Juan Ramón Guardia Lezcano y Rosa Falcone
presentado en el III Encuentro de la Historia de la Psiquiatria, Psicología y Psicoanálisis en San Luis en octubre del 2002
Introducción
El presente trabajo tiene por objetivo señalar cómo la locura, en la época del virreynato, fue abordada desde las creencias de las órdenes religiosas y desde aquellas de los pueblos con su mitología popular. Cabe señalar que la relación entre ambas fue de mutua extrañeza y también conflictiva.
El lugar del estudio de la locura, en la época del virreynato, fue caracterizado por José Ingenieros, Emilio Catalán y Fernando Pages Larraya. En el campo que ellos han estudiado se desarrollará el presente trabajo.
Las posibles formas de la locura en los primeros habitantes de Argentina
Uno de los autores pioneros en relacionar la hechicería con la locura, en tribus argentinas, fue José Ingenieros. En l920 publicó un articulo en la revista La Semana Médica, llamado “Locura y brujería en la Sociedad Colonial”. Allí hace una primera mención de cómo fue la relación entre brujería y hechicería en la República Argentina y cuáles fueron sus particularidades. Este mismo estilo de desarrollo y teorización fue continuado por Emilio Catalán. En l926 publicó “La brujería penada con la hoguera en el Tucumán Colonial”. En ese escrito relacionó la brujería con las creencias de los pueblos locales y la continuación actual de algunas de ellas.
La obra del psiquiatra investigador Fernando Pages Larraya, es la que más ha abarcado el tema de la brujería y la locura en épocas del Virreynato en la Republica Argentina, dedicando una importante parte de su obra en ese tema. Es el investigador que más labor ha desarrollado en este campo, donde se cruzan la psiquiatría y la antropología.
Los trabajos mencionados tematizan cómo las tribus y pueblos locales han abordado la locura desde sus creencias y mitologías.
Se puede reconstruir el tipo de creencias y costumbres que tenían los primeros habitantes de la Argentina, mediante los restos de sus civilizaciones hallados través de la arqueología y la antropología. Los más antiguos vestigios humanos se encuentran dispersos a lo largo de la Cordillera de los Andes. También se encuentran en Córdoba y la Mesopotamia. En estos lugares, los rastros más antiguos pueden ubicarse entre los años 1000 y 750 antes de Cristo; entre ellos se sitúan las pinturas rupestres y distintas formas de alfarería. Una importante pintura rupestre se encuentra en el Cerro Colorado de Córdoba. En esos dibujos aparecen figuras de animales, antropomorfas y también mezclas de ambas. En las figuras hechas en piedra, que se encuentran en la zona de Talampaya, provincia de la Rioja, se observan dibujos de hombres-animales participando, aparentemente, en distintos tipos de rituales. En su inmensa mayoría, los dibujos tratan sobre temáticas rituales y en ellos se pueden distinguir, a veces no sin dificultades, animales y hombres realizando actividades conjuntas. Con ello podemos ver cuán importante eran los rituales y los animales en la vida de los primeros habitantes de esta región. Es posible que esos primeros moradores hayan sentido una gran admiración hacia ciertos tipos de animales. En artesanías de una mayor elaboración, se ve que los animales más representados han sido el tigre americano, la lechuza, y la serpiente, seres particularmente misteriosos o peligrosos. Junto a esos dibujos, se encuentran también los de hombres-animales en posición de ritual.
Al parecer, las primeras creencias deben haber tenido a estos animales como dioses. Los más representados eran los que estaban más cerca, más “a mano”, animales a quienes indudablemente admiraban. Así, en las artes del pueblo Cóndor-Huasi (350-400 D.C.) se pueden encontrar dibujos de sus animales preferidos: la lechuza y el cóndor. Para los mismo años, el pueblo Ciénaga (en La Rioja y Catamarca) compuso figuras cuyo tema central son los jaguares y los pájaros. Un tanto posterior en la historia, el pueblo Aguada o Draconiano (La Rioja, alrededor de los años 650 D.C.) también tiene dibujos de tigres americanos, pájaros y ofidios.
Por regla general, el animal admirado dependía del lugar donde habitaba el pueblo en cuestión. Pero, generalmente, las civilizaciones del norte del país sentían una especial admiración por el tigre americano o jaguar. En los dibujos, podría verse a los hombres en posición de ritual en un cierto estado de excitación. La misma se leería, en otros gráficos, como una de signo sexual, ya que algunos no presentaban vestimenta alguna. En la mayoría de los motivos se hace énfasis en los ojos, que son muy grandes y, en general, de un número mayor de dos. En las actitudes de ritual, se observa que los hombres toman posiciones de animales y están disfrazados de tigres o de pájaros. Es quizás en este particular sistema de creencias de estas civilizaciones, organizadas alrededor de la admiración al tigre, donde debe buscarse el modo de manifestación de la locura.
Estas primeras formas de licantropía, transformación del hombre en animal, han sido tratadas por el mencionado artículo de Ingenieros. Allí habla de cierta forma de transformación del hombre en tigre, que era denominada en lengua aymara como uturunco-runa o runa-uturunco (uturunco: tigre; runa: hombre). En lengua guaraní, esta licantropía es llamada la del hombre-tigre, bajo el título de jaguarete-abá (Abá: hombre; jaguarete; tigre). Es importante mencionar que se han encontrado, entre los utensilios, dispositivos para la ingestión de sustancias alucinógenas y es muy probable que en los rituales se hayan usado dichas sustancias con efecto excitador. Tal vez con ello pueda explicarse que se vea a los hombres, en los dibujos, transformados en tigres, exhibiendo gestos amenazantes y erecciones. En estos rituales donde los hombres tomaban sustancias alucinógenas, es donde podrían aparecer las primeras formas de la “locura” en Argentina, registrada así por los conquistadores. Estas manifestaciones gravitarían alrededor de la licantropía, en tanto habrían conllevado la transformación en el animal más admirado: el tigre.
Los pueblos en territorio argentino fueron independientes hasta la llegada del imperio incaico, tiempo antes de la irrupción española. La llegada de los primeros puede ubicarse entre los siglos XV y XVI.
El encuentro de las creencias de los pueblos locales con las creencias cristianas españolas
El encuentro de las ordenes religiosas con la mitología indígena en el siglo XVII y XVIII, el asombro entre ambas, es constatable en las actas del derecho indiano. En los documentos de los juicios que nos llegaron hasta hoy, se pueden encontrar testimonios de personas que se transforman en pájaro (La Rioja, abril de 177l) y mujeres que ven seres fantásticos y demonios (Santiago del estero, noviembre de 1761).
Puede llamar particularmente la atención el siguiente párrafo, dentro del citado juicio en Santiago del Estero. Allí se registra un interrogatorio a una indígena, mientras se le aplicaba el tormento del ladrillo caliente sobre los pies desnudos: “Y se le fue preguntando como hallándose los pies sobre el ladrillo caldeado no siente el fuego, y tiene frío el pie sobre el ladrillo, responde que aunque siente pero que las criaturas la están refrescando con agua el ladrillo por abajo. Y preguntando que porque causa estando en el tormento dijo que le quitasen el plato que estaba con agua bendita sobre el cepo que queria pasearse, respondió que habiendo venido el demonio dijo ella que quitasen el agua para que dentrase con ella y que se pasease. Y estando en este estado se quedó dormida.” (1)
La idea del demonio en el Tucumán colonial, no era la del cristiano ni la del griego. El demonio era más bien del tipo incaico, especie de duende cuyo principal atributo es la picardía de tipo sexual. Esta presencia de seres fantásticos, demonios, genios o duendes se encuentra en el testimonio dejado por los jesuitas, que trabajaron en reducciones de indígenas. El teólogo austríaco Martín Dobrizhoffer, dice en su libro Historia de Abipones: “Los abipones los llaman (a sus brujos) con el nombre de diablo: keebet, o artífices del diablo; porque creen que habían recibido del espíritu del maligno, al que consideraban su abuelo, el poder realizar actos sobrehumanos. No hay bárbaro que no crea en sus hechiceros que el poder de estos puede acarrearles la muerte y que pueden adoptar formas de tigre (2). Como consideran que la vida es el don mas preciado entre todas las cosas, si uno de ellos muere dicen que fue raptado por el demonio. Los brasileros y guaraníes llaman al demonio Aña o Añanga; sienten hacia este un increíble temor, por sus mil modos de dañar. Los antiguos lo llamaban Cupai, y lo detestaban de tal forma que cuando pronunciaban su nombre solían escupir como muestra de desprecio por considerarlo artífice de toda calamidad” (3). En el pasaje citado se puede encontrar también la licantropía de hombre en tigre, en este caso la transformación se da en la figura del hechicero, de gran importancia para esta tribu.
Dejando las creencias indígenas, desde la enseñanza académica los jesuitas abordaban la locura con el lenguaje propio de su universidad de Córdoba, usando los términos clásicos de manía, melancolía y trastornos nerviosos, propios de la teoría humoral de la personalidad, de Hipócrates. Estos conceptos se encuentran mencionados por primera vez en la obra de Pedro de Montenegro (Materia Médica Misionera, 1710). También aparecen en la obra de un discípulo de Newton que vino a la ciudad de Córdoba, llamado Tomás Falkner. (principalmente en su libro Descripción de la Patagonia, de 1774) y en la obra mencionada de Martín Dobrizhoffer, que dictó clases en la universidad de Córdoba. Los conocimientos de estos tres importantes jesuitas estaban en correlación con la psiquiatría de la época y eran bastante adelantados. Si bien condenaban las creencias en los demonios de los pobladores locales, esta crítica iba un tanto teñida de escepticismo, ya que se pensaba que la brujería era propia de charlatanes.
Esta lucha contra el curanderismo se vio también en Buenos Aires desde el Protomedicato, tribunal habilitador para el ejercicio de la medicina que consideraba el curanderismo de los brujos como un estorbo a los verdaderos médicos. El Protomedicato impulsó un abordaje de la locura desde la psiquiatría, en el siglo XIX, en Buenos Aires, pero desde una nosología de autores ingleses como Sydenham y Willis. Su principal director fue Miguel Gorman, quien habría adquirido esos conocimientos en Inglaterra. Podría decirse que Gorman diseñó una psiquiatría en el Virreynato del Río de la Plata, con autores pre-pinelianos.
En Buenos Aires y Córdoba, la locura fue abordada también por la Orden Bethlemita. Especie de desprendimiento de la Orden Jesuita de Guatemala, tenía un importante desempeño para la época en la administración de hospitales. En Córdoba y Buenos Aires, los bethemitas dieron inicialmente lugar a los locos dentro de estas instituciones. Si bien se puede pensar que aún no se había abandonado el uso de tormentos en los casos más graves, los afectados menos peligrosos ejercían trabajos simples, como los de cocina o la limpieza del mismo edificio. Uno de los primeros asilos que se abrió a los locos fue el Hospital de las Lomas de la Convalescencia, a principios del siglo XIX. Recordemos que en ese solar funcionan actualmente los Hospitales Borda y Moyano, principales neuropsiquiátricos de Buenos Aires. En la ciudad de Córdoba los bethlemitas atendían casos más leves, como las mujeres afectadas por pasiones histéricas o síntomas histéricos, dentro del hospital-convento San Roque.
Mitos actuales de Argentina
Ingenieros habla, en su artículo citado sobre locura y brujería, del mito del Curupí; allí puede leerse que “merece mencionarse la (creencia en) el fabuloso Curupí, ser fálico que suele producir la locura en las mujeres que lo miran. El Curupí es un personaje de cara overa y, para algunos, petizo. Anda por el monte, casi siempre a la hora de la siesta; según otros, camina en cuatro pies y se caracteriza por el exagerado desarrollo de su órgano viril, que le permite enlazar con él a las personas que quiere llevar consigo”. (4)
Otro ser mitológico mencionado en la historia de la psiquiatría es el “duende de la Puna”. Catalán lo nombra -en su mencionado artículo de 1926- y escribe que (…) “tales duendes hacen sus apariciones cubiertas sus grandes cabezas por sombreros de amplias alas que baten ruidosamente al ser sacudidas por el viento, llevando en su boca un carbón encendido, siendo el momento de sus excursiones en las primeras horas de la tarde, en verano, cuando duerme la siesta. Según relaciones populares los duendes estarían dotados de un grande y peligroso erotismo.” (5)
Un muy importante estudio del fenómeno del duende de la siesta, mito extendido desde Jujuy hasta San Juan, ha sido realizado por los investigadores del CONICET María Cristina Bianchetti y Fernando Pages Larraya. En esta investigación llamada El Duende de la Puna, Epidemiología de las alucinaciones colectivas, publicada en 1992, se intenta delimitar el mito del Mikilo riojano, variedad del duende de la Puna que aparece en horas de la siesta.
En un libro del antropólogo Adolfo Colombres, llamado Seres sobrenaturales de la cultura popular Argentina, se puede ver que de los doscientos cincuenta seres mencionados, la inmensa mayoría tiene una gran connotación sexual. Entre los más destacados podemos nombrar al Ukamar Zupai (mito aymara del noroeste del país), un diablo de las peñas que aparece cerca de los lagos y secuestra mujeres para violarlas en las montañas Otro es el Huallapen (de tradición araucana), el cual habita en las cercanías de los lagos y está compuesto por varios animales; anda en cuatro patas, no puede mover las traseras y camina arrastrándose para acoplarse con cualquier animal. También citaremos a Yosi, conjunto de espíritus del bosque muy “sexuales” (de tradición ona) y al Trauco, que intenta llevar a las mujeres para violarlas en la montaña.
Generalmente, dentro de las creencias locales, cuando alguien manifestaba algún tipo de comportamiento propio de la locura, se intentaba explicarlo a través del efecto producido por la visita de estos seres fantásticos o su sola vista.
Es muy llamativo que este tipo de creencia popular en demonios no aparezca en la ciudad de Buenos Aires. En esta localidad los seres fantásticos no aparecen a la siesta, sino a la noche y generalmente en casas deshabitadas y aisladas. Igualmente son seres que se muestran amenazantes. Un ejemplo de ello es el mito del parque Rivadavia. En las noches suele aparecer una mujer decapitada llevando en una mano su cabeza y en la otra una plancha enrojecida. Otro mito estrafalario es el del Chancho de Lata, ser que aparecía por las noches en la calle Agüero de Palermo, provocando sonidos estridentes y mucho ruido a metal.
Algunas conclusiones
La locura en la historia de Argentina en un primer momento, antes de la llegada de los españoles, quizás estuvo signada por los fenómenos de la licantropía; estos se habrían dado en los ritos y esta transformación del hombre en animal aparecía con una gran excitación sexual y mediada por el uso de alucinógenos. Generalmente, la licantropía se refería a la transformación del hombre en tigre. Dichos elementos podrían situarse en los pueblos argentinos independientes, durante el primer milenio después de Cristo, antes de la llegada de los incas.
En un segundo momento, la locura podría relacionarse a la presencia de seres fantásticos que aparecen sin ningún ritual de por medio. Podría establecerse que estos seres fantásticos aparecerían durante la dominación incaica y serían anteriores a la española. Se podría afirmar que no son de influencia española, dado que los conquistadores europeos combatían tales ideas; ello puede rastrearse, también, porque la creencia en demonios es condenada por el derecho indiano y por los jesuitas. Por otra parte, sus nombres originales provienen de lenguas indígenas, no europeas. De este modo, la creencia en los demonios habría sido de origen incaico, porque en los pueblos argentinos más antiguos no existía esa creencia. Esto puede verse en el hecho de que el duende de la siesta, de actual vigencia, es un fenómeno que se extiende en los lugares de dominación incaica, desde San Juan hacia el norte. Los guaraníes y los araucanos tienen una versión parecida, quizás influida por los incas. Al momento de la llegada de los españoles convivían en los pueblos de Argentina dos creencias: en los hombres-animales (tigres) y en seres fantásticos o demonios.
Un tercer momento sería el de la llegada de los españoles. Ahora la locura, además de estar en la creencia de los hombres-animales y demonios, es abordada desde la nosología médica traída por los jesuitas en el siglo XVIII. La nosología médica se complejiza con las innovaciones del Protomedicato de Buenos Aires, para tratar a la locura en el siglo XIX. La concepción popular de la locura en la actualidad, fuera de un discurso medico o filosófico, y herederos de una pura tradición criolla, está dada por la visita de los seres que aparecen a la siesta. En algunos pueblos se sigue manteniendo una tradición, en la cual la locura es explicada mediante la presencia de un ser fantástico. En Buenos Aires, ellos no aparecen a la siesta sino de noche, pero al ser un fenómeno tan particular necesita tener en cuenta otras consideraciones, por ejemplo la influencia de mitos europeos.
En resumidas cuentas, la locura ha sido explicada en la historia argentina desde los mitos populares y desde una tradición europea, que tuvo su origen en las órdenes religiosas. Ambas mantuvieron una relación de extrañeza, que aún sigue estando presente.
Referencias Bibliográficas
- Beltrán, J. (1937): Historia del Protomedicato de Buenos Aires. El Ateneo, Buenos Aires.
- Bianchetti, C.; Fontino, F. y Pages Larraya, F. (1992): El duende de la Puna. Epidemiología de las alucinaciones colectivas. En Seminario de Investigación sobre Antropología Psiquiátrica y Psicológica de América Latina. Buenos Aires.
- Catalán, E. (1926): La brujería penada con la hoguera en el Tucumán colonial. Revista de filosofía. Año XII, Nro. 3.
- Colombres, A.. (1984): Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina. Biblioteca de Cultura Popular, Ediciones del Sol.
- Dobrizhoffer, M. (1784): Historia de Abipones. Universidad Nacional del Nordeste, Chaco, 1967.
- Falkner, T. (1774): Descripción de la Patagonia. Editorial Hachette. Buenos Aires, 1976.
- Ingenieros, J. (1920): Locura y Brujería en la sociedad Colonial. Revista La Semana Médica, Febrero, Buenos Aires.
- Montenegro, P. (1710): Materia Médica misionera. Biblioteca Nacional Argentina. Buenos Aires,1945.
- Pages Larraya, F. (1991): Delirium. Documentos para la etnohistoria de crímenes y tormentos de naturales en el Tucumán Colonial. En Seminario de Investigación sobre Antropología Psiquiátrica y Psicológica de América Latina. Buenos Aires.
- Soulet, J. (2000): Argentina: Sus mitos y leyendas. Colección Diversus. Ediciones La Nave.
Citas
(1) Pages Larraya, F. (1991): Delirium. Documentos para la etnohistoria de crímenes y tormentos de naturales en el Tucumán Colonial. En Seminario de Investigación sobre Antropología Psiquiátrica y Psicológica de América Latina. Buenos Aires. Pág. 66.
(2) Dobrizhoffer, M. (1784): Historia de Abipones. Universidad Nacional del Nordeste, Chaco,1967. Tomo II, Pág. 78.
(3) Dobrizhoffer, M. (1784): Op. Cit. Tomo II. Pág. 95.
(4) Ingenieros, J. (1920): Locura y Brujería en la sociedad Colonial. En revista La Semana Médica, Febrero, Buenos Aires. Pág. 224.
(5) Catalán, E. (1926): La brujería penada con la hoguera en el Tucumán colonial. En Revista de filosofía. Año XII, Nro. 3. Pág. 443.
1 comentario:
Felicito a los autores de esta investigación, porque además de lo referente a la medicina, aborda el tema de los mitos desde una mirada sumamente original y aporta , por eso, enriquecimiento a todos los estudios que de este tema se hacen.
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