martes, 12 de febrero de 2013

PHILIPPE PINEL - TRATADO MÉDICO - FILOSÓFICO DE LA ENAGENACIÓN MENTAL O MANÍA

Prólogo: Pedro Marset

INTRODUCCIÓN

El curso progresivo de los conocimientos sobre el carácter y curación de la enagenación del alma, es igual en un todo al que se ha seguido en las otras enfermedades, según lo mas o menos adelantada que ha estado la civilización de los pueblos. Un limitado empirismo hizo que desde los primores tiempos se adoptasen supuestos específicos, cuyas virtudes se han exagerado, y cuyas aplicaciones se han variado de mil maneras para que produxesen buen efecto. El origen de estos medicamentos, casi siempre fabuloso, la larga serie de frívolos y minuciosos preceptos sobre su uso, y los ensayos abandonados a la casualidad, ¿podían menos de despertar los talentos observadores? Desde entonces se pusieron los verdaderos cimientos de la ciencia, esto es, se empezó a estudiar la manía, y a formar los primeros bosquejos de su descripción, como conocimientos necesarios que debían preceder al uso de remedios. ¿Podía no conocerse en la misma época quan poderoso era el influxo del régimen moral y físico para curar muchas veces los locos? Muy pronto se perdieron estos sólidos conocimientos entre los siglos de ignorancia y barbarie, para empezar a recaer en el tipo de la restauración de las ciencias y bellas letras en Europa. Entonces se traduxo y se comento lo mas juicioso que habían escrito sobre la manía los autores griegos y latinos; pero limitaronse los traductores y comentaristas a un supersticioso respeto sin seguir las huellas de aquellos modelos: de aquí resultó que en lo sucesivo todos volvieron a extraviarse del verdadero camino de la observación guiados por el espíritu de hipótesis, y que todos hicieron una entendida aplicación de las demás ciencias a la medicina. El exemplo y los errores de los tiempos pasados, los falsos caminos que se han tomando, y el cuerpo severo y metódico que se sigue en todos los ramos de historia natural, nos obligan a que en la manía se vuelva a tomar el hilo de la observación abandonado tantos siglos ha: y con este objeto publico la presente obra, que reclaman unánimemente los nuevos progresos que se han de echar en la historia general del entendimiento humano, y los que se harán en la ciencia medica.
Prescribir el eléboro interiormente para curar la manía y otras enfermedades crónicas, saber escogerle, preparar y usar; esta era en la antigua Grecia la obra mas grande del talento del hombre o mas bien del empirismo mejor combinado. Algunos de estos preceptos parecen sabios y otros minuciosos, frívolos y dimanados de preocupaciones populares o de ideas supersticiosas. Si acaso había necesidad de preferir el eléboro del monte OEta al de Galicia o Sicilia, este era otro punto que ocasionaba grandes altercados, para determinar los alimentos que debían darse al enfermo el día antes, para enterarse del estado preliminar de vacuidad o plenitud del estomago, y disponer las bebidas que favoreciese mas su acción emética. Había muchas veces grandes dificultades por la fogosa indocilidad de los enfermos, y porque era necesario, para que no conociese el remedio, usar de engaños inocentes y de artificios, o combinarla con sustancias alimenticias. Aun para los mas hábiles era un punto practico muy difícil el arte de corregir o moderar la acción de este vegetal demasiado enérgica, o mas bien deleteria, y el saber las precauciones que debían tomarse según la disposición del individuo, o, los periodos de la enfermedad. Pero ¡que gloria no resulto a la ingeniosa sagacidad de los médicos de aquel tiempo de haber descubierto ciertos métodos que debían asegurara el feliz éxito del remedio, usando repetidos enjuagatorios, aplicando olores fuertes, variando las posturas del cuerpo, y dando friegas en las extremidades! ¿Sobrevenía acaso un peligro de sofocación, una constricción espasmódica de la gargantas, un hipo violento, sincopes, y delirio? Entonces apuraba el eleborismo todos sus recursos, pues se columpiaba a los pacientes, se les prescribían fomentos y lavativas, se les hacia usar de esternutatorios, y se echaba mano de innumerables expedientes para favorecer los esfuerzos del estomago, y hacer que cesasen los síntomas. (1)
Aparece Hipócrates y en aquel momento se levanta una valla eterna entre el uso empírico de los medicamentos y la verdadera ciencia médica, quiero decir, el profundo estudio del carácter y curso de las enfermedades. El inmenso campo que hallo abierto a sus investigaciones no le permitió estudiar exclusivamente la manía; pero nos ha dexado un ejemplo general del mas riguroso método descriptivos; y los hombres que han llegado a conocer su gran merito, le han tomado por modelos en sus primeros ensayos sobre la historia y curación de esta enfermedad. Nada hay mas juicioso que lo que nos ha dexado Areteo sobre los caracteres distintos de esta afección nerviosa, la disposición que tienen a recaer los que han padecido, y el grado de excitación física y moral que produce, aunque da mas extensión que debiera a su influxo sobre el supuesto conocimiento de la ciencias y bellas artes. Parece que los preceptos que da Celso son en algún modo mas útiles para curar los locos, y manifiestan que este autor estaba acostumbrado a observar sus estravios, pues ha dejado reglas para dirigirlos o para rectificar en ciertos casos sus falsas ideas, ha indicado quando se había de usar la fuerza, quando de la benevolencia y dulzura, cosas por lo común muy a propósito para aquietarlos, y finalmente ha prescrito como ley expresa que ejercitan su cuerpo continuamente y en un trabajo penoso, y se han visto confirmados por la experiencia de todos tiempos los efectos saludables de estos preceptos. ¿Porque pues se han de autorizar con su nombre la crueldad y la violencia en el método curativo que juzga necesarias solo algunas veces para contribuir a curar la manía? Celio Aureliano, tan inferior a Celso en la elegancia y pureza de lenguaje, parece haber aspirado a otra gloria en su articulo sobre la manía, pues en él señala cuidadosamente las causas ocasionales de esta enfermedad, sus señales presurosos y sus síntomas característicos y encarga que se procure hacer evitar a los locos las impresiones muy vivas en los órganos de los sentidos. Pasa después a las medidas que se han de tomar para cuidar solícitamente de corregir sus errores, e indica los dos escollos que han de huir los que están encargados de su dirección, a saber, una indulgencia ilimitada y un rigor inflexible. Manifiesta también el justo medio que se ha de observar entre estos dos extremos, y el tino feliz que debe haber en usar con los locos algunas veces de una gravedad que imponga respeto, y otras del tono sencillo de una verdadera sensibilidad, conciliándose su atención y afecto por medio de una conducta franca y abierta, y haciéndose siempre querer y temer, habilidad que tanto honor ha dado a algunos modernos, y cuya causa acabo de indicar.
Es de admirar que unos principios tan luminosos y fecundos en aplicaciones útiles, no se hayan aclarado ulteriormente con especialidad en la Grecia e Italia, donde la manía es tan frecuente y donde se reproduce de tan diversos modos. Pero este problema se resuelve fácilmente solo con hacer una ligera reflexión sobre el modo con que generalmente procede el entendimiento humano: en efecto, el talento de observar, abandonado a si mismo, sin que le acompañen las intrigas en el arte de ostentar, siempre es bien recibido de las gentes de gusto, y siempre se concilia el respeto y estimación de los sujetos instruidos de todos los tiempos y países; siendo las mas veces fruto de las brillantes qualidades de los sistemas nuevos, y de la rara ciencia de saber darse a conocer oportunamente al publico el poner en un movimiento general todos los talentos, y el adquirir una fama que todo el mundo respete; y como Galeno se aventajó en esto a los otros observadores de que acabo de hablar, no hay duda en que esta fue la causa de que la parte de la medicina relativa a la enajenación del alma, no hiciese los progresos que debía haber hecho (2) una guerra continua contra las diferentes sectas de los dogmáticos, metódicos, empíricos y elécticos; la ambición de llegar a ser émulo del mismo Hipócrates, y de reynar en las escuelas; el haber ensalzado hasta lo maravilloso el talento del pronóstico, y el cultivar la anatomía no le dexaron tiempo ni voluntad para entregarse exclusivamente a una doctrina particular, y el ascendiente que tomó en lo sucesivo sobre los talentos, hizo que se apartase de su doctrina todos lo que le habían prestado una especie de culto supersticioso, quiero decir, casi todos los que se dedicaron a las ciencias en Europa, Asia y África por el espacio de los de (…)s de XVI siglos.
La guerra que se encendió entre el galenismo y una falsa (..)mica aplicada a la medicina, encendió muchas disensiones, sin ser por esto que el entendimiento humano siguiese un método mas prudente y seguro, y la enajenación del alma solo dio lugar a débiles compilaciones perdidas, por decirlo así, en los sistemas generales de medicina llenos de palabras vacías de sentido, y del lenguaje estéril de las escuelas. Senerto, Riverio, Plater, Heurnio(…)rtio &rc creyeron que ya lo habían dicho y profundizado todo, admitiendo a porfía las palabras consagradas por el uso de intemperie del celebro, diagnostico, prognóstico, indicaciones que sa(..)hacer &rc, y a titulo de profesores se aprovecharon de sus ventajas para propagar su doctrina, tanto en este punto como en otros, y para hacerse admirar por sus muchos discípulos, siempre (…)rrinos en alabarlos, y en tener parte en su gloria. Según sus sectas y bellas explicaciones, no había cosas mas fácil que curar que la manía. Su causa, decían, es sin duda una indisposición ígnea maligna de los espíritus, o un humor al que es necesario preparar con medicamentos preliminares para ponerle en movimiento y expelerle; según otros era una materia pecante que se debía de desprender del celebro y del corazón, después hacer la destreza que experimentase una alteración, ya arrojarla en línea recta como superflua o perjudicial. Toda la naturaleza parece se contribuía a tan sabias operaciones, produciendo entre las mismas manos del profesor innumerables medicamentos, unos (…)cados de qualidades frías y humectantes para diluir la atrabilis, otros destinados a sucederles a títulos de evacuantes mas o menos activos; y fácilmente se infiere que no se echaría en olvido el eléboro: se interpolaban como auxiliares ciertas substancias opias para fortificar el corazón y el celebero tomadas interiormente, y se aplicaban a lo exterior los polvos narcóticos, y los (…)temas encima de la cabeza, del corazón o del hígado, para generar esta víscera, como dice Heurnio. Omito los misteriosos específicos acreditados por una ciega credulidad, y tan dignos de ser colocados al lado de las complicadísimas recetas de la medicina árabe.
Uno de los primeros pasos que dio el entendimiento humano cuando se vio abandonado a si mismo, y libre del yugo del galenismo, fue añadir por medio de la observación nuevas ideas a la doctrina de la enagenación, y quien logro esa ventaja fue Hel(…)oncio: una especie de trastorno de la facultades morales, que experimento él mismo solo con haber probado la raíz del napelo, sorprendió y causo admiración: procuro indagar la causa de la ilusión singular que le induxo a creer por espacio de dos horas, que el asiento del alma estaba en la región precordial; los fenómenos de la manía le parecieron adequados para explicar este hecho, y se acordó que muchos locos, curados ya, habían sentido al tiempo de la invasión de la enfermedad una especie de vapor nebuloso, que parecía elevarse de los hipocondrios hacia la cabeza, y formar allí una idea viva y dominante; la cual, según dicho autor, penetra los principios constitutivos de nuestro ser, y para curarla es necesario destruirla, o equilibrarla con otra aun mas fuerte, se acordó del método curativo que se empleaba con los hidrófobos, sumergiéndolos por algún tiempo, y lo que paso con un loco que habiendo caído casualmente en un profundo estanque, se le saco como muerto, y después recobro la vida y el libre uso de la razón; de donde infirió este autor, que aun la manía mas inveterado no es incurable, probándolo con ejemplos suyos propios, convencido de que la curación solo no se verifica quando el loco se le sumerge muy poco tiempo. Aunque parezca temerario semejante método, especialmente según los nuevos experimentos que se han hecho con los ahogados, no podemos menos de conocer en este artículo rasgos de un verdadero talento, y conceptos dignos de atención, principalmente en casos desesperados. ¿Porque pues hallamos en la misma obra tantas declamaciones inútiles o extravagancias inexplicables y preocupaciones populares sobre que la manía es siempre causada por los demonios, y tanta seguridad en que la rabia se cura con amuletos?
El movimiento en que se pusieron casi todas las ciencias en la primera mitad el siglo XVIII, y los superiores talentos de Stahl y Boerhaave, que estaban al frente de la enseñanza publica de la medicina y de la química, dieron un nuevo aspecto a ambas, dirigieron especialmente la primera por la recta senda de la observación, y la hicieron seguir un método desconocido hasta aquellos tiempos, haciendo también que admirarse las bellezas de los autores antiguos, y que justamente conociese sus errores. Pero la excesiva ambición que manifestaron estos dos ilustres rivales de extender cada uno su doctrina con preferencia exclusiva sobre todas las demás, sus inmensas tareas para adelantar todos los conocimientos médicos y para hacerse celebres entre todos los sabios de Europa, no les permitieron profundizar ninguna materia en particular; y los pobres locos continuaron desterrados en sus hospitales, o sequestrados en habitaciones aisladas, sin que se saliese de la rutina acostumbrada de sangrías, baños generales y de riego. La doctrina de la enagenación quedo como antes incluida en el sistema universal de medicina, o mas bien estuvo siempre reducida una simple compilación de lo que anteriormente se había escrito. Limitáronse los autores a publicar algunas historia particulares de la manía en las recopilaciones, en las colecciones académicas y en los diarios, añadiendo algunas veces los resultados de ciertas investigaciones sobre las lesiones orgánicas del celebro; pero esto era mas para interesar al publico por alguna singularidad chistosa, que para concurrir a los regresos de esta parte de la medicina. Las monografías sobre la enagenación, que se han publicado desde mediados de este siglo, ya en Inglaterra (3), ya en Alemania (4), solo han tenido la ventaja de reunir objetos diversos y extenderlos según el método escolar, y tal vez han dado lugar a alguna hipótesis brillantes. Excluyo de este numero las investigaciones de Crighton (Investigaciones sobre la naturaleza y el origen de los desordenes del entendimiento &tc. Londres.1798) obra profunda y llena de nuevas observaciones, escrita según los principios modernos de fisiología, pero mas adequada para dar los conocimientos preliminares de la enajenación del alma, que para profundizar la historia y curación de esta enfermedad. Creo que debo dar aquí una idea exacta del origen, incremento y efectos de las pasiones humanas en la economía anímal, tales como los ha expuesto el citado autor, y tales quales se deben conocerse como causa la mas común del trastorno de nuestras facultades morales.
Parece que Crighton se elevo a un punto de vista muy extenso al que no pueden llegar ni el metafísico, ni el moralista; pues considero las pasiones humanas como simples fenómenos de la economía animal, sin ninguna idea de moralidad o de inmoralidad, y en sus simples relaciones con los principios constitutivos de nuestro ser, sobre los quales pueden ejercer efectos saludables o nocivos. ¿Pero podemos concebir una pasión qualquiera sin la idea de un obstáculo que se opone en la satisfacción de un deseo, o en otros términos, sin suponer una sensación desagradable, de la que uno se quiere eximir, o un placer que se anhela? ¿No parece que estas tendencias naturales, que son los mas poderosos móviles de nuestras acciones, se refieren a la perpetuidad de la especie? Y en este caso indica lo expuesto que nos vemos constituidos en tres obligaciones, a saber, en la de conservar nuestra existencia, reproducir nuestra especie, y amparar en su infancia. Entre las sensaciones desagradables, que nos advierten el cumplimiento de la primera, se cuenta el hambre, móvil poderosísimo, tanto del hombre civilizado como del salvage, la mayor o menor anxiedad que se sigue a la falta de renovación del ayre en el acto de la respiración, la impresión demasiado activa del calor o del frío, que exige vestidos y habitaciones saludables, la sensación incomoda que ocasiona la retensión de las materias excrementicias, la incomodidad que dimana de un estado de reclusión, o de una falta de ejercicio, la sensación de cansancio y fatiga que nos hace buscar el reposo, y el padecer, producido por una enfermedad interna o externa, todo lo qual obliga a implorar los auxilios de la medicina. ¿No nos llama por otra parte la naturaleza a conservar nuestra existencia por miedo de la voz del placer, por alimentos variados para hablar nuestro gusto, por las deliciosa de respirar un ayres puro, o de una buena temperatura, por la sensación agradable que se percibe después de haber evacuado las materias excrementicias, por la comodidad que siente toda la maquina después de un exercicio moderado, por el regocijo vivido que nos hace probar el reposo después de un sumo cansancio, y finalmente, por la dulzura inexplicable que causa la existencia después de haber padecido una grave enfermedad? El hombre se dexa llevar igualmente, tanto de la voz del dolor, como de la del placer para propagar su especie, principalmente quando procura no irritar sus deseos, y cuando solo obedece al impulso de la naturaleza; y este articulo no necesita muchos comentarios. Finalmente, ¿qué sentimiento hay mas vivo que los tiernos cuidados de los padres con sus hijos, la pena que causa el mirar sus aflicciones, o el indecible contento de verlos exentos de dolor y de peligro?
Las sensaciones ya ingratas ya agradables, que, o nace de lo interior, o son producidas por agentes externos, y que advierten al hombre que cuida de conservar su existencia, de propagar su especie, o de ampararla en su infancia, le hacen que evite las unas, y se complazca en las otras. Podía también haber añadido el autor ingles, que la vida social y una imaginación ardiente, extiende casi hasta el infinito la esfera de la necesidad relativa a nuestra existencia, incluyendo entre ellas la estimación de nuestros semejantes, los honores, dignidades, riqueza y fama; que estos deseo facticios, siempre contrariados, y casi nunca satisfechos, ocasionan las mas veces el trastorno de la razón, como consta de los exactísimos libros de entradas y salidas de los hospitales de locos; y de esta misma ilusión es la que hace ver, en el objeto de su amor, dotes celestiales, el ultimo grado de hermosura, las mayores y mas bellas prendas, y el carácter mas elevado, siendo la que al mismo tiempo produce los mas vehementes deseos, y si se la violenta, causa la desesperación y todos los furores del amor. Una sensibilidad moral, exaltada hasta el exceso, hace tan insoportables las mas leves penas, como la menor privación de un gusto; y de aquí nacen (5) la excesiva vivacidad de los deseos y las mas violentas pasiones, si se las contaría. ¿No debemos incluir también en la análisis de las acciones humanas los efectos de la simpatía, como que nos hace participar de los males agenos, como que llega a ser individual, y se fortifica por diversas circunstancias, y como que se vuelve mas activa y enérgica por el entusiasmo y origen de las penas y placeres morales? (6)
Acabamos de indicar el origen de las pasiones humanas; pero aun no podemos concebir el poder que tienen para causar la enagenación del alma, si no conocemos la historia de sus efectos en la economía animal, no siendo los menos notables los que puede producir una profunda pesadumbre: en este caso se siente una languidez general, las fuerzas musculares se abaten, se pierde el apetito, el pulso es pequeño, hay constricción del cutis, y frío en las extremidades; la cara se vuelve pálida, y la fuerza vital del corazón y arterias se disminuye muy sensiblemente, de lo que resultar una sensación aparente de plenitud, opresión, congojas, y una respiración penosa y lenta, y esto hace que el enfermo suspire y solloce: la irritabilidad y la sensibilidad se hallan a veces tan apagadas, que sobreviene una adormecimiento mas o menos profundo, un estado comatoso, y aun la catalepsis. Quando no ha llegado a este grado el enfermo, le causa incomodidad las repetidas impresiones en los órganos de los sentidos, no quiere moverse en modo alguno, ni tampoco hacer ejercicio; a veces siente un dolor vivo en el estomago, la sangre del sistema de la porta, y en general de todas las vísceras del abdomen circula muy poco, y de aquí viene el marasmo y un estado de consunción quando la pesadumbre se ha hecho habitual, es decir, que ha pasado a ser melancolía. Una y otra enfermedad terminan ya por una inclinación irresistible al suicidio, ya por un dulce delirio, o por un estado de furor, pero antes que acaezca este desorden total, sobrevienen muchas afecciones, a saber, vesanias pasageras, el aspecto es adusto, o mas bien presenta una misantropía brutal; las facciones se alteran, los ojos están siempre inclinados al suelo, y el mirar es feroz, hay desorden y confusión en las idas, y cierto estado de estupor o de embriaguez; y después de esto se manifiesta de repente la mas violenta manía.
Tanto pueden trastornar la economía animal el miedo el terror, como una tristeza profunda. El miedo, que nace de la idea de un peligro mas o menos remoto, produce una impresión general de debilidad en casi todas las partes internas o externas, el corazón se contrae con menos energía, las arterias pulsan mas débilmente, y se perciben una sensación dolorosa de plenitud, de opresión y de anxiedad por la acumulación de sangre en los grandes vasos, no menos que por la impresión que hacen estos en el diafragma: el calor y el frío se suceden alternativamente con mucha frequencia, hay sudores parciales, en especial en la frente y cara, y sobreviene una excesiva excreción de orina, y la diarrea; el terror, que se diferencia del miedo solo por su intensidad de invasión repentina, tiene caracteres que le son peculiares, a saber, el que las pulsaciones del corazón sean mas aceleradas, el que las arterias, principalmente las de las superficie del cuerpo, padezcan una contracción espasmódica, de lo que se origina la palidez y una distensión repentina de los grandes vasos y del corazón, y el que la respiración se interrumpa algunos instantes, como si fuera causada por un espasmos de los músculos de la laringe, el que hay temblor en el cuerpo y piernas, y finalmente el que se pierda el movimiento de los brazos, que quedan caídos: algunas veces es tan fuera la impresión, que el enfermo cae al suelo sin sentido y sin habla: ¿un trastorno de esta naturaleza no puede producir en ciertas circunstancias los mas graves males, como espasmo violentos, convulsiones, la epilepsia o alferecía, la catalepsis, la manía, y aun la muerte (7) ¿ también puede resultar de esto, que la sangre vaya determinadamente a ciertas partes, y(…)
(…) la ciencia medica, o si ha descubierto alguna veda útil. El practicar la medicina en el hospicio de Bicetre, casi por espacio de dos años, me ha convencido de lo necesario que es llevar a efecto estas consideraciones, para lograr que la doctrina de la enagenación del alma haga algunos progresos: si cotejaba los escritos de los autores antiguos y modernos sobre este punto con mis observaciones anteriores, no me sacaban de un circulo circunscripto, y en este caso ¿debía yo menospreciar lo que el ser espectador de las acciones de los locos, durante muchos años, y el habito de reflexionar y observar habían enseñado a un hombre, dotado de un juicio sano, muy exacto en cumplir con su obligación, y a cuyo cargo estaba la dirección de los locos del hospicio? Inmediatamente abandone el tono dogmático de Doctor: el hacer frecuentes visitas a diversas horas del día ayudo a que me familiarizase con los desordenes, gritos, y extravagancias de los locos mas furiosos; desde entonces tuve repetidas conversaciones con el hombre que conocía mejor su estado anterior y sus ideas delirantes; procuraba complacerle no hiriendo su amor propio; le hacia varias preguntas que muchas veces se referían al mismo asunto, quando las respuestas eran obscuras; jamás me opuse a lo que me proponía, aunque me pareciese dudoso o poco probable, sino que tácitamente lo dexaba para examinarlo de nuevo en otra ocasión, y para ilustrar y rectificar aquella materia, y apuntaba diariamente todas las observaciones, sin otro objeto que el de multiplicarlas y hacerlas exactas: tal es el método que he seguido por el espacio de casi dos años para enriquecer la doctrina medica de la enagenación con todos los conocimientos adquiridos por una especie de empirismo, o mas bien para completar la primera, y llevar la otra a principios generales de que carecía. Una enfermería aislada y en la que solo entraban cierto numero de locos y epilépticos, me facilitaban además otras investigaciones sobre el efecto de los medicamentos, y sobre el poderoso influxo del régimen, variado según las disposición del individuo, o las enfermedades accesorias.
Sabido es lo poco que favorece a la medicina la opinión publica, y no me costará ningún trabajo el hacer que todos concediesen que entre los ramos de la historia natural, el mas difícil es el arte de observar las enfermedades internas, y conocerlas por sus caracteres exteriores; a la verdad que el estudio de la enagenación del alma debe aumentar esta dificultades, porque al principio hay una repugnancia natural, y una grande aversión hacia unos hombres, que ya atemorizan con sus voces continuas y furiosos gritos, ya lo rechazan todo con una dureza agreste y brutal, y ya aturden con su charla desordenada e inconsecuente. Si queremos señalar y describir los fenómenos de la enagenación del alma, quiero decir, de una lesión qualquiera en las facultades intelectuales y afectivas, solo vemos confusión y desorden (8), y no conocemos mas que caracteres fugaces que nos ilustran un instante para dexarnos después en una obscuridad mas profunda, si no temamos por punto fixo la análisis de las operaciones del entendimiento humano. Pero de este modo tenemos que temer otro escollo, es el de mezclar questiones metafísicas, y digresiones del ideologismo con una ciencia puramente de hechos. Necesitamos, pues, tomar nociones de las ciencias accesorias con un especie de sobriedad, valernos solo de aquellas que son las menos controvertidas, y agregarlas en especial la consideración de las señales exteriores, y de las alteraciones físicas que puede corresponderlas. No se necesita menos valor y constancia contra un obstáculo de otro género, a saber, el genio teátrico, y la suma desconfianza que generalmente tienen los locos de todo lo que los rodea, y esto les obliga muchas veces a disimular, o a reducirles en una taciturnidad invencible. Seria tener poca maña el manifestarles una intensión directa de observarlos, y de penetrar el secreto de sus pensamientos, haciéndoles varias preguntas sobre su estado: el temor de que el responder sea en prejucio suyo les inspira cierta reserva , y de tal modo se violentan, que parecen distintos de lo que son quando conservan el menor discernimiento; pues entonces hacen un papel, que es capaz de engañar a los ojos mas perspicaces, papel, cuya execusión cesa así que se los dexa solos.¿que diré de los melancólicos, que solo deliran sobre una cosa, y con los que les podemos tener una conversación muy larga, sin que conozcamos la menor lesión en las funciones de su entendimiento? Omito en fin todas las alteraciones inesperadas y momentáneas, que pueden causar en los locos el no satisfacer, como se debe, las primeras necesidades de la vida, la indolencia con que se les asiste, un objeto de resentimiento, y las variaciones de la atmosfera.
El conocer a raiz las facultades que presenta un asunto no es siempre un titulo para superarlas, pero si es un nuevo motivo para esforzarse a vencerlas: no debemos hacer mucho caso de las que son relativas al estudio de la manía, y que dimanan de la repugnancia que debe inspirar tal espectáculo con el que nos familiarizamos por la costumbre, siendo además poquísimos los locos que están en un estado constante de delirio y de furor; pues la mayor parte están quietos, o tienen ratos de tranquilidad de mayor o menor duración. ¿Que ventajas no lleva el medico a todos los empleados en la policía interior de los hospitales? El objeto de su ministerio solo es consolar a los locos en los males que los afligen; y en este caso ¿no hallará en ellos las disposiciones mas favorables, a menos que no estén en una completa enajenación? La experiencia me ha enseñado a acercarme a ellos con una seguridad y confianza absoluta, y nunca me ha sucedido cosa alguna. Al principio hacia mis investigaciones a tientas, no podía ni distinguir con exactitud las diversas anomalías de las funciones del entendimiento, ni formarme un lenguaje por el que yo las pudiese explicar; me fue pues necesario estudiar todos los ideologistas franceses e ingleses para partir de un punto fixo, y para poder describir el carácter distintivo de las diversas especies de locos, apartando a un lado todo objeto de disputa, y toda discusión metafísica; me ha servido de guía el método que se sigue en todos los ramos de historia natural, y solo me he valido de las señales exteriores, y de las alteraciones físicas, que podían corresponder a las lesiones de las funciones intelectuales o afectivas: procediendo de este modo he descrito las facciones, los gestos y movimientos que indican la cercana explosión del paroxismo maníaco, sin omitir la expresión de las fisonomía, cosa que caracteriza el paroxismo en su mayor grado o en su declinación, ni tampoco las diversas figuras del cráneo, relativas a las lesiones de los sentidos internos, y que han sido el objeto de mis investigaciones particulares. ¡Quantos medios he tenido que emplear contra los poderosos, ya veces insuperables obstáculos que oponen la suma desconfianza, o mas bien la brutal misantropía de ciertos locos que desconfían de quantos los hablan! Si se logra el vencerlos, solo es aparentando candor, una sencillez extremada, y modales afectuosos. Este es el método que he seguido para que los hechos que presento en esta obra formen un conjunto verídico, regular y metódico.
Una obra de medicina publicada al fin de siglo XVIII debe tener distinto carácter que si se hubiese escrito en otra época anterior; por esta razón debe distinguirse por cierta superioridad en las ideas, y en especial por el orden y método que reyna en todos los ramos de historia natural; no me lo han dictado ni miras particulares, ni el espíritu de partido, es el efecto de una filantropía pura y franca: dexo a los inteligentes el que decidan si he desempeñado mi plan.

Notas:
1. Consúltense sobre estos pormenores los artículos Eléboro y eleborismo, que he insertado en la Enciclopedia metódica por orden de materias.
2. La historia siguiente nos hace sentir que Galeno no se dedicase particularmente al estudio de la enajenación del alma; pues manifiesta que tenia una extremada penetración para describir una afección moral oculta.
Llamáronle para visitar una señora que ninguna noche podía dormir, y estaba en una agitación continua: hízola diversas preguntas para averiguar el origen del mal, y negose de responder, se volvió al otro lado, y se tapó cara como para dormir. Galeno se despidió conjeturando que esta aflicción dependía de una melancolía, o de alguna pesadumbre que no se le quiera revelar; dexo para el otro dia el examinarlo mas a fondo; pero quando fue a visitarla, le dixo una exclava que no se podía ver a su señora: se retiró; pero volvió tercera vez, y despidiéndole del mismo modo la exclava, le dixo que no atormentara de nuevo a su ama, pues quando vino la segunda vez, se había levantado para lavarse y tomar algún alimento: Galeno no insistió; pero volvió al otro día, y en una conversación particular que tuvo con la esclava, supo que la afección provenía de una profunda pesadumbre: logró por fin ver a la enferma; y en el mismo instante que la estaba observando, uno que venía del teatro pronunció el nombre del cómico Pílades, lo qual alteró su color y sus facciones y el pulso se presento agitado, cosa que no se verificó ni esta vez ni otras quando se nombro algún otro histrión: desde aquel instante conoció Galeno qual era el objeto de su pasión. Galeno en su libro del Prognóstico
3. Batt, tratado de la locura, Londres 1768, Arnold, observaciones sobre la naturaleza de la locura 1783. casos veridicos y selectos de la locura. Rochester 1787. Harper, tratado de la verdadera causa de la locura 1789. Pargetter, observaciones sobre los desordenes maníacos, Londres 1792, Ferriar, hist y reflexiones med. 1792.
4. Faucette en 1785, Avembricgger en 1783, Greding en 1781. Zimmerman en 1763; y Weichard en 1776, han publicado obras en alemán que tratan de la enajenación del alma.
5. quando nuestros deseos primitivos o nuestras aversiones hallan obstáculos, o no son satisfechas, dice Crighton, nacen nuevos deseos o nuevas aversiones acompañadas de una sensación dolorosa o agradable, y que se diferencian en un todo de las que producen los deseos primitivos. La sensación de estas ultimas se percibe en la región precordial; y en ciertas ocasiones son tan poderosos, que destruyen todas las operaciones de una razón sosegada, y llevan al hombre al mayor grado de agitación y desorden. Estos nuevos deseos se distinguen por una sensación grata o poderosa en la región precordial, y se llaman pasiones. El deseo primitivo o la aversión se distingue de las pasiones, por ser diferente la parte donde percibimos la sensación física: las ganas de comer van acompañadas de una sensación desagradable en el estomago, y a esto llamamos hambre, y las ganas de beber depende de una sensación ingrata que reside en la boca y garganta. Pero por violentos que sean estos deseos, nunca producen la sensación particular de una pasión, a menos que no se combinen dos, como quando un hombre, privado de sustento, llega a temer la muerte.
6. Teoría de los sentimientos morales, o ensayo analítico sobre los principios de los juicios que naturalmente hacen los hombres &c, por Smith, traducido del ingles por S.Grouchy, viuda de Condorcet. Tratado, al que ha añadido ocho cartas sobre las simpatía. Paris, año 6.
7. vease a Plater, Skenkio, Bonet, Pechlin, Marcelo Donato, y Vanswieten.
8. Una mujer de edad de 45 años, al presente reclusa en la jaula, después de haber sufrido por espacio de muchos años un delirio maníaco periódico, ha caído en un estado de melancolía, cuyo objeto y carácter voy a exponer: solo ve a su alrededor los efectos de una arte mágica destinada a atormentarla, y la parece que todos los que llegan a ella poseen este arte impostor. Seis meses ha que a esta ilusión se ha agregado otra nueva y es, que cree la persigue incesantemente un espíritu que la observa, penetra, como quiere, todas las partes de su cuerpo, la habla, y se mete con ella en la cama. Apenas se acuesta cree ver una luz muy viva, la qual se precipita sobre ella, y la señorea con un dominio absoluto: dice que experimenta al mismo tiempo un calor urente, y algunas veces una especie de entorpecimiento. Ella habla a este espíritu; y aun dice que le ha oído claramente estas palabras: “por muchos esfuerzos que hagas, no te escaparás; te tengo en mi poder”. Esta melancolía, en medio de tantas escenas de delirio, ya queda inmoble y temblando, ya parece que se le erizan los cabellos, da gritos de indignación, y las locas de las jaulas inmediatas la oyen conjurar con una voz fuerte y arrebatada a las potencias que la agitan; y otras veces turbada por terrores pusilánimes se levante, y postrada en tierra hace las mas fervorosas súplicas.
Es evidente que para describir semejante enfermedad se necesita discurrir sobre la historia de las falsas sensaciones de la vista, oído y tacto, que obran en la enferma, así como también sobre las falsas comparaciones y juicios erróneos, que son su efecto. Se ha procurado hacerla conocer que semejantes sensaciones podían ser producidas por una disposición interior, sin que ella tuviese parte ningún agente externo, y que el globo del ojo, por ejemplo, comprimiéndose hacia el ángulo externo de los parpados, podía causar la luz. Ya se combinaban los medios de la curación física y moral, quando cierto día el discípulo, a cuyo cargo estaba proseguir la descripción de esta historia, puso por inadvertencia su mano en la cama de la paciente, y desde aquel instante le consideró esta como uno de los mágicos encarnizados contra ella para hacerla daño, de suerte que su desconfianza ha llegado a ser extremada, y no ha sido posible el volver a hacerla hablar.


TRATADO DE LA MANÍA
Plan general de la obra

¿No debe servirnos de modelo y guía en la medicina el curso majestuoso que han comunicado en este siglo a la historia natural el espíritu de observación, un lenguaje aforístico, y los diversos modos de clasificar? ¿Y no conocemos la necesidad de adoptar este método cada vez que tenemos que hacer una nueva investigación? Yo mismo la conocí quando en otro tiempo quise aplicar, en la curación de los locos del hospicio de Bicetre, los principios que había antes adquirido acerca de la manía. Al principio todo me presentaba a la imagen de la confusión y del caos. Por aquí hallaba locos tristes y taciturnos, por allá los había furiosos con los ojos torvos, y en un continuo delirio; por un parte se veían todas las señales de un juicio sano con arrebatos furiosos, y por otra se presentaba un estado de nulidad y el idiotismo mas estúpido. ¿No debían estudiarse con cuidado unos síntomas tan diversos, comprendidos todos baxo el titulo de enagenación? Y no manifestaban las muchas y diferentes cautelas que se debían tener presentes para que se guardase en el hospicio el buen orden, y para prescribir los remedios y el regimén? Menor hubiera sido la dificultad, si las observaciones se hubiesen clasificado gradualmente y en un orden metódico; pero las distribuciones arbitrarias e incompletas de Sauvages y Cullen me desvían del objeto que simplifican el trabajo, y la prueba que hice de ellas me manifestó muy luego su insuficiencia. Tomé, pues, por guía el método seguro en todos los ramos de historia natural, que es el de empezar a ver sucesivamente, y con atención cada objeto en particular, sin otro designio que el de reunir materiales para lo sucesivo, esto es, procuré evitar toda ilusión, toda preocupación y toda opinión adoptada por autoridad agena. Al principio formé una lista general de todos los locos que había en el hospicio, examinando sucesivamente el estado de cada uno para conocer a fondo la naturaleza de su extravío; entre año hice apuntaciones históricas de los que llegaban, y diarios de observaciones uno y otros relativos a las alteraciones que sufren en la diversas estaciones, y me adherí escrupulosamente al método descriptivo, sin sujetarme a ningún modo de observar exclusivo, ni a ningún orden sistemático: de estos materiales y de otros muchos de igual naturaleza tomados de los hospitales (1) me valgo ahora reduciéndolos a un cuerpo de doctrina.
Pocos objetos hay en la medicina tan fecundos como la manía, por los numerosos puntos de contacto, por las afinidades necesarias entre esta ciencia, la filosofía moral, y a historia del entendimiento humano, y, muchos menos todavía en que haya tantas preocupaciones que rectificar, y tantos errores que destruir: la enagenación del alama se considera ten realmente como el producto de una lesión orgánica del celebro, y a consequencia como incurable, lo qual es en muchos casos contrario a las observaciones anatómicas. Se han considerado los asilos públicos, establecidos para los locos, como casas de reclusión separadas de la sociedad para mantener enfermos perjudiciales, dignos de ser sequestrados de ella; y por esto los que los custodian, las mas veces inhumanos y sin conocimientos, han ejecutado con ellos las acciones mas despóticas de crueldad y violencia, quando la experiencias enseñan que se logran buenos efectos manifestándoles un carácter agradable, y una entereza dulce y compasiva. El empirismo se ha valido muchas veces de esta reflexión para formar establecimientos favorables a los locos, y de este modo se han hecho muchísimas curas; error sin que se haya contribuido a los progresos de la ciencia con escritos sólidos; por otra parte la ciega rutina de innumerables médicos no ha salido del estrecho circulo de hacer muchas sangrías, y mandar baños generales y de riego, sin atender casi nada a la curación moral; a consecuencia se ha descuidado por ambas partes el punto de vista, puramente filosófico, que es la enagenación del alma, distinguir sus diferentes especies, formar la historia exacta de las señales precursoras, del curso y terminación del paroxismo quando es intermitente, establecer las reglas de policías interiores de los hospitales, y determinar exactamente las circunstancias que hacen indispensables ciertos remedios, y las que hacen que sean superfluos; porque en esta, como en otros muchas enfermedades, esta lejos de consistir la habilidad del medico en solo prescribir remedios.
La manía intermitente o periódica es la mas común, y los extravíos del entendimiento que caracterizan sus paroxismos corresponden a los de la manía continua, y nos dan una suerte de idea de ella; además que estos paroxismos son de una duración determinada, y fácilmente se conocen sus progresos, su mayor grado de incremento, y su terminación. Luego este tratado debe principiar por una exposición histórica de ellos, después debe seguirse inmediatamente los principios del régimen moral, puesto que este solo puede efectuar la curación, y que si se descuida se exasperan los paroxismos, se hacen mas pertinaces, o bien se convierte en una manía continua e incurable. Esta especie de institución moral para curar los locos, y capaz de restablecer el juicio, supone que en la mayor parte de los casos no hay lesión orgánica del celebro ni del cráneo. Era, pues, natural que no se omitiese la disección de los cadáveres para determinar por este medio la especie particular de enajenación correspondiente a las lesiones físicas; y en consecuencia de este espíritu de orden pase a determinar las divisiones de la enagenación del alma en sus diversas especies, fundadas en numerosas observaciones las mas verídicas y ciertas. De esta distribución metódica se puede sacar muy grande utilidad para establecer un orden constante en la policía de los hospitales de locos, y contribuir a curarlos, teniéndolos en distintas salas, para evitar a los convalecientes una comunicación perjudicial y, por decirlo así, contagiosa, si ven en los otros acciones de delirio y extravagancia. Debo terminar estas consideraciones, exponiendo las reglas del cuidado y policía interior que se ha de observar en los mismos hospitales, las que me han de servir, por decirlo así, de guía para emprender la curación médica, puesto que las mas veces pueden suplir por ella, y es inútil e ilusoria, si dichas reglas no establecen un orden constante e invariable, concluyo con decir, que el emplear remedios sabia, limitadamente, y con muchas restricción para curar la manía, es lo que debe completar esta obra.
En este siglo ilustrado, en vez de resentirnos de las frequentes invectivas que escribió Montaigne contra la Medicina, ser mucho mas útil aprovecharnos de ella, y evitar las ridiculeces que en muchas ocasiones la moteja con razón creo que el que lea este tratado estará muy lejos de repetir con tan juicioso censor de las travesuras del ingenio, que la Medicina disfruta el privilegio de atribuirse todo lo bueno y saludable que produce en nosotros la naturaleza o qualquier otra causa singular.

Notas:
1. me valdré también de una memoria sobre los locos, que presenté a la extinguida Sociedad de Medicina, memoria que no se ha publicado aún.


XVI
Manía que solo consiste en la lesión de la voluntad.

Condillac ha logrado que todos miren su profunda penetración y la aplicación del método analítico al desarrollo de ciertas facultades morales, quales son las inquietud, el deseo, y las pasiones que le considera como sensaciones agradables o desagradables; pero ¿ha suplido lo que faltaba para dar un verdadero conocimiento de los hechos que tenemos sobre estas afecciones, cuya exacta historia pertenece del todo a la medicina? ¿Y no es privativo de esta ultima ciencia dar a conocer los caracteres específicos bien determinados, las circunstancias que los producen, su influxo (1) en lo moral y físico tantas veces observado, y las diversas enfermedades que de él pueden resultar? Basta decir que las funciones de la voluntad son absolutamente distintas de las del entendimiento, y que su asiento y sus causas, cualquiera que sea en ciertos casos su dependencia recíproca, tienen diferencias esenciales, que no podemos menos de conocer. Me limito a un exemplo sacado de la lesión exclusiva de las funciones de la voluntad. He tenido a mi vista en Bicetre, por mucho tiempo, un loco, cuyos síntomas parecerían un enigma al que solo hubiera leído lo que Locke y Condillac dicen de los locos. Su manía era periódica, y se renovaba algunas veces después de haber estado tranquilo muchos meses. Los caracteres de sus accesos eran los siguientes. Al principio sentía un calor urente en lo interior del abdomen, después en el pecho, finalmente en la cara: las mexillas se le ponían encarnadas, le brillaban los ojos, y las venas y arterias de la cabeza se distendían considerablemente; esta afección nerviosa se propaga progresivamente al celebro, y entonces le entraba el acceso de un furor rabioso, que le inducía con una inclinación irresistible a coger un instrumento y otro arma ofensiva para verter la sangre del primero que se le presentase. Decía, que incesantemente sentía un combate interior entre el impulso feroz de un instinto destructor, y el profundo horror que le inspiraba el sentimiento de cometer un delito. No se observaba ninguna lesión en su memoria, en su imaginación, ni en su juicio. Me confesaba, quando no estaba en una reclusión estrecha, que los impulsos que tenia de cometer homicidios eran absolutamente forzados e involuntarios, que su muger, a pesar de la ternura con que la amaba, había estado a pique de ser cierto día su victima, y que solo había tenido tiempo para advertirla que huyese. Las mismas proposiciones le oí en sus largos intervalos de quietud; y tenia tal tedio a la vida, que había intentado quitársela muchas veces.”¿Qué motivo, decía, tengo yo para matar al conserge del hospicio, que nos trata con tanta humanidad? Sin embargo, quando estoy furioso, no deseo mas que arrojarme sobre él, como sobre los demás, y darle de puñaladas. Esta inclinación desgraciada e irresistible me reduce a la desesperación, y me impele a atentar contra mi vida, mas bien que cometer un delito matando a otro, y vertiendo una sangre inocente.” Fácilmente se ve que unos paroxismos de esta naturaleza no admitían la aplicación de ninguna parte de la curación moral, y que solo faltaba procurar precaverla por los evacuantes (sección 1), o suprimirla por los anti-espasmódicos.

Nota
1. La historia medica de las pasiones debe entrar en este tratado entre las nociones preliminares; porque ¿de que modo concebiremos la manía mas frequente, como es la que proviene de una suma exaltación de las pasiones, si no consideramos primero con cuidado los efectos que puede producir en lo moral y en lo físico? El ingles Crichton, que he citado antes, ha conocido del todo esta verdad, puesto que en su tratado de la manía ha descrito los caracteres y efectos generales de la alegría, tristeza, amor y cólera.

XVII
Los paroxismos mas violentos de la manía son por general los mas peligrosos, ¿será, pues, útil no oponerse a ellos?

En la manía periódica, del mismo modo que en las otras enfermedades agudas, lo que muchas veces se debe temer por sus graves consequencias, es mas una apariencia engañosa de tranquilidad, que la violencia de los síntomas, ¿y no nos ha enseñado la experiencia que los paroxismos que se caracterizan por los extravíos mas arrebatados y tumultuosos disminuyen gradualmente su intensidad (1), y llegan por fin a extinguirse, con tal de que uno no se aparte del régimen moral? Aunque un loco, a quien domina un ciego furor, dé sin moderación gritos descompasados, y prorrumpa en amenazas, aunque no cese de agitarse, ni hacer ruido sin descansar un instante aun en muchos meses, y aunque desgarre y rompa hasta la paja de su xergon, se pueden calmar estos síntomas, y aun hacer que cese su violencia dándole mayor o menor dosis de anti-espasmódicos: no obstante, también nos enseña la observación que en muchos casos se puede lograr una curación segura y durable con solo el método expectante, dexando al loco en su efervescencia tumultuosa, y sujetándole según lo exija su seguridad personal y la de los demás, lo que se consigue poniéndole el camisón, procurando no exasperarle con una dureza infundada, o con palabras injuriosas, no dándoles motivo de discurso o cólera ni en el servirle ni en la comida, evitando el decirle un no a secas, no respondiendo con aspereza quando anxia intespectivamente que se le ponga en libertad, pero si diferiendolo baxo un pretexto qualquiera; en fin, manteniendo la mas severa policía en lo interior del hospicio, y aprovechándose sobre todo de los intervalos de sosiego para emplearlos en ocupaciones serias, o en trabajos penosos, nos familiarizamos tanto mas con estos principios sencillos y dictados por la experiencia quanto que ciertos locos, reducidos a una especie de debilidad o de idiotismo por extremado abuso de las sangrías, se han curado quando se les excita un delirio de quince o veinte días, o mas bien una manía aguda y critica. Llevaron a Paris del exército de la Vendée un joven militar furioso, el que hubo de sufrir la curación acostumbrada en el hospital general, hiciéronle repetidas sangrías del pie, y habiéndosele soltado la venda en la ultima tuvo una muy grande efusión de sangre, siguiéndose un sincope de larga duración. Transferido a Bicetre en el ultimo grado de debilidad y languidez, excretaba involuntariamente, tenia la cara pálida, no hablaba, y todas las facultades de su entendimiento estaba obliteradas. Su padre, que fue a hacerle una visita, se consternó al verle en aquel estado, y dio algún dinero para que se le cuidase mejor. Se le dio un alimento sano y cada día mayor, con lo que recobró poco a poco su vigor y sus fuerzas. Se declararon los síntomas que preceden a la invasión del paroxismo, pues la cara se le puso encendida, y los ojos rutilantes, y tuvo un movimiento febril y una agitación excesiva, hasta que por ultimo se manifestó el delirio. Este loco corría precipitadamente por lo interior del hospicio, provocaba, insultaba, y hacia mofa de todos los que encontraba; pero como no exercía ningún acto de violencia, se le permitió estar con los convalescientes. Paso veinte días en este estado, volvió a tranquilizarse, y por medio de un trabajo y ejercicio regular recobró completamente su razón, que al principio era débil, y se le detuvo aun seis meses en el hospicio para que su curación fuese mas segura; volvió al seno de su familia al fin del otoño, y estas fueron las precauciones que se tomaron para evitar toda recaída.

Nota
1. de treinta y dos locos con manía periódica, se curaron veinte y nueve. Uno por una disminución progresiva, y otros por una supresión pronta de los paroxismos (sección primera)


XVIII
Utilidad que se saca de conceder a los locos una libertad prudente y limitada dentro de los hospitales

No hay duda que en los hospitales de locos se puede mantener un orden aparente, encerrando a estos infelices a arbitrio del gefe, y por eso tiempo que le acomodo, cargándolos de cadenas, y maltratándolos bárbaramente; pero ¿no es esto buscar la quietud a costa de su vida? Una libertad prudentemente calculada debe mantener en estos hospitales el buen orden, que es compatible con los principios mas acrisolados de una verdadera filantropía, y que haciendo menos infeliz las existencia de los locos, haga al mismo tiempo que desaparezcan enteramente los síntomas de la manía, y que se disminuya su violencia en todos los casos. Este mismo orden fue el que procuró establecer en el hospicio de Bicetre el conserge actual: al principio reformó el servicio en un todo, desterró todo trato cruel (1), y prohibió expresamente que (…)

Nota
1. solo el visitar con frequencia los hospitales de locos no puede dar una idea de las dificultades que presenta la servidumbre interior, pues hay que padecer incesantemente continuos disgustos, hay que hallarse en mil peligros, hay que escuchar voces y gritos injuriosos, y con frequencia hay que repeler actos violentos; por una parte los buenos oficios son desechados con una misantropía brutal, por otra es precioso eludir las sutiles y mal intencionadas estratagemas que a uno le tramam, y evitar el que le tiren a la cabeza vasos llenos de inmundicia, o le den (…)

XX

(…)daba mas que de trabajar, quendo a cierta seña se vio acometido por los sirvientes, que sin ningún peligro le llevaron a su jaula, quedando la cuchilla en manos de la muger del conserge. Se podría desafiar al hombre mas hábil y versado en conocer los locos, a saber tomar con tanta destreza y prontitud el partido mas seguro en una ocasión tan peligrosa

XXI
Es necesario mantener en los hospitales de locos un orden constante, y estudiar las variedades de su carácter

No debe causar admiración el que juzgue de suma importancia mantener la quietud y buen orden en un hospital de locos, y poseer las qualidades físicas y morales indispensables al ministerio de conserge, pues todo esto es una de las bases fundamentales de la curación de la manía, y sin ella no se pueden lograr, ni observaciones exactas, ni una curación sólida, aunque por otra parte se insista en prescribir los remedios mas alabados. ¡Que desgracia es para los pobres locos el ser curados por una ciega rutina, y abandonarlos al descuido de un gefe sin moralidad ni principios, o lo que es lo mismo, verse enredados a las rustica dureza, y al trato bárbaro de otros subalternos! Sutileza, zelo ardiente, y una atención continua o infatigable, he aquí las cualidades necesarias para espiar con cuidado el modo de obrar de cada loco, y conocer sus extravagantes designios, y el carácter particular de su delirio; porque ¿Qué variedades no debe producir la edad, la constitución, la costumbre, la complicación de la manía con otras enfermedades, y el grado de lesión de las facultades morales? Se presentan algunos casos tan dificultosos, que a pesar de haber hecho tal estudio por espacio de muchos meses, no puede uno decidirse, ni determinar exactamente lo que ha de hacer (1).
Pero en el mayor numero de casos, con especialidad en lo que la manía accidental depende de fuertes pesadumbres, nos manifiesta cada día la experiencia los felices efectos que se logran por medio de expresiones consolatorias, y por el prudente artificio de dar buenas esperanzas a los locos, y grangearse su estimación: si entonces se los maltratara, o se usase con ellos la severidad, seria exacerbar la enfermedad, y tal vez hacerla incurable. Un joven, que después de haber padecido otras desgracias, tuvo la de perder en seguida a su padre, y de allí a pocos meses a su madre, a quien amaba en extremo, se vio dominado de una tristeza profunda y reconcentrada, ni comía, ni dormía, tanto que le acometió un paroxismo maniaco de los mas violentos: se le sujeto a la acostumbrada curación haciéndole copiosas y repetidas sangrías, mandándole baños generales y de riegos, añadiendo a esto otros actos de un rigor extremado: todo este conjunto de remedios curativos fue inútil; pero no obstante uso de él segunda y tercera vez, y siempre con tan mal éxito; y aun acaso con exacerbación de los síntomas. Finalmente, se le traxo a Bicetre, diciendo que era uno de los locos mas furiosos y de mayor peligro. El conserge, lejos de aprovecharse de tal aviso, le dexo desde el primer día libre en su jaula para averiguar qual era su carácter, y la naturaleza de sus extravíos. La triste taciturnidad de este loco, su abatimiento, su semblante pensativo y que parecía reconcentrado en un objeto, algunas palabras sueltas que se le escaparon sobre sus desgracias, manifestaron en medio de sus ideas incoherentes el origen de su manía, se le consoló, se mostró tener interés en su suerte, y poco a poco se llegó a disipar su desconfianza melancólica, y a hacerle esperar, que se compondrían sus negocios: a esta promesa se siguió una circunstancia que le animó, porque se obtuvo de su tutor que le diese algún socorro mensualmente para que lo pasase con mas comodidad. Las primeras pagas le sacaron de su abatimiento, y le hicieron concebir nuevas esperanzas; su confianza y estimación hacia el conserge eran muy grandes, conocía que iba recobrando sus fuerzas poco a poco, se vieron en él todas las señales de salud, y al mismo tiempo se observó que su razón adquería de nuevos sus derechos; y el que antes había sido maltratado en otro hospicio, y a quien se había tenido por el loco mas violento y temible, era ya, habiéndole tratado con dulzura y compasión, el hombre mas dócil y digno de interesar por su sensibilidad extremada.

Nota
1. Un caballero dependiente de un potentado se volvió loco, ya por ver frustradas sus ideas, y por haber perdido sus bienes; pero solo manifestaba su delirio sobre su imaginaria grandeza quando se le hablaba de la revolución, o en ciertos ratos de efervescencia. Por otra parte guardaba en el hospicio aquella exterioridad de política y buena crianza a que antes estaba acostumbrado, y si uno llegaba a contradecirle en su modo de pensar, se iba al instante sin enfadarse, ni hablar entre dientes, haciendo una respetuosa cortesía. La idea exclusiva, que por lo regular le dominaba, era la de su omnipotencia, y entrándole el paroxismo prorrumpía en amenazas con toda su furia, y decía que le seria muy fácil hacer caer los rayos del cielo y trastornar la tierra.Una sola consideración le detenía, y era el miedo de que pereciese el exército del gran Condé, a quien admiraba, porque decía ser el que estaba destinado a executar los designios del Eterno. Ya se ve la gran dificultad de contener tal imaginación, ni por las vías de dulzura, ni por una sujeción severa. Se necesitaba que cometiese de suyo un exceso, por el que fuese culpable, para que de este modo se le pudiese tratar con rigor, y esto sucedió justamente a los seis mese de estar en el hospicio, y fue de este modo. Un día que el conserge le reprehendió por haber echado la basura o inmundicia en medio de su jaula, el loco se enfureció contra él, y amenazado aniquilarle. Esa era una ocasión favorable para castigarle y convencerle de que su poder era imaginario; pero como sus parientes tenían intensión de sacarle del hospicio dentro de poco, no se juzgó conducente hacer tentativa alguna.

XXII
Historia de un loco muy furioso a quien se curo, sujetándolo con severidad, aunque con prudencia.

“En la curación moral, dicen los redactores de la Biblioteca Británica (1) no se considera a los locos como privados de razón, quiero decir, como inaccesibles al miedo, esperanza y sentido de honor…Es necesario sujetarlos al principio y animarlos después.” Estas consideraciones generales son sin duda muy verdaderas, y de ella se pueden sacar muchas y muy útiles aplicaciones; pero se necesitan ejemplos para conocer la utilidad, y nada nos dicen los ingleses sobre este punto. Añadamos una historia de esta naturaleza a la anterior, y nos convenceremos cada vez mas de que este secreto se conoce ya en Francia. Un padre de familia muy recomendable perdió su fortuna, y casi todos los recursos por acontecimientos de la revolución, y de allí a muy poco se volvió loco, a causa de su profunda tristeza. Se le empezó a curar por la rutina común de baños generales y de riego, y de repetidas sangrías, y en fin se uso para sujetarle de todos los medios mas inhumanos, motivo por el qual lejos de ceder los síntomas se exacerbaron, y en este estado se le lleva a Bicetre como incurable. El conserge, sin pararse en lo que se le había advertido de que el tal loco era muy temible, le dexo un poco tiempo en libertad para sondear de este modo su carácter: jamás loco ninguno soltó tanto la rienda a su extravagancia; se puso sobre sí, hinchado de orgullo creyendo ser el profeta Mahoma, sacudía a derecha y a izquierda a todos los que encontrara al paso, y les mandaba que se arrodillase para tributarle obsequios. Pasó todo aquel día en pronunciar sentencias de proscripción y de muerte, amenazó e insulto a todos los sirvientes, y despreció y desconoció la autoridad del conserge; y aun habiendo ido a verle su muger pocos días después, se enfureció contra ella, y tal vez la hubiera muerto si no se la hubieran socorrido.¿Que efecto podrían producir los medios de dulzura, y las demostraciones mas moderadas con un loco que miraba como átomos a los demás hombres? Se le mando que se estuviese quieto, y no queriendo obedecer se le castigo con ponerle el camisón, y con encerrarle durante una hora, para que conociese su dependencia. El conserge le sacó de allí a poco de su jaula, le habló con entono de amistad, echándole en cara su desobediencia, y le manifestó lo sensible que le había sido el tener que tratarle con rigor. Al otro día por la mañana volvió nuestro loco sus extravíos, y se le volvió a sugetar del mismo modo; prometió, como el día antecedente, que no alborotaría en adelante, pero reincidió tercera vez, y a consecuencia se le castigó teniéndole recluso un día, y en los siguientes estuvo mas sosegado. El haber saciado quarta vez, a causa de su genio altivo y turbulento, hizo conocer el conserge que se necesitaba producir en la mente de aquel loco una impresión fuerte y duradera. Le llamó con entereza, procuró hacer perder toda esperanza de reconciliación, y le encerró con crueldad, advirtiéndole que en lo sucesivo sería inexorable. Se paso dos días, y al tiempo de la requisa respondió el conserge con una risa burlesca a las repetidas instancias que el loco le hacía, pero por un convenio entre el conserge y su muger, esta puso a aquel en libertad al cabo de tres días; le encargó expresamente que contuviese sus arrebatos fogosos, y que no la expusiese a sufrir justas reconvenciones por haber usado de demasiada indulgencia. El loco estuvo sosegado muchos días; y en los momentos en que parece apenas contener sus extravíos delirantes, bastaba una mirada de la muger del conserje para contener, y corría inmediamente a meterse en su jaula por el miedo de que no se viese que incurría en falta. Estos repetidos combates interiores entre la repetición automática de los paroxismo de la manía, y el miedo de una reclusión indefinida, le acostumbraba cada vez mas a sujetar su voluntad, y a dominarse: además se sentía penetrado de afecto y estimación hacia los que le cuidaban con tanto respeto y condescencia, y de este modo se disiparon poco a poco todas las antiguas señales de manía, habiendo bastado después seis mese de detención en el hospicio para que se curase completamente: este respetable padre de familia se ocupa al presente con una actividad infatigable en reparar el desfalco de su fortuna.

XXIII
Qualidades físicas y morales indispensables al que esta encargado de un hospital de locos

Juzgo que he referido bastantes casos para evidenciar que la curación moral de la manía es una de las partes mas importantes y menos adelantadas de la medicina de observación, y creo que puedo reclamar a favor de la Francia un objeto con el que los ingleses se condecoraban casi exclusivamente. Un feliz concurso de circunstancias ha producido este resultado, y fue por una parte los principios de la mas sólida filantropía del conserge del hospicio de Bicetre, una asiduidad infatigable en el desempeño de su cargo, los conocimientos que había adquirido por su experiencia y reflexión, una entereza invencible, un valor prudente acompañado de agilidad física las mas acomodadas para causar respeto, una estatura proporcionada, miembros llenos de fuerza y vigor, y en tiempo de turbulencias la voz mas terrible, y un ayre intrépido y magestuoso: por otra parte, penetrado yo mismo de lo insuficientes que son los conocimientos que se puede sacar de los libros para curar la manía, deseando con anxia instruirme por el examen atento y la reunión de los hechos, y conociendo a fondo que la borla de doctor no me había envanecido, me aprovechaba el espectáculo de ver sujetos muchos locos a un orden regular, y de las escenas móviles, y algunas veces extravagantes que causaba su delirio, de la habilidad del conserge en arreglar todos estos movimientos, y en hacer recobrar en muchos casos la razón a un loco, ya solo empleando la dulzura, ya medios rigurosos, pero prudentes y humanos. Pasaba con arte de los hechos observados, y de los resultados de una especie de empirismo a los conceptos generales que se adquieren por el estudio de las funciones del entendimiento humano, sacada de los escritos modernos, de la historia filosófica y medica de las pasiones, quiero decir, de sus efectos en lo moral y en lo físico, y de todo lo que los mejores autores de medicina han escrito en general o en particular sobre las vesanias. Las leyes constantes de la economía animal, consideradas en la manía como en otras enfermedades, me llenaba de admiración por su uniformidad, y veía de nuevo los recursos inesperados de la naturaleza, quando se la abandona a si misma, o cuando se la dirige con prudencia, lo qual me hacia cada vez mas y mas cauto en valerme de medicamentos, en tanto que termine por prescribirlos (1) sino quando veía que no eran suficientes lo remedios morales. Honremos de nuevo al doctor Grant por haber establecido sabia y profundamente “que las enfermedades no se pueden curar por los socorros del arte, si no conocemos de antemano como terminan quando se abandonan a los solos esfuerzos de la naturaleza”.

Nota
1. el doctor Feriar, medico ingles, ha publicado una obra intitulada Historias y reflexiones medicas, en el cual expone los efectos de ciertos remedios que se han ensayado contra la manía, como el tártaro emético (tartrite antimoniado de potasa), el alcanfor, el opio, la quina &c ¡que se puede sacar de tales ensayos, quando está probado que en muchos casos puede curarse la manía sin ningún medicamento, especialmente la que es accidental, y proviene de alguna pasión muy exaltada! Yo he llegado a evitar esta inexactitud no prescribiendo remedios en la enfermerías de los locos, sino en los casos de una manía intermitente regular, de una melancolía producida por una devoción supersticiosa, y de un delirio con obliteración del juicio y del racionio &c especie de enagenación que la experiencia enseña, que no cede a los remedios morales: reservo para otro articulo de esta obra el exponer estos hechos.