domingo, 17 de diciembre de 2017

Historia Psicológica de las Hermanas de Nuestra Señora del Huerto (en Argentina)

Autor: Juan Ramón Guardia Lezcano

 Hice un trabajo sobre las mujeres de la hermandad de la caridad, con Claudia Ferro, hacia 2009, se trataba también incluso de hablar de las mujeres de la sra del huerto, un poco también, donde había imágenes de ellas en la casa cuna.

Recuerdo para marzo de 2012, quedando ciego de un ojo, dirigiéndome hacia el hospital santa Lucia, caminando torpemente por la calle independencia al 2000,  en la calle hago un movimiento brusco hacia atrás, y siento que golpeo contra algo, un golpe rápido y certero, me doy cuenta que me lleve puesto una persona, y recuperándome más, noto que es anciana, y que es una monja, pidiendo disculpas, hablando un poco, me cuenta que es la madre superiora, del instituto que queda en esa cuadra, Sra del Huerto, le cuento que tengo una tía que es madre superiora, de las Camilas, me quedo hablando también con discípula.

La madre superiora me dice: “nosotros estuvimos en el Vieytes, en el Tobar García, y en la casa Cuna”

La discípula, si mal no recuerdo de apellido Sheridian, me dice “nosotros somos más afines a la teología jesuita”, luego de la pequeña conversación, asisto a un sencillo oficio religioso, en una humilde capilla.

Hacia 2013 se añadiría un trabajo con Rosa Falcone sobre el Asilo de Lomas, que fueron agregando datos sobre las hermanas del Huerto.

Puedo decir que puntualmente ahora, lo que se agregan, son datos puntuales sobre su actuación en el Frenopático, y también sus actuaciones sobre salud mental en el Vieytes, también sus actuaciones en institutos del resto del país.

Solo resumiré que en los hogares de tránsito, herederos de la experiencia del Vieytes, mezclaron personal del hospital Fernandez, Frenopático, y diplomadas del Museo Social Argentino.

 Breve historia

El instituto de nuestra señora del huerto tomó su nombre del santuario local consagrado a la “Madonna dell’ Orto”, patrona de Chiavari y devoción regional desde el siglo XVII.

Esto fue trabajado por la lic Claudia Ferro. Las hermanas actuaron primeramente en el Hospital de Mujeres, de la calle Esmeralda, luego,  pasaron al actual Hospital Nacional de Mujeres “Bernardino Rivadavia”, donde siguen actuando todavía. Estuvieron presentes en el  Hospital Neurosiquiátrico de Mujeres y también sirvieron en la Casa de Niños Expósitos, después Casa Cuna  y actualmente Hospital de Pediatría Dr. Pedro Elizalde, también estuvieron en el Asilo de Alienadas de Lomas de Zamora.

El proyecto de fundar un monasterio de la Visitación se remontaba a 1816, debido al deseo de dos hijas de la prestigiosa familia García de Zúñiga, de entrar a la vida religiosa. El apellido de esta flia volvería a aparecer nuevamente en esta historia. En 1821, con el apoyo del padre Antonio Portegueda, devoto del Sagrado Corazón de Jesús, se dirigieron al Papa las primeras peticiones formales relacionadas con la instalación del monasterio. La muerte del sacerdote, en 1832, detuvo el proceso. En la década de 1850, la llegada a Montevideo del Pbro. Isidoro Fernández, procedente de Salta, reimpulsó el proyecto.

 

Su llegada a Argentina, hecho fortuito

 La llegada de las Hermanas del Huerto fue el resultado de una serie de hechos fortuitos, el instituto acababa de instalarse en Génova cuando el Pbro. Isidoro Fernández llegó a Italia. Venía de Montevideo, con la misión de acompañar a la ciudad a un  pequeño grupo de monjas salesas.  En Génova debían unirse a las salesas cuatro Hermanas vicentinas, procedentes de Roma, que habían sido contratadas por la Comisión del Hospital de Caridad, para cumplir allí funciones de asistencia. Al llegar a Génova, Fernández fue sorprendido por la noticia de que las vicentinas habían partido hacia otros destinos. Ante el inesperado suceso, se aconsejó al sacerdote que se dirigiera a las Hermanas del Huerto. Si bien la primera respuesta fue negativa, a los pedidos insistentes siguió la decisión de enviar ocho religiosas al Río de la Plata.

Viajaron la M. Clara Podestá y las Hnas. Mª Alfonsa Covino, Clara Adami, Mª del Crucifijo Rebuffo,Mª Escolástica Celle, Mª Inés Prefumo,Felipa Solari y Pierina Ansaldi. También viajaron quince religiosos franciscanos, bajo la dirección de Fr. Pedro María Pellicci, destinados a Salta.

 De teología jesuita

 Como me decía la hermana Sheridian, son de una teología orientada más a los jesuitas. Los padres jesuitas fueron los capellanes de las Hermanas del Huerto desde su llegada al país. La segunda expulsión de los jesuitas había estado vinculada a la acción de la Sociedad Filantrópica, fundada por masones durante la epidemia de fiebre amarilla de 1857, poco después de la llegada de las Hijas del  Huerto. En ocasión de la profesión de las primeras cinco religiosas del Huerto en Uruguay, el 6 de enero de 1859, el padre jesuita Félix del Val pronunció un sermón en el que opuso “caridad” y “filantropía”, afirmando que “la filantropía que no estaba animada por la verdadera fe y una firme esperanza, no era sino una imitación fingida de la caridad cristiana”.(1)

Hermana Escolástica Celle.

Fue la principal, y más aun en el Instituto Frenopático. Nació en Porto Venere (Spezia), el 31 de diciembre de 1821 y el 9 de abril de 1922,  y murió a los 100 años, 3 meses y 9 días, en Buenos Aires, en el Instituto Frenopático. De ella se recuerda, además, su actuación como iniciadora en el Instituto Frenopático (año 1880).

Sus padres la confiaron a las Hermanas del Huerto. Habiendo recibido la comunión y el hábito de manos del padre Antonio María Giannelli  - creador de la congregación, hoy canonizado por la Iglesia – el 9 de noviembre de 1839 cuando fue admitida en el primer noviciado, el 5 de setiembre de 1841 profesaba sus votos religiosos.

Cerca de 16 años ejerció en Italia su misión. Vino al Plata con la primera expedición llegada a América en 1856.  Luego de prestar servicios en el Hospital de Montevideo pasó al Hospital de Mujeres, donde se la veneró como santa.

En 1887 llegaron formalmente, desde el viejo local del Centro al nuevo emplazamiento de Palermo, veintitrés monjas encabezadas por la Madre María Filomena Gighlione. Pero unos meses antes unas pocas se habían adelantado para preparar la mudanza y vigilar la etapa final de la obra edilicia, en la que trabajaba un enjambre de personas. De ahí en adelante las hermanas ejercieron de enfermeras y guiaron a las ayudantes, efectuando también el recuento de la ropa, la distribución de los alimentos y el control de las medicinas. Todo sucedió hasta 1946, en que empezaron a ser sustituidas por auxiliares apresuradamente diplomada

 En el Asilo de Alienadas de Lomas de Zamora

 Esto fue trabajado con la doctora Falcone. Cuatro años insumieron los trabajos de la obra, y al fin, el 26 de septiembre de 1908 el Asilo de Alienadas de Lomas de Zamora, hoy Hospital Interzonal José Esteves en la calle Garibaldi 1400, fue librado al servicio público. Una congregación de Hermanas de la Caridad, las Hijas de Ntra. Sra. del Huerto, se hizo cargo de la atención espiritual y psiquiátrica. . En 1946 logró la autonomía y en 1958 pasó a depender del Instituto Nacional de Salud Mental.

 Las vueltas de la vida de la familia Garcia de Zuñiga

 Un descendiente de quienes trajo a las hermanas del huerto, Garcia de Zuñiga, fue internado en el Frenopático de ellas, Roberto de las Carreras (Montevideo, 1873-1963), poeta y diplomático uruguayo. Fue hijo bastardo, condición que exaltó a lo largo de su tumultuosa vida, en una sociedad pacata y llena de convencionalismos. Fue hijo natural de don Ernesto de las Carreras, secretario del Gral. Leandro Gómez, y de doña Clara García de Zúñiga.

Este es el retrato de Clara Garcia de Zuñiga, madre de Roberto de las carreras, conocida por ser “ligera de cascos”, la versión uruguaya de la Perichona porteña, precursora de locas de azotea, porque eran encerradas en las habitaciones de techos, tradición que fue previa a los frenopáticos.

Después de heredar la herencia de su padre, tuvo una vida plagada de escándalos para la época, se la vio embarazada de distintos amantes, y salió en los diarios de Montevideo en 1874, por un incidente, de arrojar billetes desde una bandeja, a transeúntes, desde el balcón de un hotel estando desnuda.



 Roberto de las carreras, hijo de Clara, tras dilapidar su fortuna, transcurrió sus últimos cincuenta años de vida sumido en la demencia.

Foto de Roberto de las carreras

 

 


En su autoreportaje dice:

 “-¿Alguno de los dos partidos ha conquistado su benevolencia?

-Por mi familia pertenezco a ambos. Como De las Carreras soy blanco, hijo de un héroe de Paysandú, sobrino en segunda línea de Antonio de las Carreras, el famoso ministro, el Nietzsche del Uruguay que ordenó la temeraria ejecución de Quinteros. No juzgo su conducta en estos momentos de delicadeza. No obstante él mereció bien de los audaces por su irreprensible valor. Condenole a muerte Solano López. Cinco minutos antes pidió una cigarette y la fumó sonriendo. En seguida dejose ir hacia la muerte.

(…) Como García de Zúñiga, soy colorado. Un caballero de este nombre, un hermoso Aramís, un refinado fantástico de una época inverosímil, poseedor de serrallos, jardines babilónicos, bosques flotantes, fastuosas riquezas, cuyos cequíes igualaban en número a las estrellas, salvó la vida a Garibaldi. Garibaldi salvó a Italia, de donde se deduce que Italia ha sido salvada por mi familia. ¡Esa nación me debe un monumento!

-¿Cómo se explica que la heráldica, la blasonada familia García de Zúñiga, descendiente de reyes, haya formado en el partido de los inmigrantes?

-Es una anomalía… que ha sido castigada no distinguiéndose en América, los García de Zúñiga, por ningún hecho notable, excepto la salvación de Italia.

-¿Lamenta Ud. que uno de sus nobles antepasados le haya salvado la vida?

-Jamais de la vie! Venero el rasgo de García de Zúñiga como uno de los más excelsos timbres nobiliarios. 
¡El que ejercitó al azar sus armas en América fue apóstol civilizador en Europa! En mi concepto, Garibaldi fue víctima de una obcecación.

(…) Al sentirse voces de que Batlle proclamaría la Guardia Nacional, el dios Julio, voluptuoso, morfinómano, determinó, con vehemencia, que el Cenáculo proclamase oficialmente, por mi parte, la neurastenia nacional, y por la suya ¡la morfina nacional!

-¡Delira Ud, señor de las Carreras!

-¡Es propio de los cuerdos!

-Como anarquista, a la vez que como García de Zúñiga, no reconoce Ud. a sus hermanos, en los rojos?

-El rojo rosista de mi chaleco, símbolo de la libertad que solo nace de la sangre, es una mistificación en cuanto divisa de un partido que no es rojo sino colorado… Una observación aguda de sus hombres me permite pontificar que son los colorados burgueses misoneístas, como los blancos; que su divisa no es un rojo filosófico sino pictórico… Han arruinado a la nación. Han aumentado la deuda en ciento de millones. ¿Pueden llamarse rojos, los que apalearon a la anarquía, durante el gobierno de Cuestas, los que pretendieron asesinar por la espalda al propagandista anárquico Gualianone? Casi estoy por decir que los rojos son los blancos… ¡Ea!”( 2 )

 Debe de suponerse, que el caso anónimo, presentado por José Ingenieros en “La Simulación de la Locura”, es el caso de Roberto de las Carreras, y por lo tanto, es un caso del Instituto Frenopático. Interesante contraponerlo con los datos de Pichon Riviere sobre Lautremont. No obstante la sugestión de ambos autores, no creo que sea posible descartar que sea hermano de Lautremont, jaja

 “Observación V. - Delirio parcial, determinado por sugestión

X. X. - Joven de origen incierto; cree haber nacido en Montevideo. Tuvo adolescencia accidentada, viviendo, por fuerza, vida bohemia. Como resultante de ella tiene preocupaciones de índole literaria no careciendo de alguna inteligencia y cultura.

A principios de 1893, deseando conocer a algunas personalidades literarias de Buenos Aires, llegó a ser presentado al poeta Rubén Darío. Manifestó ser nuevo en la ciudad; le narró sus aventuras de adolescente, exagerándolas en forma novelesca. Sorprendido Darío por la nebulosa fantasía del joven y su aspecto neuropático, nos invitó a conocerle, considerando que podría ser "caso" para observaciones psicopatológicas. Acordamos sugerirle algunas ideas novelescas e inverosímiles relacionadas con su propia persona, para estudiar su susceptibilidad a la sugestión.  

De común acuerdo escogimos lo siguiente. Hace algunos años publicóse en Francia un libro interesante y original, titulado Chants de Maldoror, cuya paternidad se atribuyó a un conde de Lautréamont, que se decía fallecido en un hospicio de alienados, en Bélgica. Como se dudara fuese otra la paternidad legítima del libro, el escritor León Bloy publicó diversos datos sobre el supuesto autor, afirmando que había nacido en Montevideo, siendo hijo de un ex cónsul de Francia en esa ciudad. Sin embargo, algunas investigaciones practicadas al respecto no confirmaron jamás la especie fraguada en el Mercure de France.

Con ese precedente, Rubén Darío hizo observar al joven psicópata su parecido físico con el conde de Lautréamont, de quien Bloy había publicado un retrato. Le manifestó, también, la sospecha de que, por algún embrollo de familia, ambos debían ser hermanos.

Halagado por la perspectiva de una fraternidad que consideraba muy honrosa, e insistentemente sugestionado por nuestras discretas insinuaciones, el joven admitió la posibilidad del hecho, luego lo creyó probable, más tarde real, y, por fin, ostentó como un título su condición de hermano natural del imaginario conde de Lautréamont.  

Esta idea delirante comenzó a sistematizarse en su cerebro y llegó hasta hacerse inventar la siguiente explicación: Recordaba haber visto, en la infancia, que su madre recibía visitas demasiado íntimas de un señor muy rico, francés, sumamente parecido a su pretendido hermano y a él mismo; ese hombre debía ser, sin duda, el cónsul francés a quien se suponía padre de ambos. Las relaciones de su madre con ese señor eran anteriores a su nacimiento; este hecho había sido, precisamente, la causa de que su padre y su madre vivieran separados. Él debía ser, pues, hijo natural del cónsul francés y hermano del conde de Lautréamont por parte de padre.

Sin insistir sobre cierta anomalía moral necesaria para urdir semejante novela, poniendo en juego la virtud de su propia madre, diremos que semejante delirio valió al sujeto algunas burlas, cada vez menos discretas.

Comprendiéndolo así, convinimos con Rubén Darío en la necesidad de desugestionarlo; le hicimos con mucha dificultad reconstruir el proceso de autosugestión porque había pasado tiempo desde cuando la indujimos esa idea delirante, y el enfermo curó, gracias, en parte, a la sabia terapéutica del ridículo. Han transcurrido varios años y no ha vuelto a presentar síntomas de ese delirio inducido por sugestión.” ( 3)

 

En el Vieytes, primer proyecto de Hogar de tránsito para mujeres

 Dice Ramos Mejia en “la neurosis de los hombres celebres en la historia argentina”: 

“Don Hipólito Vieytes”, después de la sentencia que contra su persona dictó la Comisión Civil de Justicia, organizada por la revolución de 15 y 16 de Abril de 1815, cayó en un estado completo de lipemanía, á consecuencia de la cual murió.” ( 4) 

Lo anterior es para ver porque se le dice Vieytes al antiguo loquero también, como la calle donde se encontraba.

Entre fines del año 1946 y principios de 1947, surgió la necesidad de ubicar a un número indeterminado de familias indigentes: la muerte por frío de tres chicos que dormían debajo del puente de Palermo precipitó los acontecimientos. Evita, el director de la Sociedad de Beneficencia Intervenida (SBI), Armando Méndez San Martín, y una asistente social llamada Julia Viglioglia, en colaboración con las Hermanas del Huerto, habilitaron un hogar mixto que se ocuparía sólo de dar alojamiento. Lo instalaron en un pabellón de aproximadamente tres cuadras de largo perteneciente al Hospital de Alienadas en la calle Vieytes 555, en donde, separadas por cortinas que hacían las veces de habitaciones, fueron alojadas unas 240 familias. El alojamiento mixto y la falta de comodidades suficientes provocaron una serie de contrariedades que llevaron a finalizar el emprendimiento a poco de ser iniciado.

Luego de haber pintado y limpiado, dividieron con cortinas intentando crear habitaciones separadas para cada familia. En el término de una tarde prepararon el lugar con 240 camas, donde se alojó a la gente. Los problemas se suscitaron en forma inmediata; peleas, “intercambio de maridos”, y la falta de higiene debida a la ausencia de normas básicas de conducta de los alojados provocaron que este emprendimiento pronto finalizara.

Proyecto de Hogar de tránsito, escindido en tres hogares

El personal provenía en su mayoría de la ex Sociedad de Beneficencia y de los hospitales Rivadavia y Fernández, que fueron una suerte de semillero de la FEP.

Si había alguien que tuviera una enfermedad contagiosa se la derivaba a la enfermería del hogar hasta que se curara, con lo que se evitaba así el contagio al resto de las internas. Los hospitales Fernández, Rivadavia y el de Niños eran los centros médicos de derivación.

Una vez delimitada la esfera de intervención social surge la necesidad de personal específico para instrumentarla. Es decir, quien se hace cargo de este tipo de problemas no es cualquiera, ni lo hace de cualquier manera ni en cualquier lugar, se trata de individuos o grupos que tienen por lo menos un mandato parcial, y son identificados como tales.La Sociedad de Beneficencia no tuvo hogares de tránsito; sin embargo, luego de ser intervenida por el peronismo, inauguró uno el 23 de mayo de 1947, que llevó el nombre “María Eva Duarte de Perón” y funcionó en la calle Salta 245, que contó con el mismo personal del primer emprendimiento: Julia Viglioglia como directora, y las Hermanas del Huerto. Funcionaba en una exquisita casona donada por la Familia Otamendi a dicha Sociedad, y estaba destinado sólo a mujeres y niños. Funcionó poco menos de un año, y su cierre coincidió con la inauguración de los tres hogares de la FEP. Pese a su escasa duración, fue útil para reunir a significativas figuras que trabajaron luego con Eva Perón y que ocuparían los puestos más destacados tanto en la FEP como en los hogares. Los primeros esbozos de intervención social sirvieron para sentar poco a poco las bases del proyecto político que eclosionaría años más tarde. Además de constituir un antecedente de los que organizaría la FEP, estos albergues dan cuenta de los mecanismos de interrelación con la SBI, de la que se valió Eva Perón al inicio de su acción social. La SBI dependía de la Dirección Nacional de Asistencia Social, que funcionaba bajo la órbita del Ministerio de Trabajo y Previsión. Su director era Armando Méndez San Martín, quien ocuparía, años más tarde, el cargo de Director General de la FEP. Si bien los hogares de tránsito emplearon parte del personal profesional y religioso de la SBI, se puede apreciar alguna superposición entre ambas esferas, aunque esto no implicó luego una continuidad. Méndez San Martín gestionaba, en el inicio, personal para los hogares en tanto Interventor de la SBI; fue quien se ocupó, por ejemplo, de acordar con el Episcopado el nombramiento de las religiosas en los hogares refiriéndose a su “valiosa cooperación” en ellos. Por otra parte, ayudaron a delimitar las prácticas y a discriminar la población sobre la cual intervenir: los nuevos Hogares estarían habitados sólo por mujeres y sus hijos, aunque si estos eran varones, serían admitidos únicamente hasta los 14 años de edad. Los maridos, parejas e hijos varones mayores se alojaban en el Instituto Municipal Moreno, donde solo podían pasar la noche y en el cual recibían un subsidio temporario. Ellos tenían prohibida la entrada a los Hogares, excepto en situaciones extraordinarias. Los varones no contaron con un sistema de protección equivalente al de los hogares de tránsito femeninos, lo que produjo como consecuencia una discriminación por sexos, por necesidades sociales y sobre quiénes era perentorio asistir. Otra consecuencia que trajeron aparejados los primeros esbozos de las políticas sociales de la FEP fue la incorporación de la enseñanza de “moral y buenas  costumbres”, una suerte de educación para que la mujer aplicase en la familia y el hogar a cargo de las Hermanas del Huerto.Sin embargo, si bien este era el sector sobre el cual se realizaría la intervención, también había casos que no respondían a este perfil. En su mayoría provenían de las provincias del norte, especialmente de Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero, Misiones, Chaco, Formosa; aunque las había también de Capital Federal y provincia de Buenos Aires. Asimismo, algunas provenían de países limítrofes, como por ejemplo de Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil. También está registrado el ingreso de algunas mujeres españolas. Los tres niveles organizativos que manejaban los hogares respondían a esta impronta. La FEP estaba integrada por profesionales y técnicos que lograron con el tiempo el perfeccionamiento de los mecanismos que la convirtieron en una institución fuerte, centralizada y jerárquica. Sin embargo, pese a estos intentos, en muchas ocasiones el factor carismático daba por tierra con la idea de una mayor racionalización en el sistema. Los hogares de tránsito de la FEP contaron con personal calificado, idóneo y preparado para el tipo de actividad que debían emprender. El supuesto dado pero no lo suficientemente indagado acerca de la improvisación con que se manejaba la FEP es puesto en consideración al analizar la forma de organización interna de los hogares. Cada hogar de tránsito funcionaba con una triple estructura y cada una con su debida  jerarquía: las empleadas administrativas, las religiosas y las asistentes sociales. En cada uno se desempeñaban un total de 39 personas, que cumplían distintas funciones: una directora, dos secretarias administrativas, una médica, una ayudante de médica, cuatro asistentes sociales, cuatro religiosas, un portero, cinco cocineras y veinte mucamas. La primera estructura estaba integrada por el personal: Directora, Secretaria  Administrativa, auxiliar de secretaria y auxiliar de contabilidad patrimonial, quienes debían contar con cierta capacitación a fin de profesionalizar el manejo de los hogares. Con el tiempo la formación fue tornándose más exhaustiva y rigurosa y el personal aspirante debía intervenir en concursos y realizar diversas evaluaciones. La directora era la única responsable de las distintas actividades y de la organización general del Hogar, puesto que tenía a su cargo la supervisión de todas las tareas que en él se desempeñaban. De ella dependían en forma directa la secretaria, el personal dedicado al servicio social y el economato.Se ocupaba, junto con la secretaria administrativa y su auxiliar, del manejo de fondos, las rendiciones de cuentas y de la administración. Para poder ocupar cualquier tipo de cargo administrativo las postulantes debían previamente rendir un examen de redacción, dactilografía y taquigrafía en el departamento de personal de la Dirección Nacional de Asistencia Social.La segunda estructura era la oficina de asistencia social, que estaba compuesta por una  jefa de asistentes sociales y tres profesionales más. Durante las 24 horas había una asistente de guardia. La mayoría eran egresadas del Museo Social Argentino o del Instituto de Cultura Religiosa, y sus títulos eran de Asistente Social y de Visitadora de Higiene. La incorporación de asistentes sociales a la tarea de la Fundación es quizá uno de los rasgos más importantes en materia de profesionalización de la tarea de ayuda social. Ellas colaboraban directamente en el área médico  –  asistencial de las internas y de sus hijos. Según Evita, “el servicio social es el alma de esta institución”. Ellas daban ingreso a las mujeres, luego de establecer el grado de necesidad de cada una mediante la Encuesta Social Familiar, y daban prioridad a las que acusaban mayor grado de indigencia. Las situaciones de exclusión son el resultado de un proceso particular cuyo análisis y estudio permiten observar con claridad la naturaleza de las trayectorias que conducen a ellas (Rosanvallon, 1995:194). La tarea del servicio social actuaba en consonancia con la oficina médica del hogar, de manera que la mujer y los niños pudiesen ser examinados. Con sus datos se confeccionaba el catastro y fichaje completo. Las asistentes sociales daban cauce a los problemas y eran las responsables de su solución desde el momento mismo en que las mujeres ingresaban hasta su egreso. En general, eran muy  jóvenes e idealistas, algunas estaban recién recibidas y veían sus inquietudes sociales canalizadas a través de la figura de Evita, que imprimía a su labor una mística muy especial: “no estábamos cómodamente sentadas en una oficina ni tampoco teníamos un horario tan estricto, porque nos gustaba lo que hacíamos, trabajábamos sin límite y sin fronteras; nuestros ideales se veían prácticamente cumplidos por la magnitud infinita para resolver cosas que tenía Evita”. 

Cada uno de los hogares contaba con un consultorio médico y una enfermería, donde sólo podía atender personal femenino. Los hogares Nº 1 y Nº 3 compartían la atención de la doctora Ana María Grotolla, y en el Nº 2 atendía la doctora Esther Shuster. La enfermería estaba atendida por una hermana y, en caso de ser necesario, se enviaba a una integrante de la Escuela de Enfermeras de la Fundación.  

El tercer grupo estaba integrado por las Hermanas del Huerto, una congregación dedicada a la caridad y la educación, que formaban una comunidad por Hogar, es decir, cuatro religiosas en cada uno.

Cuando una mujer ingresaba en el hogar, las religiosas la ubicaban en sus habitaciones, le entregaban un folleto con las normas de conducta a seguir: “cuidar las cosas como si fueran propias, hacer sus camas, buscar la ropa en el lavadero y bañarse todos los días”. Luego del baño y despioje de rigor, una de las primeras acciones con que se intentaba dignificar a las mujeres era la provisión de ropa nueva y limpia, que generaba una comodidad desconocida. Una vez que la alojada estaba “presentable”, las asistentes sociales comenzaban con la ardua tarea de la encuesta y fichaje social, que incluía los datos personales, el estado de necesidad, la condición social, los medios de subsistencia, etc. Las entrevistas podían durar varias horas. En general, el disparador era un problema menor que escondía una problemática más profunda a solucionar de la que no se llegaba a tener registro completo. Podían acudir a pedir zapatillas para sus hijos, pero ese pedido ocultaba un universo insondable de problemas: violencia familiar, falta de trabajo, chicos enfermos, linyerismo, indigencia, entre otros problemas; es decir: el disparador no era exactamente el único punto a solucionar. Sus propias percepciones dan cuenta de cierta ingenuidad y de incapacidad acerca de su propio estado. Delfina V. creía que había ingresado en el hogar porque le “cayó” bien a la señora Beatriz, por ese entonces directora de uno de ellos. Su análisis es conmovedor, teniendo en cuenta la situación en que se encontraba: desocupada, viviendo en la calle con un niño, madre además de otra niña que prácticamente “ le habían raptado”, pues no sabía con certeza dónde se encontraba. Ingresó luego de intentar auto practicarse un aborto que derivó en una infección y hemorragias que costaron revertir. Recuerda Nelly Magistrelli que la gente no sabía bien qué quería, incluso decía que “todo les viene bien”. Gracias al ingenio y manejo de las asistentes sociales, que lograban captar globalmente la situación, se daba comienzo a la búsqueda de soluciones. Luego de la entrevista realizaban un diagnóstico y pronóstico preventivo y se las derivaba al consultorio médico, donde se les realizaba un chequeo general luego del cual se completaba una ficha médica con datos sobre posibles enfermedades, vacunas, etc. La médica del hogar actuaba como centralizadora de toda la información clínica de las mujeres y niños hasta su externación. Durante el tiempo en que permanecían en el hogar, el Servicio Social operaba activamente: estudiaba y evacuaba los múltiples problemas médico - sociales de urgencia que determinaban el estado de necesidad.

Las asistentes eran las responsables de cada una de estas mujeres y de la solución a sus problemas. Se ocupaban de cada una de las internas de manera integral y personal, es decir, intervenían en su vida cotidiana hasta tanto fueran dadas de alta. Si necesitaban una pensión por invalidez o por vejez se les conseguía, si se trataba de un problema de salud, se iban con el problema resuelto. Las internas, en general, no se manejaban solas en la ciudad, por lo cual las asistentes las acompañaban a realizar trámites o tratamientos médicos o a una entrevista de trabajo. Si había que internarlas las acompañaban al hospital, recibían los partes médicos, las visitaban, en caso de que hubiera familia enviaban una carta en la que informaban el estado de salud de la internada, las externaban. Si provenían de alguna provincia les compraban los pasajes y las acompañaban hasta la estación para asegurarse de que regresaran, tratando de evitar que permanecieran en Buenos Aires. Las mujeres regresaban contentas y agradecidas y, pese al “momento mágico” que vivieron dentro de los hogares, estaban gustosas de volver a sus lugares de origen, a los que estaban muy apegadas por grandes que fueran las carencias que arrastraran.

Hogar de Tránsito n°1 la Hermana Superiora era María Pía Biasutti y formaba comunidad junto con las hermanas María del Buen Pastor Faccin, María Esther Abba y Angela

Allegrezza, María del Nazareno Corvati, María Antonia Fernández y María Vicenta Landri.

En el Hogar n° 2 la Hermana Superiora era María Eufemia Petraglia junto con las hermanas

María Isabel Rubini, sor María López, más tarde ingresarían María Bernardita Servidia, Do-

minga Arias y María Anunciación Rausch.

En el Hogar n° 3 la Hermana Superiora era María G. Basualdo, junto con las hermanas María Teresa Gallo, María Querubina Bolla.



Casos clínicos de hogar de transito

 No era necesario estar alojada en el hogar para obtener un servicio social. Una mujer podía instalarse sólo por un día para realizar una práctica médica y dejar a sus hijos en él, donde eran alimentados y cuidados por las Hermanas del Huerto.

Uno de los casos más llamativos fue el de los siete hermanos afectados por labio leporino que vivían en un campo en Misiones, quienes fueron detectados por las células mínimas de la Fundación. Las llamadas “células mínimas” de la FEP eran grupos de cuatro asistentes sociales, a los que podían integrarse también enfermeras, que se ocuparían de realizar relevamientos médico-sociales en todo el país. Todos fueron operados en el Hospital de Niños y alojados durante el pre y post operatorio en el hogar de tránsito número 2; mientras tanto, las asistentes sociales emplearon a la madre como mucama.

Otro caso importante fue el de una nena brasileña ciega, quien acudió a la Fundación para que pudiera ser operada. Evita se comunicó con el doctor Malbrán, quien la operó y logró que recuperara la vista. (5)

 No todas las mujeres aceptaban la ayuda proporcionada y preferían vivir como lo habían hecho hasta ese momento. Una persona mayor que vivía en la calle optó por continuar viviendo allí en lugar de lo que le ofrecía la asistente social: primero instalarse en el hogar de tránsito y luego en un geriátrico, del cual se escapó diciendo “la libertad es tan linda” ante la decepción de quien había logrado sacarla del vagabundeo.

 Vale decir, si bien surgía el ofrecimiento de una vida alternativa y en muchos sentidos mejor, había también quien oponía resistencia. La llegada al hogar interfería de alguna manera en legados culturales y de costumbres y desplazaba los propios de las alojadas. Era una forma de adaptarlas a los usos y costumbres que corresponden y, en algunos casos también, una suerte de domesticación. En efecto, había quiénes no sabían para qué servía una cama y se acostaban sobre la alfombra; otras no se animaban a pisarlas y las utilizaban para abrigarse, como si se tratara de un poncho. También aparecía cierta resistencia a la higienización: Laurella Goette, asistent social, recuerda que un niño santiagueño, al ser colocado bajo la ducha, comenzó a gritar: “¡„Mama‟ , qué es esto, „ mama ‟ !”.

 De alguna manera, la FEP buscó revertir ciertos comportamientos considerados “inadecuados” estableciendo pautas de comportamiento social preinstituidas




En el Asilo de Retardados de Torres

 Otro caso, también detectado por las células mínimas, en un primer momento derivado al Tren Sanitario y luego al hogar de la calle Lafinur, fue el de una mujer que vivía en la selva misionera y solo hablaba guaraní. La mujer se alojó con un niño de unos 8 años de edad, desnutrido, con algún grado de discapacidad, disminuciones psicofísicas y psicomotoras, no hablaba, sólo emitía sonidos y gruñidos, no podía caminar erguido, sino que lo hacía sobre sus pies y manos; “comía como un animal”. En un primer momento se intentó “humanizarlo” dentro del hogar , donde trataron de iniciarlo en algunas pautas de conducta. Consultados varios especialistas, decidieron internarlo en la Colonia Torres, donde un equipo de psiquiatras trató el caso. Una visitadora lo siguió de cerca por un tiempo, pero la madre decidió volver a Misiones y se interrumpió el tratamiento.

 



En el terreno de nosologías

Esto lo he hablado mucho con la lic Magalí Jardón. En el terreno de las nosologías, es probable que este el diagnostico de frenias, a los cuales el peronismo adopto como propias, ver datos sobre manual atribuido quizás a Krapf y Carrillo.

 Algunas conclusiones

 Hay que enfatizar que los betlemitas estaban proscriptos, por supuestas acusaciones de enriquecimiento, no había órdenes religiosas masculinas dedicadas a la enfermería, la llegada de las hermanas del huerto es fortuita.

El de Roberto de las Carreras es un caso renombrado, particularmente al ser el único caso de hombre, porque los otros dos conocidos, son de dos mujeres (tía de Pugliese, y el de Zubiarre)

El diagnostico debe estar en una nosología de frenias, que usaban mucho los peronistas. 

No son las únicas religiosas ligadas a peronismo, también se puede mencionar las franciscanas misioneras de Maria, hábito de las cuales fue enterrada Eva Perón. 

Lo de las Células mínimas, con quienes trabajaba el dispositivo de las hermanas del Huerto,  tiene un olor a precursor de los grupos operativos de Pichon Riviere

 Citas bibliográficas

 (1) Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, Argentina - Chile, 1002, 12. Carta del P. José Sató, Superior de la Misión, al P. Pedro  Beckx, General, Río de Janeiro, 6 febrero 1859, F. Techera, 2007:94.

 (2.) De las Carreras, Roberto. Autoreportaje

 (3) Ingenieros, José. La Simulación en la Locura

 (4) Ramos Mejia, José. La Neurosis de los Hombres Célebres

 (5) Cuadernos Internos de las Hermanas del Huerto. Archivo Casa Provincial

 

 

 

 

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