abipones del Chaco Argentino, ya extintos hoy en día, se negaban –según nos cuenta el misionero Martín Dobrizhoffer- a decir su nombre y no lo hacían de ninguna manera si este correspondía a un muerto. Lo mismo ocurría con los indios Guaycurú.
Sigmund Freud, en Tótem y Tabú, analiza el hecho singular de que los Abipones tuvieron que cambiar tres veces el nombre del tigre (o jaguar criollo) para no pronunciar el nombre de un muerto. El muerto tenía el mismo nombre que el tigre.
Los nombres singulares y personales de indígenas quizá puedan dividirse, para varios idiomas, según el género al que pertenezcan. En Araucano, pueden ser nombres de hombre los siguientes: Mauienau (Diez guanacos), Nahuel tripai (Salió el tigre), Polu vilú (Culebra colorada), Autumilla (Sol de oro). Como ejemplos de nombres femeninos, podemos citar: Calvuñancú (Flor de oro) y Lelvun rayum (Prado de flores). En guaraní, son nombres masculinos: Yaguaracú (La calentura del tigre), Yaguacupé (Espinazo de tigre), Tutuaní (Diente de armadillo). En el caso de mujeres, los nombres pueden ser: Tesapona (Ojos bellos), Saantí (La de los ojos blancos), Cuñantí (La mujer blanca).
Algo similar ocurre con los géneros en idioma español. En relación a las mujeres, los nombres pueden ser: Liliana (Pura como flor de lirio, de origen latino), Susana (Hermosa como lirio, Bella como azucena), Sofía (Sabiduría, de origen griego), Débora (Laboriosa como abeja, de origen hebreo). Estos nombres de mujer refieren a las flores o la sabiduría. En el caso masculino señalemos a: Alejandro (Protector o defensor del hombre, en griego), Jerónimo (Nombre sagrado, con raíz griega), Raimundo (Protector y consejero), Juan (Posee la gracia divina), Gabriel (El que hace la fuerza y poder de Dios, de proveniencia hebrea).
En todos los nombres en español que han aparecido, se puede decir que los de mujeres están en relación a la flor o a la sabiduría, y los del hombre a la protección y a la luz divina.


Conclusiones

Mediante esta serie de siete puntos, se intentó dar lugar a la importancia que tienen los animales y plantas en el origen de nombres y apellidos. Puede decirse que desde los más antiguos tiempos, los animales y plantas fueron verdaderamente admirados e imitados en todo sentido, y hoy en día continúa la admiración. Podríamos ejemplificarlo de la siguiente manera: nuestros autos y aviones reemplazan la fuerza animal (recuérdese de la medida de los “caballos de fuerza”), nuestra ropa sintética sustituye las antiguas pieles de animales (incluso esta práctica sigue dando hoy en día status, como ocurría en milenios anteriores).
Ahora, en relación a los siete puntos anteriores podemos concluir, en primer lugar, que las enfermedades fueron identificadas, en los tiempos más antiguos, aludiendo a alimañas y plagas. Por otra parte, los primeros dioses tenían la imponencia y fuerza de los animales más grandes, y constituyeron un elemento a imitar; del mismo modo, los primeros bestiarios servían de ejemplo moralizante para la educación e instrucción. Esta admiración hacia los animales habría coadyuvado a que los primeros melancólicos o maníacos se transformaran, en su formaciones delirantes, a su imagen y semejanza.
Por otra parte, los primeros apellidos habrían portado determinadas características de plantas y animales. A su vez, los primeros nombres eran una parte de un gran animal o planta admirada; las flores fueron mujeres y lo guerrero y la fuerza protectora de los animales fueron trasladados a los hombres. Por último, fueron una primera parte del alma, de la psique, que quizá ha sido olvidada, relegada y dominada por la intelección de Aristóteles.

Referencias bibliográficas

- Arias, M. y Hadis, M. (2000): Borges Profesor. Curso de literatura inglesa en la universidad de Buenos Aires. Editorial Emecé. Buenos Aires.
- Aristóteles (2001): Acerca del alma. Editorial Gredos. Madrid.
- Borges, J. (2000): Textos recobrados. Emecé. Buenos Aires.
- Dobrizhoffer, M. (1784): Historia de Abipones. Tomos I y II. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia, Chaco, 1967.
- Frazer, J. (1890): La Rama Dorada. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1974.
- Freud, S. (1996): Obras completas de Sigmund Freud. Biblioteca Nueva. Madrid.
- Gandia, E. (1930): Del Origen de los nombres y apellidos, o de la ciencia genealógica. Editorial La Facultad. Buenos Aires.
- Hipócrates (1998): Tratados Hipocraticos I. Editorial Gredos. Madrid.
- Levi-Strauss, C. (1964): El Pensamiento Salvaje. Fondo de Cultura Económica. México.
- Pagés Larraya, F. (1991): Delirium. Documentos para la etnohistoria de crímenes y tormentos de naturales en el Tucumán Colonial. En Seminario de Investigación sobre Antropología Psiquiátrica. Año 2, Nro. 7. Buenos Aires.
- Pagés Larraya, F. (1969): El juego de los animales. Ediciones Prusa. Buenos Aires.

Citas
(1) Lacan, J. (1990): El seminario de Jacques Lacan. Libro 2. El Yo en la teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica (1954-1955). Texto establecido por Jacques Miller. Editorial Paidós. Buenos Aires-México-Barcelona. Pág. 337.
(2) Borges, J. (2000): Textos recobrados. Editorial Emecé. Buenos Aires. Pág. 291.
(3) Arias, M. y Hadis, M. (2000): Borges Profesor. Curso de literatura inglesa en la universidad de Buenos Aires. Editorial Emecé. Pág. 107.
(4) Lacan, J. (2000): El seminario de Jacques Lacan. Libro 4. La relación de objeto (1956-1957). Texto establecido por Jacques Miller. Editorial Paidós. Buenos Aires-México-Barcelona. Pág. 306.
(5) Escuela Freudiana de Buenos Aires (1986): Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Editorial Agalma. Buenos Aires. Pág. 20.
(6) Gandia, E. (1930): Del Origen de los nombres y apellidos, o de la ciencia genealógica. Editorial La Facultad. Buenos Aires. Pág. 18.
(7) Levi-Strauss, C. (1964): El Pensamiento Salvaje. Fondo de Cultura Económica. México. Pág. 254
(8) Frazer, G. (1890): La Rama Dorada. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1974. Pág. 292.

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