El presente
trabajo tiene por objetivo señalar sus contactos directos con Perón, se
encuentra al lado en la pronunciación de su discurso “la comunidad organizada”,
da un discurso para despedirlo de ese congreso, que aunque no se pronuncia, se
imprime, además, se muestra su epistolario de esos eventos. Quizás esta cercanía
política explica su silencio posterior inmediato.
Onrubia se
mantiene a la derecha de Perón cuando pronuncia su discurso conocido como “la
comunidad organizada”
El Primer
Congreso Nacional de Filosofía celebrado en la ciudad de Mendoza entre el 30 de
marzo y el 9 de abril de 1949 fue clausurado por el General Juan Domingo Perón
y su conferencia publicada luego bajo el título La comunidad organizada.
El discurso
de Perón del congreso se encuentra en el Archivo General de la Nación, con el
titulo
“Exposición en
el acto de clausura del primer congreso nacional de filosofía. Transcripción
propia del audio de la exposición. “Discurso pronunciado el 9 de abril de 1949”,
su ubicación es FB 10-08-56, rollos n.o43, 44 y 45, duración 65 minutos. Este
material, con muy ligeras modificaciones, conformará los parágrafos XVII a XXII
del texto que se conocerá, después, como La comunidad organizada.”
En una
presente edición del discurso se consigna que García de Onrubia se encuentra al
lado de Perón en la pronunciación del discurso
“En el
Teatro Independencia de la ciudad de Mendoza, alrededor de las 18 h. Acompañaron
en el estrado al presidente de la Nación, a su derecha, su esposa, la señora
María Eva Duarte de Perón; el rector de la Universidad de Cuyo y presidente del
Congreso, doctor Ireneo Fernando Cruz; el vicepresidente de la República,
doctor Juan Hortensio Quijano; el prosecretario del Congreso, señor Felipe
García de Onrubia; y a su izquierda, el gobernador de Mendoza, teniente coronel
Blas Brisoli y señora; el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación,
doctor Héctor Cámpora y señora; y el ministro de Educación de la Nación, doctor
Oscar Ivanissevich. La exposición fue transmitida por LRA y LRA1, Radio del
Estado, Buenos Aires, y la Red Argentina de Radiodifusión.”
Pronuncia la
despedida de Perón del congreso
El siguiente
discurso no fue pronunciado, pero fue incluido en las actas.
“Discurso del
prosecretario técnico del congreso, profesor Luis Felipe García de Onrubia, de
la Universidad de Buenos Aires, en representación de los profesores
universitarios argentinos.
Excelentísimo
Señor Presidente de la Nación; Señora de Perón; Exento. Señor Vicepresidente;
Señores Gobernadores; Señores Ministros de los Poderes Ejecutivo Nacional y
Provincial; Señores Rectores de las Universidades Nacionales; Señores Miembros
del Primer Congreso Nacional de Filosofía:
Las
circunstancias hacen que sea yo quien hable en esta ocasión en nombre de los
profesores universitarios argentinos y, a la vez, en nombre de quienes desde la
Secretaría Técnica hemos contribuido a la organización de este Congreso. Quiero
creer que es un reconocimiento del entusiasmo que he puesto en él, del desvelo
que hubo que consagrar a esta empresa que ya realizada y con la convicción
cierta del triunfo, parece más audaz que nunca. Quede así explicado el que sin
demasiados años de edad, traiga hoy la palabra de mis colegas —muchos de ellos
mis maestros de ayer. Bien mirado, este Primer Congreso Nacional de Filosofía
que acaba de clausurar con su palabra el Excelentísimo Señor Presidente de la
Nación, es una gran hazaña de juventud. Tal vez, el último gesto de nuestra
adolescencia cultural y el primero —reposado y caviloso— de nuestra madurez.
Ha de ser
evidente para todo aquel que piense con un mínimo de probidad intelectual, que
el Congreso cierra un ciclo en la historia del espíritu argentino. Hay buenas
razones para creer que clausura el período de la iniciación, el largo y difícil
período en el que hubo que consolidar y, a veces, defender la cultura
filosófica; el período inaugural de la adquisición de las técnicas, del manejo
y la intimidad con las fuentes. Ese período tiene una geografía y una historia
que es hidalgo no olvidar. Se ubica en el litoral y centro del país y su
historia está hecha de los desvelos de los hombres que aislados luchan por
lograr su propia formación filosófica y por imponer la dimensión especulativa
de la cultura. Esa etapa tiene nombres nacionales venerables. Permítaseme
recordar uno solo, aquí presente, el del doctor
Coriolano
Alberini, quien de todo parece haber estado impedido, menos de continuar dando
—hoy mismo— su lección de noble tolerancia y libertad espiritual. Es esa
historia la que cerramos con el Congreso.
Historia tal
vez menuda, pero historia nuestra: la de nuestra incipiente tradición
filosófica, la de nuestra modesta propensión especulativa que en lo
universitario se inicia hace ya cincuenta años en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires. Si algo significa este Congreso —¡y
significa tanto para nosotros!— es por referencia a esa tradición que es su soporte
histórico y permite comprenderlo y valorarlo.
Cierre y fin
de una etapa, es también esta ocasión el comienzo de una nueva. El examen
objetivo del trabajo de estos once días de sesiones diarias, muestra el volumen
alcanzado por la reflexión filosófica argentina.
Cada trabajo argentino, cada intervención en sesiones plenarias o particulares,
prueba de modo irrefutable que los desvelos de nuestros mayores no han sido
vanos. Que hay un pensamiento filosófico nacional sensible a la problemática
contemporánea e inquieto por ella; capaz de atisbos penetrantes, de formulaciones
sutiles, de planteos inteligentes. El diálogo —forma inaugural de la filosofía—
ha podido entablarse con nuestros
ilustres huéspedes extranjeros. Por eso, hoy que las preguntas fundamentales
cobran el apremio y la urgencia de esta hora decisiva para la cultura de
Occidente, podemos tener la certeza de que la voz argentina no ha de faltar en
el coro de quienes respondan por el espíritu y por la dignidad humana.
Si hubiese
que justificar una vez más al Congreso de Filosofía, bastaría esta alusión a la
calidad del esfuerzo nacional para hacer de nuestra reunión filosófica no un
hecho insólito, no un acontecimiento exótico,
sino una necesidad sentida y vivida. Vivida y sentida, incluso, como requisito
de la convivencia nacional. No es el menor fruto del Congreso que quienes
enseñamos filosofía en las seis Universidades hayamos compartido el techo y la mesa y
advirtamos con júbilo que nos encontramos más próximos los unos a los otros de
lo que la refracción de la distancia permitía sospechar. Las diferencias
filosóficas cuando se mantienen en el orden de la limpia intención teórica, no
pueden impedir la obra común de consolidar y vigorizar el pensamiento
argentino.
A los
señores miembros extranjeros que nos han honrado con su presencia, que prestigiaron
nuestro Congreso con sus nombres ilustres, que abandonaron tareas en
universidades seculares para responder a nuestro llamado, vaya nuestra gratitud y
nuestro respeto. Sepan ellos que hemos tenido conciencia muy clara de su valer
y de la fecundidad de su estada memorable entre nosotros. Fueron invitados por
la objetiva consideración de sus méritos
científicos y atendiendo a la diversidad de corrientes filosóficas; habíamos
tenido con ellos la intimidad del libro en el que la personalidad parece volcarse
íntegra y total, pero hoy, luego de este
contacto humano, de este trato de todos los días y de todas las horas, creemos
haber anudado una amistad perdurable. La distancia no podrá ya disipar estas
bases efectivas de la cooperación
intelectual que facilitará la labor científica, cada día que pasa más
caracterizada como labor de equipos, antes que producto de trabajadores
solitarios.
Toda la
labor positiva del Congreso que el tiempo me impide resumir, ha sido posible porque
la iniciativa de la Universidad de Cuyo, ágilmente dirigida por su rector, el doctor
I. Fernando Cruz, ha contado con el apoyo decidido y generoso del Superior
Gobierno de la Nación. Bienvenida la política cultural que hace posible el
contacto entre los hombres de estudio y que con evidente ganancia para el caudal científico de los profesores
universitarios, les permite, dentro de los límites del suelo patrio, asistir a
un Congreso de la magnitud del que hoy se clausura. No sería justo olvidar el
particular apoyo y la ejecutiva participación de S. E. el Señor Ministro de
Educación que en todo momento ha allanado las dificultades con las que inevitablemente
debía tropezar una empresa de estas proyecciones.
Permítaseme
terminar encareciendo el aporte del Gobierno Nacional para la edición de las Actas
del Congreso, que serán la expresión objetiva y palpable de su alta calidad
intelectual, así como para las iniciativas concretas emanadas en forma de
Ponencias. La Oficina de Información Filosófica permitirá difundir las
expresiones más depuradas de la cultura nacional y el Centro de Altos Estudios
Filosóficos, si posee los medios necesarios, podrá reunir material de
investigación filosófica con el que hasta hoy no se cuenta entre nosotros.
Excelentísimo
Señor Presidente: En vuestras manos queda la puesta en práctica de ambas
iniciativas que constituirían una fecha memorable en la historia espiritual de
nuestro país. Esperemos que por vuestra mediación sean posibles para mayor
prestigio del nombre argentino.”
Epistolario
que se muestra de García de Onrubia en relación al congreso
En las
cartas se ve los gastos, y los comentarios que le hacía a los invitados. Este
es un comentario de un tal Nieto. Onrubia le solicitó a Nieto algunos datos de
su curriculum vitae, entre ellos la edad, Nieto respondió acucioso: “en junio
de este año cumpliré 35”
(Carta
a LUIS FELIPE GARCÍA DE ONRUBIA, Río de Janeiro, 6 de febrero de 1949. En
realidad eran 36; había nacido en 1913. Se quitaba un año o, lo más probable,
la fecha era un simple desliz de la fogosidad de su máquina de escribir.)
El
Estado argentino sufragaba los viajes de ida y vuelta, los gastos de comida y
alojamiento durante los once días de permanencia en Mendoza, y no sólo eso, la
Universidad ofrecía a cada invitado veinticinco pesos argentinos por día para
consumos personales y, “para ser más cómoda la estadía de los relatores en
Argentina”, entregaría a los ponentes mil pesos adicionales.
(Cartas
del Dr. Luis Felipe García de Onrubia,
Secretario Técnico del Primer Congreso Nacional de Filosofía, durante los meses
de enero-marzo de 1949.)
Onrubia
se lo va silenciando con la revolución libertadora
Se lo
va silenciando, hacia el congreso de 1955, eso se puede leer en la entrevista
de Lucia Rossi con a Nuria Cortada.
“- ¿Estaban
presentes Rimoldi y García de Onrubia?
- No,
Rimoldi estaba como director de la carrera de Psicología de la Loyola Universty
– de Chicago-, jesuita, él es muy religioso.
- ¿Estaba
afuera por motivos políticos?
- Sí y
no. No había un clima hospitalario hacia él –era discípulo de Houssay, él
disentía y por otro lado tenía ofrecimientos interesantes afuera.
García de
Onrubia está silencioso, sin ponencia aunque presente formalmente en este
congreso.
(…)
- ¿Qué pasa
después del 55?
- Marcos
Victoria, que era neurólogo antagonista en enfoques – un retroceso, y en lo político,
tenía muchas influencias – eso sí, escribía muy bien, era muy dedicado a la
cultura-, reemplaza a García de Onrubia. A partir de ahí no lo vi nunca más.”
Algunas
conclusiones
Sería iluso
adjudicarlo solo esa corriente política, incluso así, ¿a qué tipo de peronismo? ¿Completamente ateo?
No parece. Mantiene una tradición de difundir a Merleau Ponty, que creció
difundido en un transfondo peronista. Cortazar y Onrubia se fueron expulsados
de Cuyo por culpa del archivillano tomista Juan Ramón Sepich, director del
Colegio Nacional de Buenos Aires, que veía en el voluntarismo vitalista un
triunfo de la barbarie sobre la razón. Las relaciones de Cortazar con el
peronismo, si bien en su último tramo de vida apoyó en cierta forma, en sus
cartas del momento escribía Peronlandia en lugar de Cuyo, y hablaba bondades de
Sarmiento, cuando la doctrina peronista ya enfatizaba lo opuesto (vindicación federal
a Rosas). No creo que la revolución libertadora vea con buenos ojos el apoyo de
Onrubia a Perón.