Título
13719 -
EL INSTITUTO FRENOPÁTICO DE BUENOS AIRES Y UN CASO DE INSANIA ATENDIDO ENTRE
1890 Y 1898.
Título
reducido
EL INSTITUTO
FRENOPÁTICO DE BUENOS AIRES Y UN CASO DE INSANÍA (1890-1898)
Responsable
de la Carga
Falcone,
Rosa
Autor/es
FALCONE ROSA
(rfalcone@psi.uba.ar) - GUARDIA LEZCANO JUAN RAMON (jrgl@live.com.ar)
Institución
que acredita y/o financia la investigación
UNIVERSIDAD
DE BUENOS AIRES. FACULTAD DE PSICOLOGÍA. INSTITUTO DE INVESTIGACIONES
Area
Modalidad de
Presentación
Acreditado
Resumen
Rafael
Herrera Vegas en compañía de los Dres Felipe Solá y Eduardo Perez funda, en
1880, el primer Instituto Frenopático de América del Sur, que se constituye en
la primera institución privada para enfermos mentales de Buenos Aires, institución
que ubicada originalmente en Barracas continúa funcionando en la actualidad. El
Instituto Frenopático argentino tuvo su precedente en el Instituto Frenopático
de Las Corts, de Barcelona, fundado en 1863, por T. Dolsa i Ricart (1816-1890).
En el presente artículo se realiza una breve referencia a los primeros
“feniatras” argentinos, que constituyeron el núcleo distinguido de médicos
encargados de estudiar y tratar la locura con el propósito de mostrar la
interacción permanente entre el ámbito de la salud pública y privada por
entonces, y de sus vinculaciones con el tratamiento moral. A continuación se
analiza un caso de Insanía, tratado en el Frenopático argentino, que mereció el
peritaje médico de Lucio Meléndez y Bartolomé Novaro, como fuente de singular
importancia para analizar dicha denominación y las formas concretas que esta
adquiere en las pericias legales. Se tomaran expedientes judiciales del Archivo
General de la Nación (AGN) y fuentes secundarias.
Palabras
Clave
Historia –
Psicología – Frenopático de Buenos Aires - Insanía
Título en inglés
THE PYSCHIATRIC INSTITUTE OF BUENOS AIRES AND A CASE OF INSANITY ATTENDED
TO BETWEEN 1890 AND 1898.
Resumen en Inglés
In 1880 Rafael Herrera Vegas, along with Dr Felipe Solá and Dr Eduardo
Pérez, founded the Psychiatric Institute of Buenos Aires, which became the
first private institution for the mentally ill in Buenos Aires and the first
one of its kind in South America. It was established in Barracas and its
antecedent was the Psychiatrict Institute of Las Corts, Barcelona, founded in
1863 by T. Dolsa i Ricart (1816-1890). This paper makes a brief reference to
the first Argentine psychiatrists, who made up a distinguished group of medical
doctors in charge of studying and treating insanity, in order to underscore the
permanent interaction between the public and the private realms and their links
with the moral treatment. Additionally, a case of insanity will be reviewed. It
was dealt with at the Psychiatric Institute of Buenos Aires with the expert
medical reports of Lucio Meléndez and Bartolomé Novaro; it is therefore greatly
significant to analyze the forms adopted by the term insanity in such reports.
Judiciary files of the General Archive of the Nation (AGN) and secondary sources have been consulted.
Judiciary files of the General Archive of the Nation (AGN) and secondary sources have been consulted.
Palabras
Clave en Inglés
History –
Psychology – Psychiatric Institute of Buenos Aires – Insanity
Contenido
del Trabajo
Introducción
Stagnaro
escribe que -según Meléndez, el estado de todos los establecimientos tanto
públicos como privados al promediar los años 80 era harto deficiente, señala
que “la repugnancia de varias familias para mandar sus deudos a estos asilos,
tiene su razón de ser, hasta que no sean elevados a la categoría de los asilos
europeos por sus comodidades, amplitud, dotación de personal, higiene,
reglamentación y perfecta organización de la que carecen hoy (…)” (Stagnaro,
1997)[i]. Podría ser este, además del hacinamiento, uno de los motivos por los
cuales la atención de enfermos mentales se extendió hasta abarcar la asistencia
privada en consultorios y la creación de los servicios privados de internación:
el Instituto Frenopático de Buenos Aires y luego el Frenocomio de Palermo de
los Dres. Aravena y Galíndez.
La creación
del Instituto Frenopático data de 1880 y tiene su relevancia por haber sido la
primera institución privada de América del Sur que alberga a alienados. Es de
destacar que las instituciones públicas, por entonces, requerían el pago de un
arancel (ya que existían dos categorías: los pensionistas que pagaban su
internación y los indigentes) aún cuando la diferencia con la atención privada
seguía siendo elevada (Stagnaro, op.cit). El flujo de pacientes en el hospicio
era mucho mayor debido a que la larga duración de los tratamientos hacía
imposible que muchas familias hicieran las erogaciones económicas solicitadas
por los institutos privados.
El Instituto
Frenopático de Las Corts, fundado en 1863, por Tomas Dolsa i
Ricart es considerado el antecedente de nuestro homólogo de Buenos Aires.
La particularidad en ese antiguo hospital fue que Dolsa comienza a utilizar la
fotografía como medio de diagnóstico y que en consecuencia adquirió como
novedad para el hospital un moderno equipo fotográfico[ii]. Tomas Dolsa viajó a
Francia para informarse de la aplicación de la fotografía a la psiquiatría y se
convenció de su valor como medio de diagnóstico en el conocimiento de la
locura. Decía que el hospital: “encierra al propio tiempo, dos cuerpos de
edificio aislados por una espaciosa plaza, donde hay un magnífico taller de
fotografía”[iii], taller que al parecer estaba en pleno funcionamiento, en
1882. Se ha hallado un álbum completo de ejemplares de las diferentes especies
nosológicas conocidas. El objetivo era retratar las diferentes posiciones,
actitudes y fases para el conjunto clínico del hombre alienado, se perpetúa
esta parte de examen práctico por medio de la fotografía.
El Instituto
Frenopático de Buenos Aires, ubicado originalmente en Barracas, sobre la calle
Hornos al 600, en una vereda albergaba a las mujeres y en la otra los varones,
unidos los dos pabellones por un puente que se derrumbó al construirse la
Autopista 9 de Julio Sur. Los primeros Directores fundadores son Rafael Herrera
Vegas, Felipe Solá y Eduardo Perez.
Felipe Sola,
doctor en medicina de la Universidad de Barcelona, se instaló en Buenos Aires
cuando transcurre la segunda mitad del siglo XIX. Pese a su condición de
cirujano se dedicó a la psiquiatría, presidió la Sociedad Española y ejerció
como médico en el Hospital de Alienadas. El segundo Director Rafael Herrera
Vega (1834-1910), médico venezolano, llegó a la Argentina en 1870, luego de
haberse radicado en Cuba y en Brasil; estudió Medicina en la Universidad de La
Sorbona. Fue médico cirujano y prestó servicios médicos particulares al menos a
cuatro presidentes argentinos: Sarmiento, Avellaneda, Mitre y Roca[iv]. Eduardo
Perez (1852-1899), otro de los fundadores, sucedió, en 1890, a Eduardo Wilde en
la cátedra de Medicina Legal de la Universidad de Buenos Aires, cargo que
ejerció por nueve años hasta 1899. Su designación fue conflictiva dado que el
Ministro José M. Gutiérrez lo designó pese a que ocupaba el segundo lugar de
una terna integrada por Juan Señorans, Eduado Perez y José Esteves. Esto motivó
un escándalo público y determinó que el Dr. Señorans, renunciara a todos los
cargos que tenía en ese momento. Viajó a Europa y se ilustró sobre terapéutica
psiquiátrica. De regreso fundó el Instituto Frenopático, y a su muerte fue
reemplazado en la cátedra por el Dr. Francisco De Veyga.
Feniatría,
feniatras, entre el hospital público y el privado y sobre el tratamiento moral.
En lo que
concierne a los desarrollos de la psiquiatría argentina, Stagnaro ubica el
inicio de la primera matriz de la medicina mental o feniatría, entre 1870 y
1900. En esos años se construyeron los primeros hospicios, se organizaron las
primeras cátedras de medicina mental (UBA, 1876) y aparecieron las primeras
publicaciones. En los primeros manicomios: Hospital de mujeres (1854) y
Hospital de Hombres (1863) los edificios reflejaban el encarcelamiento y la
falta de tratamiento moral. Situación que fue parcialmente aliviada por dos
proyectos Open Door (1899), Luján y Melchor Romero, La Plata (1897).
El primer
tratado de psiquiatría español fue el “Tratado teórico práctico de la
Frenopatología y estudio de las enfermedades mentales” de Gines y Partagás.
Por algunas fuentes consultadas sabemos que allí se habla de tratamiento moral.
Leemos en una de nuestras fuentes que mientras que en los centros estatales la
presencia médica era deficiente, en los frenopáticos privados, tanto en el de
Barcelona como en los de nuestro país, se ensayaban nuevos tratamientos. No
había enfermeros como en los establecimientos públicos y la única autoridad era
la autoridad facultativa: “de la conjunción del manicomio y el médico
especialista habría de nacer la frenopatía”[v].
Stagnaro
señala al menos una decena o poco más de feniatras como el primer grupo selecto
de médicos que comienza a ocuparse del tratamiento de la locura, quienes
liderados por el Dr. Lucio Meléndez, ejercían su práctica en los manicomios de
la ciudad de Buenos Aires (Hospicio de las Mercedes, Hospital de Alienadas) y
en algunas instituciones privadas (el Frenopático o el Frenocomio de Palermo),
a los que se podría sumar algunas otras casas particulares de insanos y las
consultas particulares a domicilio que el mismo Meléndez practicaba (Stagnaro,
1997). Si bien la característica principal del Instituto Frenopático fue su
carácter privado, no obstante los feniatras que allí atendían, que eran figuras
harto conocidas, habían obtenido su prestigio del ámbito público. El mismo Sola
era por entonces médico del Hospital Nacional de Alienadas, y todos los demás
eran además profesores de la cátedras de Patología mental, u ocupaban
cargos en la Revista Médico Quirúrgica, y/o en el Consejo de Higiene;
ese reducido grupo de notables médicos constituyó el comienzo de la
especialidad psiquiátrica argentina. Al mismo tiempo, como dijimos, el
intercambio de pacientes entre estas primeras instituciones, que albergaban
alienados era permanente, por lo que los médicos no hacían distingos entre lo
privado y lo público.[vi].
Se sabe que
Felipe Solá, viajó a Europa, en setiembre de 1885, para participar del Congreso
de Feniatría y Neuropatología, que tuvo lugar en Amberes, organizado
por la Sociedad de Medicina Mental de Bélgica. Una de las discusiones más
relevantes del Congreso habría sido la necesidad de arribar a un acuerdo sobre
las clasificaciones nosográficas de las enfermedades mentales. Señala Stagnaro
que “los médicos acogieron positivamente la iniciativa y aceptaron la
clasificación de Lefévre, como orientación general” (Stagnaro, 1997) e
indicaron que los miembros reunidos en sus países elaboraran sus propias
nosografías. Ya en Argentina, Sola con el propósito de responder a ese desafío
convocó a una reunión en diciembre de 1886. A dicha reunión concurrieron los
médicos más destacados que trataban la locura, entre ellos Antonio Piñero,
Lucio Meléndez, Emilio Coni, Domingo Cabred, Manuel Blancas, etc. (Stagnaro,
1997) con el propósito de sentar las bases de una estadística internacional de
alienados, y esbozar una clasificación de las enfermedades mentales. Un año
después Felipe Sola junto a Emilio Coni publican en la Revista
Médico-Quirúrgica, que ambos dirigían, el informe final del grupo,
constituyéndose ese informe en el primer esbozo de una clasificación
psiquiátrica para la República Argentina.
En
consecuencia, de la reunión de Amberes y de la de Buenos Aires surgió un grupo
argentino inicial, liderado por Lucio Meléndez, al que se le debe la primera
nosografía psiquiátrica en nuestro país. A partir de esa primera clasificación
de las enfermedades los feniatras estudiaron y trataron a los alienados con una
nosología que definía los siguientes tipos mórbidos: idiotismo, cretinismo,
locura paralítica, demencia, locura tóxica, manía, melancolía y locura
circular.
El caso de
Insanía de la Sta. Cornelia Zubiaurre.
Meléndez,
director por entonces del Hospicio de las Mercedes, realizó, junto a Novaro, el
peritaje médico de Cornelia Zubiaurre para determinar su incapacidad civil. El
resultado fue la incapacidad de Cornelia con la pérdida de sus derechos, entre
los cuales se cuenta el manejo de sus bienes, y su reclusión, a partir de 1890,
en el Instituto Frenopático de Buenos Aires. Luego de unos años volvería a ser
estudiada por Domingo Cabred y José Ramos Mejía.
Cornelia
pertenecía a una clase social acomodada, era hija de Vicente Benjamín
Zubiaurre, antiguo empleado de Rosas en “Los Cerrillos”, quien fuera soldado en
los sucesos anárquicos de 1820; luego de su baja, en el año 1848, el padre de
Cornelia se desempeñó como mayordomo de las estancias que poseían los Anchorena
en las costas del Arroyo Grande. A esta altura ya había amasado una gran
fortuna y adquirido “La Porteña” y otros campos de la provincia por lo que fue
calificado con justicia como opulento hacendado al sur del Salado. Vicente
Benjamín Zubiarre junto a su esposa Josefa Pintos de Menesess tuvieron 15 hijos
de los que solo se conocen seis[vii]. El último hijo Benjamín Carlos Zubiarre
Pinto (1872-1934), huérfano a los 7 años, vivió gran parte de su vida en Paris,
donde se fue a vivir con su hermana Dolores, Condesa de Biadelli. Gran parte de
su vida transcurrió allí donde obtuvo triunfos turfísticos con sus caballos.
Recibió de la herencia de su padre la estancia “La Esperanza” con las tierras
del Divisadero, que en 1910 pasó a llamarse Pueblo de Juan Madariaga, hoy
ciudad de Gral. Madariaga. En 1915, vendió la estancia y se instaló en una
propiedad suya en la Avda. San Martín. El último hijo junto a Mariano y Dolores
recibieron en partes iguales buena parte de la herencia familiar.
En estas
circunstancias de un patrimonio familiar disperso en campos y dinero
proveniente de la opulenta herencia de su padre, Cornelia es objeto, en 1890,
de un juicio de Insanía, iniciado por uno de sus hermanos. El Código Civil
argentino, sancionado en 1871, contemplaba que, al casarse, las mujeres perdían
su independencia y debían ser autorizadas por sus maridos para celebrar
contratos, vender bienes y acciones. Se les permitía administrar pequeñas sumas
destinadas al funcionamiento hogareño. Sin embargo, de modo paradojal –dice Di
Liscia- de acuerdo al artículo 52-55 del Código las solteras, viudas y
divorciadas podían ejercer el control de sus bienes con independencia del
control de un varón. La expresión tácita de esta diferencia –agrega la autora-
era que las mujeres mayores de edad, viudas y solteras o divorciadas,
constituían una minoría para quienes no era necesario legislar[viii].
Cornelia
entonces representó esta minoría de mujeres que no había pasado directamente
del padre al esposo. En 1890, uno de sus hermanos, José Zubiaurre, la hizo
examinar por un médico de la familia. El primer diagnóstico de Cornelia fue
“locura histérica con tendencias suicidas” y el médico que la examinó sugirió
la internación en un hospital de alienados, así fue trasladada a París. Allí
fue examinada por las figuras más destacadas del momento como el célebre
Charcot, luego Franck y Valentín Magnan en La Salpétriere, conocido centro de
tratamiento de la histeria (Di Liscia, 2003, 92), ya que por entonces se
contaba en la prestigiosa clínica con más de ciento cincuenta camas para la
atención de estas patologías femeninas (Charcot, 1880: 1,3).
En el mismo
año, Cornelia regresa a Buenos Aires y se desarrolló el juicio de Insanía que
resolvió por su incapacidad civil, a raíz del peritaje médico realizado por
Lucio Meléndez y el médico Bartolomé Novaro.
Transcribimos
a continuación el peritaje médico.
En la ciudad
de Buenos Aires, (…) compareció d José B Zubiaurre, soltero, mayor de edad, de
este vecindario, domiciliado en la calle independencia numero dos mil veinte
seis, a quien conozco de que doy fe, y dijo, que es curador de su hermana
incapaz D Cornelia Zubiaurre (…)
Que por el
juzgado a cargo y secretario del doctor don Felipe Cevani se presentó a
don José B Zubiaurre manifestando que su hermana
la señorita Cornelia Zubiaurre se halla en estado de demencia pidiéndole
declaratoria de incapacidad y se la nombrase curador precis
memoramiento de dos facultativos nombrados por el juzgado, el que se
ha designado para peculiar esa aspiración a los doctores don Lucio Meléndez y D
Bartolomé Novaro como se comprueba en el auto de fojas nueve vuelta del
expediente que se citara, nombrándose por el mismo curador provisionis
de la misma el sr don Pedro Passo (…) como agregado al informe
médico legal practicado por dichos señores, los que han arribado a las
siguientes conclusiones: primero, que la señorita Cornelia Zubiaurre adolece
de una falta de desarrollo cerebral, ya sea congénito o que sea
ocasionado por una acificuación prematura de la suturas del cráneo. Segundo,
que su estado lo clasificamos como de primer grado de idiotismo
(imbecilidad) Tercero, que debe considerarse por consiguiente este estado como
un padecimiento total en su personalidad psíquica. Cuarto, que no lo
consideramos como la capacidad suficiente para dirigir sus actos con arreglo a
las leyes generales de la organización humana. Es cuanto tenemos que manifestar
a vd, a quien Dios guarde. Bartolomé Novaro – Lucio Meléndez (…) aconsejando
se declarase incapaz a la señorita Cornelia Zubiaurre.
A partir de
1890, y a raíz de este examen Cornelia perdió sus derechos, entre los cuales
tenía el manejo de su patrimonio, así como su libertad y se la internó en
el Frenopático. El temperamento de Cornelia se reveló degenerado y en
consecuencia ineficaz para la administración de su patrimonio[ix]. El
diagnóstico viró abruptamente de la histeria (al momento que fue atendida en la
Clínica Salpétriere) a la imbecilidad o idiocia, entrando a partir de este
último diagnóstico dentro de los casos considerados crónicos y sin posibilidad
de mejoría. En 1893, se realizó un nuevo informe de los mismos médicos que
atestiguaban la posesión de “facultades intelectuales suficientes” para la
restitución de los derechos civiles, pero el juez no la efectivizó. El dictamen
fue de Revilla y Cobo, peritos de parte, quienes sostenían la teoría contraria
a la degeneración (idem, 93). En 1898, ya había sido examinada por diecinueve
facultativos de reconocido prestigio académico nacional e internacional, entre
los que Di Liscia menciona a Domingo Cabred y José María Ramos Mejía, entre
otros. Ninguno observa rasgos de imbecilidad.
A pesar de
estos nuevos exámenes entre 1893 y 1898 y el tiempo transcurrido, el caso de
incapacidad civil de Cornelia no quedaría resuelto o al menos no tenemos
información al respecto. Sí sabemos que es ella misma la que solicitó al juez
la recuperación de sus derechos argumentando justamente la variación entre los
distintos peritajes, y la contradicción en la que incurrían los médicos que la
habían examinado incluyendo por supuesto la consulta realizada en Francia, en
la Clínica Salpetriere. La irracionalidad de los diagnósticos motivó – como
leemos en el artículo de Di Liscia- que Cornelia no pidiera una nueva pericia
sino que solicitara concurrir en persona ante el juez para la determinación
final del caso. A continuación, nos ocuparemos de hacer un breve análisis
tratando de explicar estos confusos peritajes que dieron lugar a diagnósticos
contradictoriamente alarmantes, que irían desde la histeria hasta la
imbecilidad.
Reflexiones
finales
Tratemos de
aproximarnos a una reflexión sobre la cantidad y variedad de diagnósticos
confusos y contradictorios entre sí que traslucen los peritajes que declararon
la incapacidad civil de Cornelia Zubiaurre, paciente que fue recluida por ocho
años en el Frenopático de Buenos Aires. Para la reconstrucción del caso ha
resultado de mucho interés retomar los análisis realizados por De Liscia, lo
mismo que los datos que aportaron las excelentes fuentes citadas en su
artículo, fuentes que complementamos con nuestros propios hallazgos de
expedientes judiciales encontrados en el Archivo General de la Nación (AGN). El
caso tiene su relevancia para nosotros por las controversias despertadas
alrededor de las pericias legales, y por corresponder a una paciente asistida
en la primera etapa del Frenopático, fundado en 1880, institución de interés en
nuestra investigación.
En el
artículo de referencia varias discusiones nos resultaron interesantes, y con
las que tenemos puntos de coincidencia. La autora enfatiza, en ambos casos
tratados en su artículo, en dos aspectos: por un lado, la denominación de
incapacidad civil y su aplicación a las mujeres, hecho que tiene no pocas
consecuencias; por otro, el análisis del peritaje en sí mismo, al que se lo
interpreta como una manifestación de la dominación jurídico-médica, viciada por
una valoración de género y de clase. De Liscia concluye que Cornelia queda
recluida en el nosocomio a raíz de los vericuetos médico-legales, que tomarán
forma concreta en las pericias, y que culminaran con la privación del manejo de
su patrimonio y de su libertad, aún cuando el Código se lo permitía por ser
soltera y mayor de edad.
Nuestras
propias reflexiones sobre el caso, que suman y complementan las anteriores,
giran alrededor de la pregunta acerca del por qué de los abruptos cambios de
diagnóstico y las sucesivas contradicciones en las que incurrieron los
prestigiosos médicos feniatras, firmantes de las pericias y destacados por su
labor tanto en el ámbito privado como en el público; sobre todo si pensamos en
Lucio Meléndez, autor del primer peritaje de 1890. El caso de Cornelia fue
publicado por primera vez por Pierre Janet en “L etat mental des hysteriques,
por lo que se sumó a los peritajes legales de médicos argentinos el diagnóstico
de los destacados médicos franceses de la Salpetriere. Cornelia luego de su
estadía por tres meses, en París, volvió a Buenos Aires y recibió la
clasificación de primer grado de idiotismo (imbecilidad), textualmente dice la
pericia “que adolece de una falta de desarrollo cerebral, ya sea congénito o
que sea ocasionado por una acificuación prematura de las suturas del cráneo”,
firmado por Meléndez y Novaro.
En
consecuencia, se definía el caso de la Insanía de Cornelia Zubiaurre por una
presunción diagnóstica que la clasifica dentro de los comportamientos
degenerativos, de características crónicas, y cuya consecuencia más inmediata
será su incurabilidad. Hemos consultado bibliografía correspondiente al
síndrome degenerativo, y los aportes de Rafael Huertas referidos al impacto
social de la teoría de la degeneración en la psiquiatría española. El autor
destaca el hecho que entre 1876 y 1900, los alienistas españoles se mostraban
reticentes al “degeracionismo” cuando su labor se enmarcaba en el terreno
clínico y abiertamente partidarios cuando actuaban como peritos ante los
tribunales (p.431). Así por ejemplo Gine i Partagas mostraba, en su Tratado,
el rechazo a la teoría de Morel argumentando su escaso valor diagnóstico.
Sin embargo, la posición de estos alienistas variaba sustancialmente cuando
estos o sus discípulos eran llamados como expertos en los tribunales.
Nos
preguntábamos cuál podría ser la explicación de esta ambigüedad respecto del
diagnóstico del síndrome degenerativo teniendo en cuenta que son emitidos por
prestigiosos médicos de doble pertenencia institucional: al ámbito público y al
de los nosocomios privados. La explicación de esta ambigüedad irá en la misma
dirección de las argumentaciones de un cúmulo de autores que analizaron el
fenómeno del alienismo español, justo en el momento en que se desarrollaban por
doquier una amplia red de manicomios privados, consagrados por la Ley de
Beneficencia, de 1849 (Campos Marín, 1999, 432-433). Los alienistas que
ejercían en esos centros, de los que a menudo eran sus dueños, mezclaban sus
intereses profesionales con sus intereses mercantiles; eran los primeros
defensores del tratamiento moral (non restraint) e insistían en las
bondades de sus instituciones. Por cierto, esas instituciones como el
Frenopático argentino, que de hecho tomó como modelo su homónimo de España (de Las
Corts), estaban dirigidos a una clientela acomodada capaz de pagar por su
tratamiento en las mismas; en consecuencia sostener la incurabilidad no hacía
más que atentar contra el prestigio de la institución.
Desde estas
reflexiones podríamos encontrar una explicación a las contradicciones y
confusiones de diagnóstico de los peritajes a los que fue sometida Cornelia
Zubiaurre primero declarada inhábil, insana e incapaz (1890) y luego de tres
años (1893) restituida en sus derechos, pero sin embargo permaneció
recluida en el Frenopático, hasta 1898. Sostener por más tiempo la incapacidad
de Cornelia hubiera significado admitir la incurabilidad, la tara hereditaria,
y un cerebro mal desarrollado, consecuencias directas de los signos
degenerativos (imbecilidad e idiocia). Todo este último panorama diagnóstico no
hacía más que poner en peligro la fama y prestigio de estas instituciones
privadas que se proponían satisfacer las necesidades de curación de su
distinguida clientela.
Notas
[i] Melendez
citado por Stagnaro. Vease STAGNARO, J. C. 1997. Lucio Meléndez y la primera
matriz disciplinar de la Psiquiatría en la Argentina. Buenos Aires: Temas de
Historia de la Psiquiatría Argentina, N° 1, 1997.
[ii] Dolsa
explica que el valor del dibujo y la fotografía psiquiátrica fue señalado por
Jean Etienne Dominique Esquirol (1772-1840), Joseph Guislain (1797-1860), M.
Leurent y Benoit Auguste Morel (1809-1873), responsable de la instalación de un
laboratorio fotográfico en Saint-Yon. Loret hizo lo propio en el asilo de
Quatremares. No cita, en cambio, a reconocidos pioneros de la fotografía en
neurología y psiquiatría como Duchenne de Boulogne y Hugh Diamond. En José
Manuel Torres, Tesis Doctoral, en línea (op.cit)
[iii] Torres,
José Manuel, Tesis Doctoral, “Un siglo de fotografía científica en Barcelona”,
1998, en línea.
[iv] Además
fue agropecuario y tenía varios campos, a propósito dona el terreno lindante a
actual edificio de la Academia Nacional de Medicina. Herrera, a diferencia de
los otros dos fundadores del Frenopático, recibe por parte de su familia,
especialmente de su nieto Nicolás Thibaud, un significativo homenaje a su
memoria al cumplirse el centenario de su muerte, en 2010. En ese año se lo
honra con un Matasello que se empezó a usar en noviembre de 2010, en la
sucursal cercana a la Academia Nacional de Medicina. Buena parte de esta
información fue extraída del blog que su nieto Nicolas Thibaud edita en el
2010. En www.centenariohv.blogspot.com
[v] El
Buenos Aires de Enrique Horacio Puccia (1910-1995). Sec. de Cultura. Gobierno
Bs.As, (Patrimonio histórico), 2005, pp. 176
[vi] Loudet
señala al referirse a la reglamentación que rige los hospitales, que en el
Proyecto Coni de 1879, ya se integra la normativa para la práctica privada. (…)
El proyecto Coni consta de tres partes: Código de Higiene, el Código de
Medicina Legal y el Código de Etica Médica. En el titulo primero se refiere a
los establecimientos de alienados tratados a domicilio y de los
establecimientos públicos o privados (…) nadie podrá establecer un
establecimiento privado sin las autorizaciones respectivas de la Intendencia
Municipal y el Departamento Nacional de Higiene, Loudet, O. 1971. Historia
de la Psiquiatría Argentina, pp. 180-186.
[vii]
Algunos de los hijos: Gregoria Zubiaurre Pinto, nacida en 1845, en Buenos Aires.
Valerio Zubiaurre Pinto, nacido en 1855, en Buenos Aires, muere en 1954 (99
años). Miguel Alfredo Zubiaurre Pinto, nacido en 1868 en Buenos Aires,
Argentina. Benjamín Carlos Zubiaurre Pinto, nace en 1872, muere en 1934 en La
Plata (62 años)
[viii]
Remitimos para ampliación a Di Liscia, M.S. 2003. Mujeres, locura e incapacidad
civil en Argentina, 1890-1920, Vol III, Universidad Nacional de La Pampa.
Sumamos nuestras propias fuentes que provienen del expediente de Insanía del
Archivo General de la Nación. Buenos Aires.
[ix] Leemos
en la bibliografía consultada que la teoría de la degeneración, formulada por
MOREL y modificada en parte por MAGNAN, ejerció una gran influencia en la
psiquiatría francesa y europea de la segunda mitad del siglo XIX. Y que (…)“Y
en este contexto, el médico dirigirá una mirada dura encaminada
fundamentalmente a los criminales y a los enfermos mentales en un intento de dar
un soporte científico -e incluso filosófico- a las exigencias de la sociedad
burguesa finisecular. Buen ejemplo de ello es, sin duda, la publicación, en
1857, de la obra de B. A. MOREL Traité des dégénérescences physiques,
intellectuelles et morales de I'espece humaine et des causas qui produisent ces
variétés maladives. En este libro, su autor asume la tradicional noción de
transmisión hereditaria de las enfermedades mentales, y apoyándose en una
corriente de pensamiento evolucionista plantea su tesis fundamental consistente
en que los trastornos psíquicos –y en general todas las anomalías del
comportamiento humano- son expresión de la constitución anormal del organismo
de los sujetos que las presentan (…) siendo esta constitución anormal
transmisible hereditariamente y sujeta a una evolución progresiva hacia la
decadencia, lo cual traerá consigo la desviación morbosa del tipo normal de la
humanidad” Huertas Rafael- García Alejo, Valentín Magnan y la teoría de la
degeneración. Rev. Asoc.Esp.Neuropsiquiatría, Vol 14, 1985, 361-367.
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